sábado, 11 de octubre de 2025

15. Ver y pensar. La teoría platónica del conocimiento


A ver. Ver, por mucho que lo parezca, no es lo mismo que conocer. Conocer es “tomar contacto” con las cosas reales. Pero ver un gato no es conocer o "contactar" con el gato real. ¿Por qué? Porque el gato real es una cosa igual a sí misma, una unidad de partes y momentos gatunos, y eso (la igualdad, la unidad) no está en el mundo que se ve o se imagina: en el mundo visible todo es desigualdad y división. Pero entonces, ¿qué veo cuando veo un gato? No al gato real, sino una imagen suya, fugaz, fragmentaria, diferente de las demás imágenes de ese mismo gato. La imagen no es el gato, sino que solo parece serlo, es… su apariencia. Por eso, el supuesto conocimiento sensible es, en el fondo, un “parece que…”; y también un “me parece a mi que…” (¡La visión o la imaginación son cosas tan subjetivas!). Es decir, es opinión (doxa, en griego), no conocimiento de verdad. Es como un cuento (lleno de imágenes, como los cuentos), y los cuentos no son verdaderos, sino, a lo sumo, verosímiles (similares a lo verdadero), creíbles, pero no demostrables. En suma: el “conocimiento” sensible, cuyo origen es la sensación, solo proporciona apariencia de conocimiento (opiniones), imágenes cambiantes y subjetivas o, menos aún, imágenes de estas imágenes (como cuando me miro en el espejo o como cuando un artista pinta un gato).
A lo primero, a las imágenes que veo y que me parecen objetos o seres físicos les llama Platón creencias (pistis, en griego), a lo segundo, a las imágenes de esas imágenes, le llama imaginaciones, o conjeturas (eikasía, en griego).
Pero esa apariencia de conocimiento que es ver o imaginar no equivale a una completa ignorancia, algo se sabe viendo. O, mejor, algo se recuerda viendo (porque saber es recordar, dice Platón). Pues si vemos gatos o montañas es porque, antes está ya en nosotros el conocimiento de lo que es un gato o una montaña. ¿Podríamos ver o imaginar un gato sin conocer previamente lo que es un gato? No, imposible (dice Platón). Por eso ver o imaginar (un gato, una montaña…) es una forma, defectuosa, indirecta, de conocer (o, mejor, de reconocer o recordar) a los gatos y montañas de verdad, objetivos, iguales a sí mismos… Es decir: a las ideas de gato o de montañaLas cosas o imágenes (o imágenes de imágenes) que vemos no son totalmente falsas ni inútiles, nos enseñan y hacen recordar aquello de lo que son imágenes, es decir, nos hacen recordar a las ideas. Y, así, nos abren la puerta al verdadero conocimiento.


El verdadero conocimiento o ciencia (episteme, en griego) lo es de las cosas reales, de las ideas (no de sus imágenes o apariencias). Las ideas no son visibles (de iguales a sí mismas que son, de unitarias consigo mismas que son…), solo son pensables. Por eso, conocer no es ver, sino pensar, razonar, inteligir… Pensar es... dejarse de imágenes y cuentos. Aunque, a veces, no del todo. Hay un tipo de pensamiento que aún está muy ligado a las cosas o imágenes sensibles. Platón lo llama “diánoia” (razonamiento discursivo). Es aquel en el que se piensa con ideas acerca de las cosas sensibles, usando a estas como datos o ejemplos. Además, este tipo de pensamiento parte de hipótesis no pensadas, sino asumidas como creencias o conjeturas (como axiomas, diríamos hoy), que se suponen verdaderos, sin saber si lo son. Este es el conocimiento propio a las matemáticas (que es como Platón denomina a lo que hoy llamaríamos "ciencias"). El matemático parte de creencias acerca de lo que son los números, los puntos, lo finito y lo infinito, etc., y, partiendo de ahí, empieza a razonar y demostrar sus teoremas (las ideas matemáticas), haciendo uso de imágenes, aunque esquemáticas o abstractas (como las figuras geométricas). El físico, tanto entonces como hoy, hace lo mismo: hace como que sabe lo que es el espacio, el tiempo, el movimiento, etc., y, a partir de ahí, demuestra razonadamente sus leyes. (Hay que añadir que el físico, sobre todo el de nuestros tiempos, además de suponer ciertas creencias como punto de partida, solo se cree del todo sus razonamientos si encuentra por ahí imágenes --datos, hechos-- que “cuadren” con esos razonamientos). 

Al conocimiento puro, sin imágenes, le denomina Platón "inteligencia" (nóesis), o “dialéctica”, y es el que debe corresponder a la filosofía. La dialéctica no consiste en pensar en ideas, a partir de hipótesis, para explicar las cosas o imágenes, sino en pensar en ideas, a partir de ideas fundamentales, para explicar todas las otras ideas. El dialéctico parte de las hipótesis e ideas de la ciencia para descubrir las ideas más fundamentales desde las que cabe comprender a aquellas. La dialéctica o filosofía es un saber de los principios (autoevidentes, innegables para la razón) desde los que todas las demás ideas se comprenden y se unen. 

El momento culminante llega cuando el filósofo llega a intuir la idea más fundamental y unitaria de todas, la idea de Bien. Desde ahí, sin tener que suponer ya ninguna hipótesis, el filósofo tiene una visión intelectual (una especie de intuición) completa, unitaria, eterna, de todo lo real. Es decir: de todas las ideas en el orden que les corresponde. ¡Eso si es, del todo, conocimiento!



Aquí tenéis la presentación de clase: 




miércoles, 8 de octubre de 2025

14. Escenas de la vida de las ideas platónicas


Idea1.- Esto no puede ser.
Idea2.- Explícate.
Idea1.- Que haya por ahí compañeras nuestras que ni idea tienen de lo ideales que ellas mismas son.
Idea2.- Cierto, misterio.
Idea1. – Que anden creyendo que son cosas tales como caballos o aceitunas de carne y hueso…Cuando todas deberíamos saber que tales cosas no son más que…un sueño.
Idea2.- ¿Ah, pero acaso no hay realmente caballos y aceitunas, de esos que corretean por ahí o que caen de los árboles?
Idea1.- ¿Pero de dónde te has caído tú? ¿Cómo dices eso?
Idea2.- No sé, chica. Yo siempre he creído que existen los caballos que veo correr en el hipódromo o arrastrar los carros… O las aceitunas, que están tan ricas.
Idea1.- Dime qué es una aceituna.
Idea2.- Pues esas cosas verdes o negras que te sirven en la taberna al pedir una consumición.
Idea1.- ¿No podrías ser más clara? ¿Cómo sabes que esas “cosas” son todas ellas aceitunas?
Idea2.- Jo, porque son iguales, todas ellas son redondeadas, pequeñas, aceitosas, más o menos sabrosas... Qué preguntas haces, ¿no?
Idea1.- ¿Dirías entonces que todas ellas son aceitunas por tener una misma forma o aspecto común?
Idea2.- Sí, ya te digo, todas se parecen entre sí.
Idea1.- Pero son distintas.
Idea2.- Claro, son distintas pero... se parecen entre sí.
Idea1.- Y si se parecen se parecerán en algo.
Idea2.- Mujer, no se van a parecer en nada, entonces no se parecerían.
Idea1.- Luego hay algo que es igual en todas ellas.
Idea2.- Me parece que sí.
Idea1.- Es decir que son distintas pero también iguales.
Idea2.- Vale, lista. Son distintas en algunos aspectos pero iguales en otros.
Idea1.- ¿Y cualquiera de esos aspectos en que son iguales dirías que está, a la vez, en todas las aceitunas?
Idea2.- Sí, ese aspecto es común a todas las aceitunas del mundo.
Idea1.- Incluso a las aceitunas que imaginamos o recordamos, supongo. Pero dime ahora: ¿ese aspecto común a todas, acaso puede verse con los ojos de la cara?
Idea2.- ¿Cómo si no? Se ve al mirar las aceitunas.
Idea1.- ¿Podrías ver algo que no fuera un objeto físico?
Idea2.- No veo como podría ver algo que no fuera físico.
Idea1.- ¿Y dirías que todo objeto físico está en algún lugar y solo allí en tanto no se mueva a otro sitio, en cuyo caso estará en este sitio y ya no en aquel?
Idea2.- Lo diría.
Idea1.- ¿Y no ocurre que ese "aspecto de aceituna" está, a la vez, en todos los lugares en los que hay aceitunas, incluso en ese lugar tan raro que es la imaginación?
Idea2.- Eso es cierto.
Idea1.- ¿Y en todos esos lugares es ese aspecto siempre el mismo?
Idea2.- Ha de serlo.
Idea1.- Luego no podrá ser nunca un objeto físico, pues está, a la vez, y siendo el mismo, no en uno, sino en innumerables lugares, como si fuera un dios.
Idea2.- No podría decirte que no.
Idea1.- ¿Cómo puedes decir entonces que lo ves?
Idea2.- Pues no veo claro que pueda verlo, no. Por Atenea que no sé cómo digerir esto que dices.
Idea1.- Cambiemos de tema si prefieres. Qué me dirás de los caballos. ¿Tienen todos ellos algún aspecto común?
Idea2.- No uno, sino muchos. Es por ellos que reconocemos como caballo a cada uno de los caballos que se pueden ver.
Ideas1.- Vale. Ahora dime, ¿ese aspecto común será el mismo en los caballos que montaban los héroes de Homero y en los que monten los caballeros del futuro?
Idea2.- Claro. Siempre que en el futuro queden caballos, claro.
Idea1.- ¿Y si no existieran en el futuro caballos, dejaría por ello de existir aquello que hace que todo caballo sea caballo?
Idea2.- Supongo que no. Igual que ahora no existen dinosaurios pero puedo decirte qué tendría que tener algo para ser un dinosaurio.
Idea1.- Exacto. Y responde ahora a esto: ¿son los caballos de carne y hueso, cada uno de ellos, algo que deje alguna vez de moverse, tanto por dentro como por fuera?
Idea2.- No te entiendo.
Idea1.- ¿No es cierto lo que dicen tus amigas, las ideas de la física, acerca del universo?
Idea2.- ¿Qué dicen?
Idea1.- Que todo lo que existe en el cosmos se mueve y cambia a cada momento.
Idea2.- Sí, todo está moviéndose en el tiempo.
Idea1.- ¿Y los caballos? ¿Serán una excepción?
Idea2.- No, por ellos también pasa el tiempo.
Idea1.- Eso dicen. Así que cada caballo es un poco más viejo cada segundo que pasa, y se mueve no solo por fuera, cuando corre o cuando se agita durante el sueño, sino que también se mueve y cambia por dentro, pues cada una de sus partes y órganos cambia y envejece cada día.
Idea2.- Cierto, es lo que tienen las cosas de este mundo, nada es eterno.
Idea1.- Pero un caballo concreto es ese mismo caballo, sea más joven o más viejo, ¿no es eso?
Idea2.- Bueno, hay algo en ese caballo que no cambia, y que permite reconocerlo hoy como el mismo de ayer.
Idea1.- ¿Un cierto aspecto común a todos sus momentos?
Idea2.- Yo no lo diría mejor.
Idea1.- Pero querida, ese aspecto común no puede cambiar como cambia el cuerpo del caballo.
Idea2.- No claro, si cambiara no podríamos reconocer al mismo caballo de un día para otro.
Idea1.- Eso es. Luego, ¿será ese aspecto común a todos sus momentos una parte del cuerpo del caballo, o alguna otra cosa o aspecto físico que se pueda ver con los ojos?
Idea2.- No. Porque ese aspecto que dices tiene que ser siempre el mismo, y las cosas físicas cambian cada día.
Idea1.- Muy bien. Pues tenemos entonces que las cosas que vemos las reconocemos como aceitunas o caballos porque poseen cierto aspecto o forma, de aceituna unas, y de caballo otros, que no puede ser nada físico, pues no parece afectarles para nada ni el espacio ni el tiempo.
Idea2.- Me he perdido.
Idea1.- No les afecta el espacio porque la forma de aceituna o de caballo es la misma esté donde esté cada aceituna y caballo, y no les afecta el tiempo porque son la misma sea cuando sea cada caballo o aceituna.
Idea2.- Ahora lo entiendo.
Idea1.- Ahora bien, si esas formas, por las que conocemos lo que es un caballo o cualquier otra cosa, no son afectadas por el espacio y el tiempo, ¿diremos que son cosas físicas, de carne y hueso?
Idea2.- No me dejarían pensar eso las ideas sobre física que conozco.
Idea1.- Luego el conocimiento de un caballo y cosas así no será por los ojos, ni por ningún otro de los sentidos, pues aquello que reconocemos como caballo de los caballos no es nada físico.
Idea2.- ¿Cómo se conocerán entonces?
Idea1.- Tal como yo me relaciono contigo, por el puro pensamiento, al cual no le son necesarios los ojos.
Idea2.- Pero tengo una duda.
Idea1.- No dudes en decírmela.
Idea2.- Un caballo no solo tiene el mismo aspecto que otros caballos, también puede ser diferente de ellos en muchas otras cosas. Por ejemplo, tal vez este caballo de aquí sea tuerto, o este otro sea más alto que los demás.
Idea1.- Bien dicho. Pero dime tú ahora. ¿Dirías que un caballo es tuerto, o alto, porque tiene ciertos rasgos en común con todo lo que es tuerto o alto?
Idea2.- Para, para, lo he entendido. Ya veo que ibas a volver a empezar.
Idea1.- ¿Y te imaginas cuál ha de ser la conclusión?
Idea2.- Difícilmente.
Idea1.- Cierto, es difícil de imaginar. Pero no de pensar. Las cosas son, todas ellas y todo lo que son ellas, algo que no es físico.
Idea2.- ¿Y qué son entonces?
Idea1.- Ideas, como nosotras. Si quieres llamo a la idea de caballo y que te lo explique ella.
Idea2. – Bien. Pero no sé cómo te va a oír ni venir sin tener orejas ni patas.
Idea1.- ¿Pero en qué mundo crees que vives? ¿Has visto, sin ojos, que no los tienes, que en este mundo ideal nuestro haya espacio alguno que recorrer o en el que hagan eco las palabras? ¿Crees que la idea de caballo habita acaso en alguna cuadra o cueva?
Idea2.- Mmm. Eso de cueva que has dicho me recuerda a alguna idea mítica que conozco...



Si quieres seguir leyendo:
Escenas de la vida de las Ideas platónicas (II)
Escenas de la vida de las Ideas platónicas (III)
Escenas de la vida de las Ideas platónicas (y IV)

lunes, 6 de octubre de 2025

13. Lo que siempre quiso saber sobre las ideas de Platón y nunca se atrevió a preguntar






La llamada “teoría de las ideas” es la teoría ontológica de Platón, es decir, la teoría platónica acerca de la realidad. Platón nunca la expuso, que sepamos, de manera sistemática. Como buen filósofo lo que hace es pensarla y discutirla una y otra vez, tal como muestra en sus diálogos.


¿CÓMO AFRONTA PLATÓN EL PROBLEMA DE LA REALIDAD?

Como casi todos los filósofos anteriores, Platón afronta el problema de la realidad distinguiendo entre aquello que se nos aparece inmediatamente a los sentidos (y que se muestra inconsistente, absurdo y caótico) y aquello otro que la razón reconoce como necesario para dotar de identidad, causa, ley y cognoscibilidad a lo real. A lo primero lo llamará "mundo sensible" y a lo segundo "mundo inteligible", pues solo podemos conocerlo a través de la inteligencia. El mundo sensible se compone de todo lo que creemos percibir o experimentar (las cosas, seres y sucesos físicos o psíquicos); el mundo inteligible se compone de lo que Platón va a llamar "formas" o "ideas". Estas "formas" van a ser la respuesta de Platón a la pregunta por la "arkhé" típica de los presocráticos; es decir, a la pregunta por aquello que constituye la identidad de las cosas, lo que las causa o mueve, y lo que determina su forma de ser. 


¿QUÉ SON LAS IDEAS PLATÓNICAS?

En sus diálogos, Platón habla constantemente de ciertas “formas” o “ideas”. Estas formas o ideas:
(a) son las cosas verdaderamente reales;
(b) son el aspecto que tienen en común las distintas partes y momentos de un individuo particular (por ejemplo, la idea o forma de Sócrates o de Rocinante); el aspecto que tienen en común los distintos individuos que componen una clase o género (por ejemplo, la idea o forma de ser humano o de caballo); y los distintos aspectos o cualidades que podemos atribuir a un individuo o género (por ejemplo, la idea o forma de animalidad, racionalidad, nobleza, ancianidad, prudencia, belleza, etc. );
(e) son el modelo ideal o perfecto de cada individuo, género o cualidad de los que son idea o forma;
(c) son trascendentes, es decir, independientes del espacio y el tiempo (no son extensas o corpóreas, pueden "estar" en muchos lugares sin dividirse, no cambian ni están sujetas al tiempo), por lo que no son cosas físicas o sensibles;
(d) son objetivas, no subjetivas; no son fenómenos mentales (pues estos están sujetos al tiempo) ni dependen de que las pensemos para existir (pueden ser el objeto del pensamiento, pero no son pensamientos).
(e) son la condición de posibilidad del conocimiento, en cuanto permiten identificar y reconocer a las cosas atribuyéndoles unidad, identidad y determinadas cualidades o propiedades (X es una cosa, animal, caballo, bello, noble, etc.).





¿POR QUÉ CREE PLATÓN QUE EXISTEN LAS IDEAS?

Primero: Si las cosas sensibles existen de algún modo (aun como apariencias) han de tener identidad y ciertas propiedades o aspectos característicos; ahora bien, ni la identidad ni las propiedades con que caracterizamos a las cosas tienen cabida en el mundo sensible; por tanto, si las cosas sensibles existen (de algún modo), ha de existir también un ámbito de realidad no sensible en donde radiquen su identidad y las propiedades que las caracterizan (este ámbito es el que llamamos el mundo de las formas o ideas). Explicación: Nada puede ser sin unidad (sin ser "una" cosa) ni sin cierta identidad estable (sin ser "lo mismo" de un instante a otro); pero las cosas sensibles son continuamente divisibles en partes y momentos diferentes, por lo que en ningún caso se cumple en ellas la mínima condición para ser, que es la unidad o identidad (A = A). Este ocurre también en los fenómenos psíquicos, pues aunque no estén sujetos al espacio, sí que están sujetos al tiempo. Siendo así, las cosas sensibles (físicas o psíquicas) solo pueden ser algo en relación con otras cosas que sí tengan esa unidad o identidad; esas otras cosas son las formas o ideas trascendentes. Además, las cosas sensibles son lo que son en tanto poseen determinados aspectos o propiedades (son... grandes, vivas, nobles, dinámicas, hermosas, humanas, Sócrates, etc.), pero ninguna de estas propiedades puede ser una cosa física o psíquica (fijaos que, por ejemplo lo grande o lo vivo pueden estar en muchos lugares y tiempos a la vez, o no estar en ninguno, sin dejar de ser lo que son); son, pues, formas o ideas. 

Segundo: Las cosas sensibles están en un continuo proceso de devenir, de evolución o de involución (por eso nos parecen más o menos perfectas o imperfectas, más o menos grandes, vivas, nobles, hermosas, etc.); ahora bien, si las cosas sensibles existen y devienen ha de existir también aquello en razón de lo cual evolucionan o involucionan: algo que ya no evolucione ni involucione, y que no puede pertenecer al mundo sensible (pues en él, como decimos, todo esta en proceso de cambio); esto que no cambia ni deviene, porque ya es perfecto, son las ideas o formas inteligibles, que son también modelos de perfección ideales para las cosas que participan de ellas. Explicación: todo en el mundo sensible nos parece más o menos imperfecto o inacabado (no hay caballos, personas, ni círculos concretos que sean perfectos); de hecho, todo lo sensible se mueve y cambia, bien para desarrollarse o para deteriorarse. Ahora bien, la experiencia de lo imperfecto y del cambio no sería posible sin la existencia de lo perfecto e invariable; esta perfección no existe en el mundo sensible, pero como es condición del mismo, si existe el mundo sensible, ha de existir esa perfección, pero no en el mundo sensible, sino en el mundo inteligible de las formas o ideas, que son también el modelo de perfección de las cosas sensibles, es decir, el grado máximo de ser cada cosa y de cada propiedad de cada cosa (el Sócrates perfecto, el caballo perfecto, la belleza perfecta, etc.).

Tercero. Si las cosas sensibles fueran las únicas cosas reales, no podrían ser conocidas (ni siquiera como apariencias), pues carecerían de la unidad, identidad y propiedades necesarias para poder ser identificadas y definidas; ahora bien, dado que podemos conocer de algún modo a las cosas sensibles, han de existir otras realidades no sensibles que hagan posible dicho conocimiento (estas otras realidades no sensibles son las formas o ideas). Explicación: si las cosas fueran físicas o psíquicas (corpóreas y cambiantes), no podrían conocerse, pues lo corpóreo es infinitamente divisible en partes diferentes (carece de unidad, de límite o fin, y es por tanto indefinible) y, junto con lo psíquico o mental, está continuamente cambiando (nunca es lo mismo de un momento a  otro); así, nunca podríamos decir de algo que "es una cosa”, pues siempre podríamos volver a dividirla en dos partes diferentes, ni tampoco podríamos decir que "es la misma cosa", pues al decirlo ya sería otra (pues habría cambiado en el tiempo). Además, todo lo que podemos decir de una cosa sensible (más allá de que es una y la misma cosa) son propiedades o predicados (es bajo, es feo, es gordo, es sabio, es ateniense, es Sócrates...), ninguno de los cuales tienen naturaleza sensible (lo bajo, lo feo, lo gordo, lo "sócrates"... no son objetos sensibles, ni físicos ni psíquicos). 


¿PERO ENTONCES, CUÁNTOS TIPOS DE REALIDAD EXISTEN, SEGÚN PLATÓN?

Como hemos visto, Platón habla de dos tipos de realidad o mundos: el mundo sensible y el mundo inteligible (dualismo platónico). El mundo sensible es el mundo de las cosas físicas (y psíquicas), sujetas al tiempo y al espacio, divisibles y cambiantes (nacen, cambian, mueren...) y que se nos aparece ante los sentidos. De otro lado, el mundo inteligible es el mundo de las formas o ideas trascendentes, ajenas al tiempo y al espacio, cuyos seres (las ideas) son incorpóreos, indivisibles, eternos (no nacen ni cambian ni mueren) y perfectos; es un mundo que no podemos experimentar con los sentidos, pero sí podemos captar con la inteligencia, especialmente cuando filosofamos.

Ahora bien, de esos dos mundos, el mundo realmente verdadero (y fundamento del otro) es el mundo inteligible. El mundo sensible es descrito por Platón como un reflejo o imagen del mundo inteligible, y que no puede ser en sí mismo nada (¿monismo platónico?). Como hemos visto en el punto anterior, las cosas físicas (o psíquicas) no tienen ser o identidad por sí mismas (son infinitamente divisibles y cambiantes). Solo son en cuanto se relacionan con las ideas (lo unitario, lo permanente de cada cosa). Un caballo no pueden ser (ni ser pensado) sino por participar de la forma o idea de caballo. Son las formas lo que dan unidad y permanencia a las cosas. Por el contrario, el mundo inteligible existe por sí mismo. Las ideas son lo que son por sí mismas, no necesitan a las cosas físicas para ser. La idea de caballo es lo que es, y siempre será así, haya o no caballos sensibles y particulares en el mundo. La idea de dos o de círculo es lo que es, aunque nadie las piense o descubra. Sin las ideas las cosas físicas (o psíquicas) no pueden ser nada. Pero sin las cosas físicas (o psíquicas) las ideas siguen siendo exactamente lo que son.

Platón establece algunas distinciones más, tanto en el mundo sensible como en el mundo de inteligible. En el mundo sensible diferencia las cosas físicas (por ejemplo, los caballos, los árboles, etc.) de sus imágenes y reflejos (por ejemplo, una pintura representando un caballo o un árbol). Las imágenes de los objetos físicos representan para la ontología platónica el menor grado de realidad posible, pues dado que los objetos físicos son imágenes o reflejos de las ideas, las imágenes de los objetos físicos serían como “imágenes de imágenes” (Por esto Platón dice en ocasiones que el arte está alejado “dos veces” de la realidad).


En el mundo inteligible diferencia, en primer lugar, entre las ideas reflejadas en el mundo sensible, y las ideas consideradas en sí mismas. Las ideas reflejadas en el mundo sensible (tal como se narra en el mito de la caverna, los objetos reales no se pueden mirar directamente, sino que primero han de contemplarse reflejados en el agua, etc.) son las ideas en tanto explicación científica del mundo sensible, esto es, entendidas como hipótesis desde las que comprender y organizar los datos sensibles. De estas ideas científicas, las más fundamentales (las menos mezcladas con el mundo sensible) son las matemáticas, aunque las ideas matemáticas no dejan de tener cierta relación con lo sensible o inmanente: el espacio (la geometría) y el tiempo (la aritmética). Más allá de las ideas tal como se reflejan en las cosas sensibles, están las ideas consideradas en sí mismas, independientemente de lo sensible son las ideas puras con las que trabaja el filósofo

Ahora bien, las ideas consideradas en sí mismas pueden ser de muchos tipos. Platón parece sugerir a veces que hay tantas ideas como cosas o individuos (por ejemplo, la idea o forma de cada persona o cada caballo...), aunque casi siempre menciona ideas de género (idea de caballo, de hombre, etc.) y de propiedad o cualidad (idea de blancura, grandeza, etc.), sobre todo de cualidades morales y estéticas (ideas de virtud, valentía, belleza...). En algún diálogo plantea ciertas ideas más fundamentales (las ideas de ser, identidad, diferencia, movimiento, reposo...), de las que “participarían” las demás. Pero la idea más fundamental de todas, la idea o forma de todas las demás, es la que denomina “Idea de bien”, con la que se representa la unidad y perfección que comparten todas las ideas.

¿CÓMO SE RELACIONAN EL MUNDO SENSIBLE Y EL MUNDO INTELIGIBLE?

Platón explica de distintos modos (a veces de modo imaginativo o mítico) la relación entre las ideas y los seres sensibles. En algunos casos utiliza el concepto de “participación”: las cosas sensibles participan de las ideas, y por eso son lo que son (por ejemplo: algo es un caballo blanco porque participa de las ideas de caballo y de blancura). En otros casos (en el diálogo el Timeo) Platón emplea otra metáfora típica: las ideas son el modelo de las cosas sensibles, que serían meras copias suyas. Según esta última concepción Platón narra a través de mitos (recurso muy frecuente en Platón) como un dios creador (el “demiurgo”) habría dado “forma” o límite a la materia fijándose en el modelo que son las ideas. Otra manera, más psicológica, de entender la relación entre ideas y cosas alude al alma humana, que contiene en sí el recuerdo de las ideas y las proyecta y reconoce en las cosas sensibles al percibirlas o conocerlas (las ideas serían algo que “pone” el alma al ver las cosas, aunque esta interpretación no es literalmente platónica –Platón no dice esto-- sino una interpretación que cabría hacer de sus teorías).

¿CÓMO SE RELACIONAN ENTRE SÍ LAS IDEAS? ¿QUÉ ES LA IDEA DE BIEN?

Platón no deja claro cómo es la relación entre esas realidades que son las ideas. Desde el punto de vista del conocimiento humano, se relacionan a través del pensamiento, sobre todo del pensamiento filosófico, al que Platón denomina “dialéctico” (véase la siguiente entrada). Desde el punto de vista de las propias ideas, podríamos interpretar que unas se comprenden en otras, hasta llegar a la idea que las comprende a todas de forma absolutamente unitaria. Esta “idea de ideas” es la “idea de Bien”. Si cada idea particular representa lo unitario y perfecto de cada cosa o clase de cosas (lo unitario y perfecto de todos y cada uno de los caballos, lo unitario y perfecto de todos y cada uno de los hombres, etc.), la idea de todas y cada una de las ideas representará lo unitario y perfecto en sí mismo, es decir: la máxima unidad y perfección. Esta idea absolutamente una y perfecta ya no puede ser pensada bajo ninguna otra idea (su existencia solo puede ser “intuida” como necesaria), está “más allá de todo”, pero es lo que permite que todo sea (incluyendo a las ideas) y pueda ser conocido. Platón la simboliza con la imagen del Sol, que lo alumbra todo, permitiendo que las cosas sean y sean conocidas (pero sin que nada pueda "alumbrarlo" a él).

LA TEORÍA DE LAS IDEAS EN LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA 

En el mito o alegoría de la caverna (que aparece en alguno de los textos orientativos) encontramos representada, a través de imágenes, la teoría sobre la realidad de Platón. El mundo interior a la caverna representa el mundo sensible (la tierra, el mundo de “abajo”), y el mundo exterior a la caverna representa el mundo inteligible o real (lo celeste, el mundo de “arriba”, las ideas). El mito también escenifica los cuatro grados de realidad (de menor a mayor) y las relaciones entre ellos. Las imágenes o sombras en el fondo de la caverna (objetos de la imaginación) son las copias o reflejos de las cosas físicas que van apareciendo tras el tabique, alumbradas por el fuego (imagen y copia, a su vez, del Sol, y que tal vez simbolice a la razón humana), y que son el modelo de aquellas. Pero, a la vez, tales cosas físicas son objetos hechos a imitación (copias, imágenes) de las cosas reales que existen fuera de la caverna (las ideas), que son su modelo. Estas ideas se conocen primero reflejadas en superficies pulidas, dice la alegoría (es decir, como hipótesis explicativas de las cosas sensibles, o como lo que hoy llamaríamos “ideas científicas” – entre las que Platón destaca siempre las matemáticas –). A su vez, todas estas existen y son conocidas en sí mismas (al modo filosófico, sin ser ya hipótesis para explicar el mundo sensible) gracias a la luz del sol (la idea de Bien) que es el modelo de todas ellas, esto es: la idea misma de unidad y perfección.


¿QUÉ OBJECIONES PODRÍAN HACERSE A LA TEORÍA DE LAS IDEAS?

Primera: La relación entre el mundo sensible y el inteligible es muy problemática. ¿Cómo pueden relacionarse “realidades” tan distintas? El dualismo presenta siempre este problema. El concepto de participación quizás no sea satisfactorio, pues, por ejemplo, si un hombre concreto es "hombre" por participar o parecerse a la idea de hombre, esto querría decir que hay otra idea, la de la forma en común de ese hombre concreto con el hombre ideal, y así hasta el infinito (la forma en común de la forma en común del hombre concreto y el hombre ideal con el hombre ideal, etc., etc.). A esto se le llama “el problema del tercer hombre”.

Segunda: Si suponemos un mayor grado de monismo en Platón, y comprendemos el mundo sensible como una realidad aparente o ilusoria (en el fondo, las cosas sensibles no serían realidades, sino apariencias), aparece otro problema. ¿Qué tipo de realidad es lo aparente (lo que parece que es, pero no es nada por sí mismo)? 

Tercera: Para muchos filósofos, negar o minusvalorar la realidad del mundo que vemos no es admisible, pues de alguna manera la realidad de este mundo es evidente (no ilusoria). En este sentido, la explicación de Platón no es suficiente, pues no explica lo evidente

Cuarta: la existencia de realidades trascendentes (“fuera” del espacio y el tiempo) resulta también inadmisible a muchos filósofos (por ejemplo, a los filósofos materialistas o “inmanentistas”), para los cuales nada puede existir si no es en el espacio y el tiempo. Ni los "fantasmas" (seres incorpóreos) ni los "vampiros" (seres inmortales) existen, diríamos en broma, no hay ángeles ni dioses, todo eso son mitos, igual que las ideas platónicas. En realidad las ideas no serían, según estos filósofos, más que abstracciones que produce la mente a partir de la experiencia del único mundo real, que sería el mundo sensible. 

Quinta: en cualquier caso, con su teoría del mundo inteligible, y dado que el mundo sensible parece innegable, Platón complica el problema ontológico, más que resolverlo: multiplicar las realidades y no poder explicar satisfactoriamente ninguna de ellas (ni la realidad de las cosas sensibles ni la de las cosas inteligibles) es visto, por algunos filósofos, como un gran error



Aquí, la presentación de clase:


domingo, 5 de octubre de 2025

12. El mito de la caverna



Imagina, dice Platón, unos hombres prisioneros desde niños en una oscura caverna. En ella viven atados de tal modo que sólo pueden mirar hacia la pared del fondo. Detrás de ellos se encuentra un pequeño muro y detrás de él, sin que los prisioneros puedan verlos, pasan unos extraños hombres hablando entre sí y portando objetos en la cabeza con forma de hombres, animales y cosas diversas; un poco más allá de ellos hay una hoguera. La luz de la hoguera ilumina a esos extraños seres y sus objetos de manera que la sombra de tales objetos se proyecta en el fondo de la cueva. ¿Qué será el mundo (pregunta Platón) para esos prisioneros? Ellos creerán, sin duda, que el mundo no es más que las sombras y los ecos que miran y escuchan en el fondo de la caverna. 

¿Pero qué pasaría si liberáramos a uno de esos prisioneros? Se quedaría asombrado al comprobar que lo que veía no eran sino la sombra de cosas y seres que desconocía. Y si lograra salir de la cueva y ver, no copias de objetos que figuran otras cosas, sino a las propias cosas iluminadas por el Sol, se sorprendería aún más, pues comprendería que los objetos y sombras de la caverna no son sino copias (y copias de copias) de las cosas reales que existen fuera. Mientras se acostumbrase a la luz solar, el prisionero tendría que mirar estas cosas reales en sus reflejos en el agua y otras superficies, pero, más tarde, podría mirarlas directamente, e incluso percatarse de que es el sol el que permite admirarlas a todas. 

Imaginaos que este hombre quisiera volver a la caverna a contarle a sus compañeros todo lo que ha visto. Al principio, y mientras se acostumbrara de nuevo a la oscuridad, se comportaría torpemente y sería el hazmerreir de todos. Pero cuando contara a los demás lo que ha visto fuera, sería aún peor: lo tomarían por loco e incluso es posible que intentaran hacerle daño y matarle. 


 

Esto es, en esencia, el contenido del mito o alegoría de la caverna. Algunos de los textos orientativos de la prueba PAU tratan de él, así que es conveniente que reflexiones sobre él y trates de interpretarlo. Qué creéis que nos quiere decir este mito? ¿Qué es lo que más os ha llamado la atención en él? ¿Creéis que nos revela algo importante? ¿Tiene algo que ver con vuestra vida cotidiana, o con lo que hacéis todos los días aquí en clase? Verás que, conforme vayamos conociendo aspectos del pensamiento de Platón, iremos profundizando cada vez más en esta interpretación.



Por cierto, pulsando AQUÍ podéis escuchar el mito en nuestra versión radiofónica.

Y aquí, la presentación de clase




sábado, 4 de octubre de 2025

11. Platón: pensar antes de actuar


 Aristocles, apodado Platón, es el mayor filósofo de la antigüedad, y uno de los más importantes de toda la historia de la filosofía. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, forma con ellos la gran triada de la filosofía griega. Es difícil exagerar su influencia. Casi toda la filosofía posterior se ha hecho con él, o contra él, pero nunca sin él. En sus diálogos expuso y discutió sobre todos los asuntos de la filosofía: la realidad, el ser humano, la verdad, la bondad y la justicia, la belleza... 

Platón nació en Atenas en el 427 a.C., en el seno de una familia aristocrática y vinculada al poder político. Parece ser que su primera intención fue la de ser poeta, pero su encuentro con Sócrates, a los 20 años, le despertó la vocación por la filosofía. 

Al joven Platón le tocó contemplar la decadencia de su ciudad tras el esplendor de la época clásica. La larga guerra del Peloponeso sumió a la democracia ateniense en una grave crisis, y acabó con la hegemonía económica y política de Atenas sobre el resto de Grecia. 
En el 404, tras la victoria definitiva de Esparta y sus aliados, los vencedores imponen en Atenas el gobierno de los Treinta tiranos. Algunos de los dirigentes del nuevo gobierno eran familiares de Platón e invitaron al joven a participar en política, pero este se negó, espantado por la violencia y la injusticia que caracterizaba al nuevo régimen. 

 Muy poco después, cuando cae el gobierno de los Treinta y se reinstaura la democracia, Platón vuelve a albergar esperanzas sobre la regeneración política de Atenas, pero la actuación de los nuevos dirigentes le decepciona de nuevo, especialmente tras el proceso y ejecución de su amigo y maestro Sócrates, al que Platón consideraba “el hombre más justo de Atenas”.



 Convencido de que, en gran parte, la decadencia de Atenas se debía al relativismo moral difundido por los sofistas, Platón se entregó al esfuerzo filosófico por demostrar la existencia de principios y valores absolutos desde los que reconstruir la vida política. En su diálogo más conocido, titulado República, Platón esboza las líneas maestras de un nuevo régimen político basado en la educación y en el gobierno de los más sabios. 

Movido por su discípulo y amigo Dion, Platón viajó varias veces a Siracusa con objeto de poner en práctica su teoría política, aunque todos sus intentos fueron en vano. A la vez funda en Atenas la Academia como un centro de investigación para filósofos.

En cierto modo, la vida de Platón parece encarnar la del sabio que, en su obra la República, se siente moralmente compelido a “volver a la caverna” a educar y liberar a los hombres.

Como podéis leer, el mismo Platón escribió sobre todo esto en esta carta (la llamada Carta VII):

"Antes, cuando yo era joven, sentí lo mismo que les pasa a otros muchos: tenía la idea de dedicarme a la política tan pronto como fuera dueño de mis actos. Entonces se produjo una revolución; al frente de este cambio político se establecieron como jefes cincuenta y un hombres. Ocurría que algunos de ellos eran parientes míos y me invitaron a colaborar en trabajos que, según ellos, me interesaban. Lo que me ocurrió no es de extrañar, dada mi juventud: yo creí que iba a gobernar la ciudad sacándola de un régimen injusto para llevarla a un sistema justo, de modo que puse una enorme atención en ver lo que podía conseguir. En realidad, lo que vi es que en poco tiempo hicieron parecer de oro al antiguo régimen; entre otras cosas enviaron a mi querido y viejo amigo Sócrates, de quien no pondría ningún reparo en afirmar que fue el hombre más justo de su época, para que, acompañado de otras personas, detuviera a un ciudadano y lo condujera violentamente a la ejecución. Pero Sócrates no obedeció y se arriesgó a toda clase de peligros antes que colaborar en sus iniquidades. Viendo, pues, todas estas cosas, me indigné y me abstuve de las vergüenzas de aquella época.
Poco tiempo después cayó el régimen de los Treinta, y otra vez me arrastró el deseo de dedicarme a la política. Pero la casualidad quiso que algunos de los que ocupaban el poder hicieran comparecer ante el tribunal a nuestro amigo Sócrates y presentaran ante él la acusación más inicua y más inmerecida. Al observar yo todas estas cosas, cuanto más atentamente lo observaba más difícil me parecía administrar bien los asuntos públicos. Entonces me vi obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en la vida pública como en la privada"
.[Platón. Carta VII. Extractos]



¿Qué pensáis? ¿Creéis que es necesario pensar sobre lo que es lo justo antes de actuar políticamente? ¿Creéis que es así, investigando sobre lo que es justo, como se llega habitualmente a ser político?...







Aquí, la presentación de clase:

jueves, 25 de septiembre de 2025

10. Tumultuosa rueda de prensa de los filósofos pluralistas.


Las anteriores teorías filosóficas no podían justificar lógicamente la pluralidad y el cambio (¿Cómo surge todo de una misma cosa? ¿Cómo se divide el Ser a sí mismo?...). Los filósofos pluralistas tampoco. Empédocles, Anaxágoras, Demócrito, Leucipo... se limitan a aceptar la pluralidad y el cambio como algo innegable, y a partir de ahí lo explican todo. Empédocles con cuatro principios (Aire, Tierra, Agua, Fuego) que son unidos por dos fuerzas (Amor y Odio) dando lugar a todos los seres y sucesos en un proceso continuo de expansión (Odio) y contracción (Amor). Anaxágoras plantea infinitas semillas (homeomerías) que son movidas por un misterioso ser (el "Nous" o Inteligencia) y que, al combinarse, dan lugar a todo lo que vemos. Finalmente, Demócrito y Leucipo, afirman que existen infinitos átomos con formas distintas que, al moverse azarosamente en el vacío, chocan y se engarzan unos con otros para dar lugar a distintas cosas y mundos. Cómo os podéis imaginar, las teorías pluralistas tienen muchos problemas: ¿Cómo es que existen tantas cosas al principio; qué tienen en común; cuál es su "arkhé"; qué da forma a los distintos átomos; por qué son indivisibles; de dónde salen las fuerzas que mueven a los elementos; qué es el Nous de Anaxágoras; cómo se mueven las cosas en el vacío; puede existir el azar; podría haber infinitos mundos?... 

Para entender estas viejas teorías y sus problemas, no os perdáis la siguiente rueda de prensa (ni la presentación del final, en la que aparecen resumidas las teorías y los problemas).


De nuestro corresponsal en Atenas. Siglo V a.C. Los tres “filósofos” del momento, EmpédoclesAnaxágoras y Demócrito, decidieron ayer ofrecer al público los resultados de su investigación sobre la physis en una rueda de prensa que, tras las preguntas de algunos periodistas, desembocó en una virulenta discusión y la salida airada de dos de los filósofos de la sala. Este blog ofrece en rigurosa exclusiva un extracto de lo que allí ocurrió.

Anaxágoras.- Señores, silencio por favor (Se oyen múltiples rumores en la sala; al parecer la indumentaria del filósofo Empédocles ha levantado revuelo; Demócrito, entre tanto, ríe a carcajadas mientras conversa con algunos periodistas). ¡Silencio! (el público de la sala, abarrotada, al fin se calla). Ejem. Señores. En la filosofía se abre hoy una nueva etapa, la etapa pluralista. Durante estos últimos cien años, nuestros antecesores han extendido creencias que, pese a su esfuerzo y buena intención, han llenado de errores las cabezas de nuestros contemporáneos. Desde el ínclito Tales y sus secuaces hasta el agudo Parménides, pasando por los sabios pitagóricos y por el oscuro y soberbio Heráclito, se ha mantenido la peregrina idea de que todo se reduce, en realidad, a una única cosa o principio. Ya sea el agua de Tales, el aire de Anaxímenes o el número de Pitágoras. Pero el gran Parménides demostró que de una sola cosa solo puede provenir ella misma, y que además ésta, por su soledad, no tiene motivo ni ocasión ninguna para moverse o cambiar, negando así lo que parece a todas luces evidente: que el mundo está lleno de múltiples cosas que cambian y se mueven.
Empédocles.- ¡Inadmisible, eso es inadmisible! Pero nosotros, gracias a nosotros mismos (especialmente a mí) y no a los dioses, hemos descubierto la Verdad, que más luminosa aún que el sagrado Sol ha incendiado nuestras almas del fuego de la...
Anaxágoras.- Abreviando. La naturaleza, afirmamos nosotros, consta de múltiples principios, infinitos diríamos yo y mi colega Demócrito aquí presente, o tal vez cuatro como afirma el venerable Empédocles…
Empédocles (con voz cavernosa y afectada).- ¡Cuatro son las raíces de las cosas: Zeus resplandeciente, Hera avivadora, Aidoneo y Nesti que de lágrimas destila la fuen…!
Anaxágoras (interrumpiéndolo bruscamente).- Es decir, fuego, aire, tierra y agua, ¿no maestro? (Empedocles hace un gesto de desprecio y se calla). Pues bien, de estos elementos, finitos o infinitos, hemos descubierto que están hechas todas las cosas, muchas y cambiantes ellas, pero únicos y permanentes aquellos.



Demócrito.- A ver, ¿nadie en esta sala ha gozado de pequeño con esos juegos de construcción en los que, con pequeñas piezas, bien duras y diferentes, se podían imitar, engarzándolas con habilidad, el Partenón o el teatro de Dionisos? Pues a imagen de esos juegos de construcción está hecha la realidad. Cada uno de los objetos y seres que vemos no son más que combinaciones afortunadas de esas infinitas y minúsculas piezas, indivisibles ellas, que yo llamo átomos. Las múltiples cosas visibles se construyen y se destruyen, nacen y mueren, pero los átomos invisibles, sus piezas, son siempre los mismos y jamás se destruyen. ¿Habéis entendido?
Periodista 1.- Aristóbulo, de Noticias del Ática. ¿Cómo se reúnen y se desunen esos átomos o lo que sea para formar las cosas? ¿Algún dios, quizás, es el que juega con ellos?
Anaxágoras.- ¡Dios no, sino “Nous” se llama la suprema  Inteligencia que hace torbellino de esos elementos minúsculos y da lugar a los compuestos que conocemos!
Demócrito.- Ja, ja, ja… Mi estimado colega Anaxágoras persiste en viejas creencias de viejas. No hace falta “Nous” ninguno, querido. Mis átomos, al menos, se mueven ellos sólitos y sin quererlo nada ni nadie se unen y se desunen oportunamente para formar este sol que nos alumbra o tu anticuada y venerable cabeza.
Anaxágoras.- Te recuerdo, Demócrito de Abdera, que por negar todo tipo de viejas creencias, y afirmar que el sol no es más que una piedra llameante, me ando jugando esa cabeza ante las ignorantes multitudes. Un poder inteligente, mi “Nous”, es, quieras tú o no quieras, necesario para que el movimiento de esas semillas, de las que todo está hecho, tenga dirección y sentido.
Empédocles.- ¡La Discordia, como veis, pero también el Amor, mueven el mundo! Son estas viejas fuerzas en movimiento las que unen y desunen, alternativamente, y según antiquísimas leyes, las raíces del cosmos!
Demócrito.- ¡Qué diablos de leyes! ¡De qué Amor y Discordia hablas! Me desconciertas con ese lenguaje, impropio de filósofos. ¡El cosmos no es más que una colección de infinitos átomos moviéndose en el vacío y creando mundos y cosas diversas al chocar unos con otros!
Periodista 2.- Aristógato, del Maratón Noticiero. Si no he entendido mal ustedes pretenden justificar con argumentos la existencia de la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Anaxágoras.- Así es, joven.
Periodista 2.- Pero comienzan su argumento diciendo que el principio de la realidad son muchos átomos, semillas o lo que sea, y que estas cositas están en movimiento, bien por sí solas, bien ayudadas por el Amor, el Odio y cosas así. ¿No es esto?
Empédocles.- Más o menos.
Periodista 2.- Entonces, o mucho me equivoco, o están ustedes demostrando la pluralidad y el movimiento con el astuto argumento de que por principio existen la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Empédocles.- Hum. Noto en este joven cierta ironía…
Periodista 3.- Aristópsema, de La Verdad de Elea. El sabio Parménides decía que ni el cambio ni el movimiento eran posibles, pues lo que cambia, en tanto cambia, es y no es lo mismo, y lo que se mueve, en tanto se mueve, está y no está en el mismo sitio. No veo por ninguna parte que sus teorías pluralistas contradigan en nada estos argumentos.
Periodista 2.- ¡Cierto! Si el Amor hace el milagro de unir las piezas de mi mente para que logre comprender a Empédocles, yo entonces he cambiado, pero en ese caso soy el mismo aunque ya no lo sea. ¿Cómo se explica esto?
Empédocles (muy enfadado).- Sigo notando mucha ironía en ese joven.
Demócrito.- Ja, ja, ja… ¡Pero tiene toda la razón! Los argumentos de Parménides contra la pluralidad y el cambio son irrefutables. La única prueba de que existen muchas cosas y de que cambian es… Que lo vemos. Pero, ¿es cierto lo que vemos? Yo estoy convencido de que no. En realidad la realidad son átomos y vacío. Todo lo que vemos es ilusión. En fin…
Anaxágoras.- (Estallando) ¡Vacío! ¿Pero de qué hablas? Te ríes tú de mi “Nous” y no te ríes de tu absurda noción de vacío!
Demócrito.- Oye, yo me río de todo. Pero lo más risible de todo es que tú y ese poeta de Agrigento (señalando a Empédocles) penséis que vuestras extrañas partículas puedan ser muchas y moverse en ausencia de vacío. ¿Qué las distingue entonces? ¿Cómo pueden desplazarse si todo está lleno de ellas? ¿Me lo podéis explicar, por favor?
Empédocles.- (cada vez más enfadado) ¡¿Y puedes tú explicarnos, sin artificios poéticos por supuesto, qué diablos es ese “algo que no es nada” y a lo que tú llamas "vacío"?!
Demócrito.- ¡¡Pregúntaselo a los físicos de dentro de veinte siglos, a ver si ellos te lo saben decir!!
Periodista 2.- Ja, ja, ja. Parece que entre Empédocles y Demócrito ha estallado la Discordia…
Empédocles.- ¡Te lo avisé! (Le tira una de sus sandalias de bronce al periodista 2). ¡Mira a ver si nace el Amor entre esa y tu cabeza, insolente!
Demócrito.- (Con una amarga sonrisa) Veis, todo esto demuestra que el mundo no está regido por ninguna “Inteligencia”.

(Anaxágoras se marcha indignado. Empédocles ha salido corriendo detrás del periodista 2 y de su valiosa sandalia. Los demás periodistas salen. Tan solo quedan unos cuantos alrededor de Demócrito que se queda hablando animadamente con ellos. Parece que charlan acerca de los cuidados que requieren las viñas y de cómo hacer buen vino). 

¿Qué os ha parecido, en general, la teoría de los pluralistas? ¿Os parece más acertada que las teorías del resto de los filósofos presocráticos? ¿Por qué? ¿Qué problemas podéis encontrar en ella?


Aquí tenéis la presentación de clase: