La realidad cambia, se mueve. Esto es innegable para
Aristóteles: el mundo es suceso, la substancia es esencialmente dinámica. Hay
cambios substanciales, en los que una cosa para a ser otra distinta (de una
semilla brota un árbol, de un huevo un pollo, un ser vivo, al morir, se
convierte en un ser inerte, etc.). Y también cambios accidentales, en los que
solo cambian, por así decir, las circunstancias de una cosa: el cambio
cuantitativo (como cuando alguien engorda o crece), el cambio cualitativo (como
cuando alguien pasa de estar triste a estar alegre), y el cambio local (el
movimiento en el espacio).
Pero a Aristóteles no solo le interesa describir el cambio
(el cómo ocurre), tal como haría un simple científico, sino más aún:
explicarlo, como hacen los filósofos. ¿Qué es el cambio, cómo es posible,
por qué y para qué ocurre?
Aquí Aristóteles se topa con los típicos problemas
filosóficos.
(1) Las
cosas tienen que cambiar y no cambiar a la vez, pues si cambiaran del todo no
serían la misma antes y después del cambio (Si todo yo cambiara no podría decir
“yo he cambiado”, pues yo ya no sería yo).
(2) Todo
cambio supone pasar del no-ser al ser y viceversa. (Si yo aprendo algo, por
ejemplo, a domar caballos, paso del no-ser experto en doma a serlo, o del ser
ignorante en doma a no serlo). Esto es especialmente duro de concebir en el
caso de los cambios más substanciales (por ejemplo, nacer y morir).
La solución que ofrece Aristóteles a estos problemas pasa
por asumir su concepción dualista de la realidad.
(1) Las
cosas cambian en un sentido (cambian de forma, o de propiedades accidentales),
pero en otro sentido permanecen siendo la misma (si el cambio es accidental,
permanece la forma o propiedades substanciales, y si el cambio es substancial,
permanece la materia). Así, si el huevo cambia para ser pollo, por muy
diferente que sean la forma “huevo” de la forma “pollo”, existe un substrato
material que es el mismo en una y otra substancia.
(2) Las
cosas son, en un sentido, lo que ahora mismo son (la forma que tienen ahora),
pero, en otro sentido, son lo que podrían llegar a ser (las formas que les es
posible adoptar). A lo primero le llama Aristóteles “ser en acto” y, a lo
segundo, “ser en potencia”. Así, el cambio no es pasar del no-ser al ser (esto
es ciertamente imposible), sino del poder-ser (el ser en potencia de un cosa)
al ser (su ser en acto). Así, el cambio del huevo al pollo, no es pasar de
no-ser pollo a serlo, sino del “ser en potencia pollo” (potencialidad que está
en el huevo) al “ser en acto pollo".
Así pues, el cambio se explica porque las cosas están
compuestas de dos aspectos o elementos: la materia (que permanece la misma) y
la forma, que cambia en cuanto pasa de estar en potencia en una cosa a estar en
acto. Ahora bien, en los cambios hay dos elementos más. Para que la forma pase
de estar en potencia a estar en acto, hace falta una causa que efectúe o
provoque el cambio (en el caso del huevo que cambia a pollo, esta causa sería
la gallina que incuba el huevo). A esta causa le llama Aristóteles causa
eficiente. Y también hace falta una finalidad del cambio, una causa final
la llama Aristóteles. Según él, todo en el cosmos obedece un orden "teleológico" por el que toda cosa persigue un fin: lograr su máxima perfección, que consiste
en “ser en acto” (actualizar) todo lo que puede ser y
perfecciona su naturaleza. Dicho de otro modo: toda cosa cambia y se mueve con
el fin de desarrollar sus mejores potencialidades (por ejemplo, la mejor y más propia
potencialidad de un huevo es llegar a ser pollo, y la de una gallina,
reproducirse a través de sus crías, y la de las crías crecer y llegar a ser
gallinas, etc.).
En conclusión: en todo cambio intervienen cuatro causas. La causa material (la materia, que es lo más pasivo del cambio, se limita a recibir una forma u otra), la causa formal (la forma en potencia que pasa a ser en acto), la causa eficiente (el agente que efectúa el cambio) y la causa final (la finalidad del cambio).
En conclusión: en todo cambio intervienen cuatro causas. La causa material (la materia, que es lo más pasivo del cambio, se limita a recibir una forma u otra), la causa formal (la forma en potencia que pasa a ser en acto), la causa eficiente (el agente que efectúa el cambio) y la causa final (la finalidad del cambio).
Todo cambio tiene, así, sus causas. Pero como no podemos
llevar la cadena causal al infinito, ha de existir una causa última de todo
cambio (sin que ella misma sea causada). Esta causa es Dios. Dios es causa
incausada, pues no puede haber una causa mayor que Dios. Dado que ninguna causa
le afecta, Dios no cambia ni se mueve (es como un “motor inmóvil”, dice
Aristóteles). Como no cambia, carece de potencialidad, es puro acto, es decir:
está totalmente desarrollado, es perfecto. Y, como perfecto, representa el fin
de todos los fines (pues todos los seres tienden a la perfección). Como ser
perfecto, el Dios aristotélico mueve a las cosas (estando él inmóvil, pues lo
perfecto no necesita moverse) por pura atracción, como lo “amado” mueve al
amante, dice Aristóteles.
¿Qué os parece esta teoría sobre el movimiento y el cambio?
¿Le encontráis algún problema? En general, podemos decir que:
A diferencia de Parménides, o
incluso Platón, que niegan el cambio (lo reducen a algo "aparente"), Aristóteles explica cómo es posible el movimiento y
el cambio. Aunque lo hace a costa de admitir un dualismo que, si lo pensamos a
fondo, acarrea numerosos problemas. Por ejemplo:
(a) ¿Cómo es posible la relación entre materia y forma?
(b) ¿Qué tipo de realidad es “lo posible” o “ser en
potencia”? ¿Cómo, dónde existen las cosas posibles? De otro lado, algo “en
potencia” es y no es. ¿Cómo explicar eso?
(c) ¿Cómo explicar el paso de la potencia al acto? Podría
parecer que Aristóteles se limita a cambiar el problema (pasar del no-ser al
ser) de nivel (ahora sería pasar del no-ser-en-acto al ser-en-acto).
(d) ¿Cómo puede la materia permanecer siendo la misma
durante el cambio si en sí misma (sin forma) no es nada? O, siendo tan sujeta
al tiempo, ¿cómo podría “permanecer” en ningún sentido?