* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)".
Hoy al fin me he despertado, después de muchos años, del
sueño racionalista. Debe ser que he estado leyendo a Hume hasta muy tarde. Era
un sueño bonito, grandioso, pero un sueño al fin. Soñé que con la pura razón
podría conocerlo todo sin moverme, no ya de mi querido Königsberg, sino tan
siquiera de mi gabinete. Soñé que, como decía Leibniz, podría deducir cualquier
cosa a partir de principios evidentes y desplegar, por así decir, todo lo que ya
tenía desde siempre en mí sin saber que lo tenía. ¡Con cuánta ingenuidad y fe
ciega he estado soñando esto durante años (que yo recuerde, desde la escuela)! Ahora sé que es falso. La mayoría de
esas verdades que la razón saca de sí misma no tienen valor alguno para el
conocimiento, no añaden nada nuevo a lo que ya sabemos. Decir que “todos los
cuerpos son extensos”, o que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre
sí”, es como decir que “ningún soltero está casado”. Serán verdades segurísimas,
cierto, necesarias y universales, imborrables por el tiempo y la experiencia
(¡como que no tienen nada que ver con ella!). Ahora bien, ¿qué dicen? Casi
nada. A lo sumo en ellas se analiza el significado del sujeto explicándolo en
el predicado. Sí (se viene a decir), que algo sea un cuerpo significa que es
extenso, claro. Y que alguien este soltero significa que no está casado. ¡Clarísimo!
¿Pero y qué? ¿De qué nos sirven estos juicios “analíticos” a priori?... El
sueño de que con ellos iba a descubrirlo todo es falso y dogmático. Y no menos
que ese que me convenció de que toda idea está ya innata en mi mente.
¡Narices! ¿Y cómo que no lo se ya todo, entonces, en lugar de despertarme una y
otra vez como un pobre ignorante ávido de conocimientos?... No volveré a soñar
con este racionalismo pomposo y dogmático...
(...) Hoy intenté dormir tras el almuerzo, sentía mi cuerpo
pesado, pero me fue imposible. Pensaba en mi sueño racionalista de tantos años.
Ahora había despertado de él, sí, pero ¿a qué?... Me daba cuenta de que los pensamientos que me
proporcionaban un verdadero conocimiento sobre el mundo (porque añadían a mi
mente algo nuevo, provocando una “síntesis” entre ella y la realidad –por eso
me gusta llamar a estos pensamientos o juicios “sintéticos”—), como “todos los
cuerpos son pesados”, o “la Tierra gira alrededor del Sol”, dependen en muchos
casos de la experiencia (son “a posteriori”), pero… ¡Eso querría decir que su
verdad es tan variable y particular como ella! ¿Cómo podría yo estar seguro de
que todos los cuerpos, en efecto, son pesados? ¿Iré uno por uno pesándolos y
repesándolos por todo el mundo y todo el cielo? ¿O cómo se yo que la Tierra
siempre girará alrededor de este Sol que nos alumbra? ¿Me procuraré la inmortalidad
para comprobar que esto es algo más que un hecho pasajero?...
Además (y esto
aumentó mi insomnio y pesadez de estómago), ¿qué me dice la experiencia de la
estabilidad de las cosas, o de la intervención de causas y leyes naturales?
¡Nada de nada! Como bien sabía Hume, creer que existan cosas (¡O yo mismo!), o
que unas son causas de otras, no son más que prejuicios. ¿Se ven acaso tales
cosas y causas? No. ¿Pero necesita mi mente creen en ellas para poder entender
el mundo? ¡Sí!... Si el conocimiento de la pura razón es vacío e inútil, el
conocimiento de los puros sentidos es ciego e imposible: una suma de
impresiones en movimiento, sin nada estable en que fijar la mente, sin una
verdad que no sea tan fugaz como el río de Heráclito. ¿Quién puede dormirse así?
Si el racionalismo te hace reposar como a un niño en una seguridad dogmática.
El empirismo te deshace en inquietud, sin otro descanso que la triste resignación
del escéptico. En fin. Mañana será otro día. ¡Espero! Porque desde la
perspectiva de Hume, ¡nunca se sabe!...
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