1. Vitalismo apasionado.
2. Crítica feroz de la civilización occidental.
3. Humanismo trágico. Nihilismo y muerte de Dios.
4. Voluntad de poder.
Son los mismos componentes del pensamiento más punk:
1. ¡Vive a tope! ¡La vida es una droga dura!...
2. ¡La sociedad es una mierda! ¡¡Destruye!!
3. ¡No existe el futuro! ¡No hay un sentido "más allá": la vida misma, ciega, irracional, es el sentido! ¡Carpe diem!
4. ¡Haz de verdad lo que quieras! ¡¡ Crea, impón tu voluntad, vive, baila, goza, sufre, vive sin esconderte detrás de los razonamientos!! La filosofía no es más que otra forma de tener miedo...
Claro está que Nietzsche pensó en todo esto mucho más, para algo era un filósofo. Tomemos un aperitivo de sus ideas (les daremos más consistencia en próximas entradas):
La vida ha de ser entonces entrega igualmente ciega y apasionada a esa danza salvaje que es la realidad. Vivir por vivir, diciendo sí a todo, con todas las consecuencias, dolorosas y placenteras. Vivir como Dionisos, el dios borracho de los griegos, sin freno, sin la carga de la tradición, ni la promesa de ningún futuro, pues solo existe el instante repetido, rítmico como un latido. Hay que vivir poseídos por el espíritu libre y embriagador de la música...
La civilización occidental es una inmensa estafa desde
Sócrates y Platón (y, sobre todo, desde ese platonismo para pobres que es el cristianismo). La filosofía, la ciencia, la religión, la moral tradicional…
Todo ha sido un intento de negar cobardemente la Vida, de ocultar la realidad
tras ese “más allá” de las ilusiones metafísicas, científicas y religiosas, de
castrar nuestros más auténticos deseos con el cepo de la moral del sacrificio,
el miedo y la culpa…
Pero todo ha sido en vano. Dios ha muerto. Dios son todas las ilusiones, los falsos valores con los que hemos sido engañados, negados, castrados. Todo eso se desvanece en nuestra época. La propia filosofía y la ciencia no pueden ocultar por más tiempo que el mundo no es racional, que la realidad y la vida humana carecen de finalidad y de un sentido que quepa encerrar en conceptos. Esto es nihilismo. La vida es así: trágica, una lucha inútil, solitaria, pero heroica y bella, por dotar de sentido a lo que no lo tiene...
Pero todo ha sido en vano. Dios ha muerto. Dios son todas las ilusiones, los falsos valores con los que hemos sido engañados, negados, castrados. Todo eso se desvanece en nuestra época. La propia filosofía y la ciencia no pueden ocultar por más tiempo que el mundo no es racional, que la realidad y la vida humana carecen de finalidad y de un sentido que quepa encerrar en conceptos. Esto es nihilismo. La vida es así: trágica, una lucha inútil, solitaria, pero heroica y bella, por dotar de sentido a lo que no lo tiene...
Esto y mucho más es Nietzche. De postre podéis echarle un ojo a este video, si es que no preferís correr a bailar bajo la luna, armados del martillo de aporrear conceptos, y a los sones de la música de Wagner... (O correr a las calles, armados con un spray de pintura, y con la música a todo volumen tronando en las orejas...). Aquí tenéis, también, uno de nuestros programas de radio sobre el tema.
Me intriga el echo de que tan cerca de la verdad y la locura estuvo.
ResponderEliminarllegara un punto en el que el raciocinio deja de funcionar y se torna en sintomas antisociales y depresivos?.solo los tontos son felices. que injusto jaja
Hola Gilberto. Yo creo que la crítica de Nietzsche a la racionalidad va más allá de esa distinción (tan filosóficamente discutible, por cierto) entre "razón" y "locura". Al fin y al cabo, los términos psicológicos (depresión, locura, etc.) son sospechosos de mitología para Nietzsche (igual que los de cualquier ciencia). En cuanto a lo de la (presunta) felicidad de los tontos, depende de lo que se entienda por "tonto". La felicidad del "rebaño" no es felicidad, diría Nietzsche. Y de todas formas, lo que el hombre busca no es felicidad, en el sentido vulgar actual (bienestar). Los hombres no buscan (esa) felicidad (salvo los ingleses decía sarcásticamente Nietzsche), sino algo que va más allá de eso: el poder, la afirmación de la voluntad, con todo su peso de dolor y de placer.
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