jueves, 1 de diciembre de 2016

Diálogo entre Sócrates y Sofistófeles

Nuestro intrépido equipo de expertos del más allá filosófico han logrado (no me preguntéis cómo) invocar a dos espíritus, el de Sócrates y el de un sofista, desconocido hasta hoy, llamado Sofistófeles. El experimento se realizó en un solitario callejón de Atenas, y la energía liberada en el proceso fue tal que todos los expertos, menos uno, perdieron la conciencia. El que quedo, especialmente fornido, y al que llaman el “omoplatos”, me contó luego lo que había visto y oído. Y esto dice que fue:

Sócrates.- Ea, pues, aquí estamos otra vez. Algún maestrillo aprendiz de brujo me ha traído acá, desde otro lugar más dulce, y me obliga de nuevo a vagabundear por estas queridas callejas. ¡Hola, pero si tengo un compañero de desgracia! ¿Quién eres tú, espectro?
Sofistófeles.- Un sofista soy, Sócrates, o eso dicen de mí.
S.- ¿Uno de mis viejos amigos, acaso? ¿Eres el venerable Protágoras? ¿El incisivo Gorgias? ¿O acaso el feroz Trasímaco? Mi vista ya no es como era, y al venir del reino de la Luz, me cuesta mirarte y reconocerte.
Sf.- No soy ninguno de los que dices, y los soy todos a la vez. Allá donde purgamos nuestras penas, acusados de ser unos sinsustancia, me han amasado como una albóndiga, para que tenga algo de miga, y me han hecho uniendo los trozos de unos y de otros, y añadido alguno de la novelle cousine
S.- Ya, ya me han dicho que en esta época sois también los amos del cotarro de lo que el vulgo llama cultura y que ahora enseñáis en todos sitios con solo asomaros a unas extrañas ventanas en las realmente no estáis, pero parece que estáis.
Sf.- Sí, todo cambia para no cambiar nunca. Ahora enseñamos a través de la televisión y otras extrañas máquinas.
S.- ¿Que nada cambia, dices? ¿Has cambiado tú y has dejado de ser sofista tras tantos siglos de purgatorio?
Sf.- Aún no lo logre, Sócrates, por eso pasé el casting para esta invocación de espíritus. Sigo pensando lo que pensaba: que no hay nada de bueno ni de malo, de cierto ni de incierto, fuera del tiempo que pasa y que todo lo cambia, tanto en mí como en los otros hombres, en este lugar y en tantos otros tan diferentes. Soy un relativista, sin lugar a dudas.
S.- Entonces, mantienes, como siempre, que nada valioso existe siempre, pero que esta misma opinión tuya merece eternamente la pena.
Sf.- Siempre es bueno atenerse a la verdad de que nada hay verdaderamente bueno que lo sea para siempre.
S.- Veo que amáis tanto la paradoja, como yo la ironía. Crees entonces que lo bueno y lo justo depende siempre de lo que cada uno estime como tal, en cada época, lugar y circunstancia.
Sf.- Así lo creo, Sócrates.
S.- Pero entonces, sabio Sofistófeles, qué diréis, ¿que es de lo mismo, es decir de lo bueno, de lo que tú y yo hablamos ahora, o de algo que, por ser diferente para ti y para mí, no merece ser definido por las mismas palabras?
Sf.- Las dos cosas diré, oh Sócrates, al mismo tiempo. Discutimos ambos de la misma cosa, lo bueno, pero sin que sea exactamente la misma para ambos.
S.- Entonces, ¿es tan bueno lo que yo tengo por bueno que lo que piensas tú al respecto? Si para mí es bueno llevar esta capa raída y vivir con lo puesto, y para ti vestir con elegancia y vivir en la opulencia, ¿diremos acaso que yo o tú llevemos mejor vida que el otro?
Sf. De ninguna manera, Sócrates, tan buena es tu forma de vivir como la mía.
S.- ¿Dirás entonces que mi opinión de lo bueno y la tuya son, ambas, igualmente buenas, sin que tengamos, ni sea posible, una idea igual de bondad?
Sf.- Eso diré. Es justo que cada uno conciba lo justo a su manera.
S.- Luego si digo que esto que dices no es justo, será justo que lo diga, y tu opinión será injusta, al menos tanto como justa dices que es, pues todas lo son, según dices.
Sf.- Justamente, Sócrates, me haces incurrir en contradicción. Pero eso solo demuestra que la justicia y la bondad no son cuestión de razones. Veinticinco siglos después de tus insensatos intentos, la gente ha convenido ya definitivamente que lo justo y bueno es fruto de convenciones y acuerdos entre todos.
S.- Debo ser entonces el mayor retrasado mental de la historia. Pero dime, Sofistófeles. ¿Crees que los hombres convienen en lo que es justo por serlo, o más bien que lo es porque así lo convienen ellos?
Sf.- Lo segundo, Sócrates. No lo convenimos por ser justo, sino que es justo porque lo convenimos.
S.- ¿Y por qué lo convenimos entonces, si no es por que sea justo?
Sf.- Fácil. Porque nos conviene y nos resulta útil.
S.- ¿Y no estarás, entonces, llamando propiamente “justo” a lo que es útil y conveniente?
Sf.- Precisamente a eso.
S.- ¿Y sabrías responder si te pregunto entonces qué es lo útil y conveniente para todos y cada uno?
Sf.- No, por todos los dioses. Cada uno tendrá por útiles cosas diversas. Aunque me temo que vas a pedirme, aquí también, que te explique cómo es que “útil” designa lo mismo diciendo lo diferente.
S.- No, no voy a insistir en eso. Dime, mejor, que es para ti lo útil, pues esto sí que debes saberlo.
Sf.- Claro, Sócrates. Lo útil es lo que conviene a mis deseos. 
S.- ¿Y estás tú seguro de que deseas lo que te conviene?
Sf.- ¿Cómo no?
S.- ¿Quién crees que sabe mejor lo que conviene a una semilla, el experto jardinero o la semilla misma?
Sf.- El primero, está claro. La semilla se deposita al azar, sin ciencia alguna, a veces sobre la tierra en la que, sin saberlo ella, jamás va a fructificar.
S.- Pues dime ahora, ¿eres tú como la semilla o más bien como un experto jardinero de ti mismo?
Sf.- Si he de desear lo que me conviene, y no lo que me perjudica, he de ser experto acerca de mi mismo, claro está.
S.- ¿Y realmente lo eres?
Sf..- ¿Pero quién si no, Sócrates, puede conocerse mejor a sí mismo que uno mismo?
S.- Esta bien. ¿Pero de qué conocimiento hablas? ¿Del que proporciona verdades reconocibles por todos, como las que cree descubrir el experto en alguna ciencia?
Sf. Ese conocimiento no es posible. La verdad, tal como ocurre a la justicia o la bondad, es siempre relativa. Cada uno tiene las suyas, que son, siempre, las que más les conviene creer.
S. Luego tú serás conocido por ti mismo como lo que más te conviene creer que eres. Pero dime, ¿lo que conviene a algo no es lo que mejor se adapta a su naturaleza, tal como la hierba, y no la carne, al cervatillo, y la carne, y no la hierba, al león comedor de cervatillos?
Sf.- Eso he de reconocerlo.
S.- ¿Y cómo reconoces esto último como cierto? ¿Acaso también porque te conviene creerlo así?
Sf.- Cómo si no, si he de ajustarme a lo que dije antes.
S.- Pero entonces fíjate que extraño es lo que dices.
Sf.- ¿El qué, Sócrates?
S.- Que lo útil para ti es lo que más conviene a aquello que te conviene creer que conviene al que te resulta conveniente creer que eres.
Sf.- No estoy seguro de que me convenga seguir esta conversación de locos, oh, Sócrates.
S.- Pues yo creo que no hay nada que te convenga más. A ver, ¿convendrás conmigo ahora que la verdad es más útil cuando es verdad respecto a lo que son las cosas, y no respecto a lo que te conviene creer que son?
Sf.- Explícate.
S.- Si fueras marino, ¿te sería más útil creer que es el viento el que hincha las velas, o más bien que lo son las colas de las sirenas al contonearse tentadoramente?
Sf.- Lo primero me convendría mucho más.
S.- Y si fueras Sofistófeles, ¿te sería útil creer que es el alma la que empuja el cuerpo, o que más bien son sus piernas las que le llevan y le traen por sí solas?
Sf.- También lo primero que dices, Sócrates. Ahora que soy un espectro sin piernas ni brazos lo veo clarísimo.
S.- ¿Te será enormemente útil, entonces, conocer, como buen marinero de ti mismo, tanto el complejo mecanismo de cordajes y costuras que compone la vela del alma, como la fuerza y disposición de esos vientos, llamados ideas, que la mueven de un puerto a otro?
Sf.- Lo es, Sócrates. Mis maestros me enseñaron precisamente a insuflar las ideas que yo quisiera en las alas del alma de los que me escuchan.
S.- Ea, pues. Arribemos ahora a alguna conclusión. Si lo mejor es lo más útil, ¿no será mejor que cualquier otra cosa ocupar nuestro tiempo en conocer nuestra alma y las ideas que la habitan?
Sf.- Sí que lo parece, según lo que llevamos dicho.
S.- ¿Y no será ese conocimiento la condición inexcusable para que cada uno pueda ser bueno y útil para sí mismo?
Sf.- ¿Cómo Sócrates?
S.- Pues tal como has visto aquí. ¿No ha sido útil este diálogo para saber lo que es realmente útil y bueno?
Sf.- Pues sí.
S- ¿Y podrá ser bueno y útil para sí mismo aquel que no sepa, como nosotros sabemos ya, lo que es útil y bueno?
Sf.- Pues no, Sócrates, salvo por casualidad, y sin saberlo ni él mismo.
S.- Y dime, Sofistófeles, ¿crees que cualquiera que nos escuchara ahora no llegaría acaso a la misma conclusión?
Sf.- La fuerza de las razones a eso obliga, Sócrates. Nadie puede liberarse del lazo del argumento, si no es haciéndose el loco, o siéndolo del todo.
S.- Así pues, si las razones nos obligan a pensar que tal o cual cosa es la más útil o buena, como hemos hecho hace un momento, ¿no obligaran a pensar así a todo el que cuerdamente nos atienda?
Sf.- ¿Dónde vas a parar ahora?
S.- A esto. Si lo útil o bueno es lo que razón dictamina, lo será para todos, y no según cada distinta cabeza.
Sf.- De acuerdo, pese a mi mismo.
S.- ¿Diremos entonces que lo bueno para todos es lo que la razón en cada momento dictamina, con sus mejores argumentos, y que, por eso mismo, no hay nada mejor para nosotros, mortales ignorantes, que pasar el día razonando para conocer lo que conviene, tanto a nosotros mismos como a los demás?
Sf.- No sé, Sócrates. No son pocos los que afirman que nada de lo que conocemos es seguro.
S.- Pero fíjate que, a la vez, afirman eso mismo con notable seguridad. ¿No crees que hay que ser muy sabio para saber que nada se puede saber?
Sf.- ¡Por los dioses, no dejas de ser razonable, Sócrates, pese a que dices no saber nada de nada!
S.- Y es cierto, Sofistófeles. Nada sé, pero sí creo saber cómo paliar mi ignorancia, hablando y preguntando a jóvenes tan ambiciosos de saber como tú. Por cierto,  ¿de qué dioses hablabas?
Sf.- De los de la ciudad, Sócrates, esos que nadie ha visto, pero que se aseguran de que cumplamos la ley incluso cuando nadie nos ve.
S.- ¿Crees que la gente no sabe ser justa y buena sin la vigilancia de los dioses?
Sf.- Eso creo, Sócrates. Hacen lo que les conviene y punto.
S.- Pero sin saber lo que realmente les conviene.
Sf.- Pero Sócrates, hay quien elige lo malo incluso conociendo muy bien que no es nada bueno ni conveniente para sí mismo.
S.- ¿De qué loco me hablas? Ni el peor de los sofistas escogería lo peor creyendo saber adecuadamente lo que es mejor. Toda maldad es ignorancia.
Sf.- Pero los sofistas se tienen por sabios, y no ignorantes, y perjudican a muchos en los juicios, incluso no siendo aquellos nada injustos, siempre que alguno les pague muy bien por hacerlo.
S. ¿Y no crees que esos sabios sofistas están seguros de que les conviene confundir lo justo con lo injusto?
Sf.- ¡Claro, si así consiguen fama y dinero, aun perjudicando a otros!
S.- No solo por eso, Sofistófeles. Recuerda que, para ellos, como para tí hace un rato, lo justo y lo injusto son justamente confundibles.
Sf.- No son tan sabios, entonces, como creen.
S.- Ni tan malos como creías tú.
Sf.- No sé, Sócrates, Pero me temo que, a diferencia de ellos, ni tú ni yo seremos nunca nada en la vida. Tú por ser el vagabundo de pensamientos que eres, y yo por haberme dejado convencer por ti. Mi padre me mataría, si no estuviera ya muerto, si supiera que ando contigo, y si pudiera te mataría de nuevo a ti también.
S.- Ja, ja, ja. Tienes razón, querido. Por eso, alejémonos de aquí, donde siempre seremos pobres espectros, y volvamos al mundo ideal del que nos ha sacado este que nos escribe ahora.
Sf.- Eso. ¡Eh, tú, el que escribe, Platón de pacotilla, devuélvenos al mundo real!
Autor.- Fin.



¿Qué os ha parecido el diálogo? ¿Defenderíais el relativismo moral tras esta conversación entre Sócrates y Sofistófeles? ¿Algún asunto de los tratados en el diálogo os ha llamado especialmente la atención?

15 comentarios:

  1. Cristina Pacomio Molina3 de diciembre de 2016, 13:20

    En este diálogo, podemos apreciar una conversación entre Sócrates y un Sofista, en la cual observamos la defensa del relativismo por parte del sofista y la explicación de Sócrates ante ésta. Creo que Sócrates intenta hacerle ver que el ser una persona relativista significa estar guiado por nuestra conveniencia; pues a mí me puede parecer bien una cosa y a ti bien otra, la diferencia entre ambas, es que a mí me conviene más una cosa y a la otra persona le conviene más otra. Por lo que debemos de reflexionar mediante el diálogo y no dejarnos guiar por lo que nos conviene, sino saber lo que es útil para nosotros, y por lo tanto eso será lo bueno. Gracias a este diálogo el sofista se dio cuenta de lo que le quería decir Sócrates y acabó entendiendo que a veces por conseguir más fama o poder , por ser los mejores en todo o mantenerse en la cima siempre , acaban engañándose y no saben si lo que les conviene a ellos , es lo que verdaderamente les conviene o no , pues no reflexionan y piensan , lo único que realizan es un monólogo con ellos mismos y piensan que ellos saben mejor que nadie lo que les conviene y lo que es bueno para ello . Pero, nos ha dado otra lección más y es que mediante un diálogo, podemos hacer reflexionar a las personas para darse cuenta de lo que están haciendo, y así llegar a la conclusión: debemos reflexionar para saber que lo que es útil y bueno para nosotros y no lo que nos convenga en cada momento.

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    1. Muy bien, Cristina. Creo que lo has entendido a la perfección. Lo mejor que podemos hacer es conocernos para saber lo que de verdad nos conviene, y no dar por hecho lo que los demás (o el entorno) piensan que nos conviene -- la fama, el éxito --....

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  2. Desde mi punto de vista el relativismo moral es indefendible, así como profundamente contradictorio: no podemos escapar de la objetividad al afirmar que la moral es relativa. Esta afirmación es, en última instancia una afirmación objetiva –contradictoria, y por ende, carente de sentido–.

    El relativismo conduce inexorablemente al aplastamiento de la libertad del individuo.
    "La verdad os hará libres." Pero, ¿que ocurre si negamos la existencia de esa verdad?

    Somos seres sociales que cooperamos para racionalmente perseguir nuestros fines y esto se trunca si no existen unos valores básicos. Una sociedad que niega la existencia del bien y del mal está abocada al fracaso.
    En el triunfo del relativismo, la convivencia sólo podría lograrse tomando por ley, aquellos pensamientos subjetivos que suman mayoría. Si la mayoría considera que el "bien" es pensar que los musulmanes no son seres humanos, por convención esto se convierte en una realidad que dista enormemente de la verdadera –la raza humana es una y no toma por excepciones creencias religiosas, color de piel, clase social...–
    Ahora bien, ¿cuál es la alternativa? Todo ello me lleva a creer en lo necesario del reconocimiento del derecho natural: la ley moral ante la cual todo debe subordinarse.
    Un derecho que, es cierto, no se reconoce "naturalmente" por arte de magia –en una selva no se reconoce. En la mayoría de países no se reconoce y se viola– pero que sí debería en cualquier caso racional y éticamente reconocerse.

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    1. Gracias por tu comentario, Sara. Parece cierto que el relativismo se autocontradice (aunque el relativista te dirá que la realidad no tiene necesariamente que ser lógica, por lo que tampoco las teorías sobre la realidad tendría por qué serlo). En cuanto a la alternativa admiro tu ¿fe? en una ley moral natural. Aunque creo que el supuesto de que sea necesaria para la convivencia, como dices, no justifica su posibilidad. Podría ser necesaria para convivir pero no existir (lo cual explicaría, de hecho, la dificultad que tenemos los seres humanos para convivir). Y en caso de que tal ley existiera. ¿Cómo podríamos reconocerla? Hablas de hacerlo racional y éticamente. ¿Podrías empezar a intentarlo? (Yo intentaré seguirte)...

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  3. Veo un diálogo bastante interesante en el cual los argumentos de Socrates no dejan de sorprender a Sofistofeles.Pienso que el relativismo moral es bastante conveniente para algunas personas y en parte una forma de engañarse a ellos mismos.Todos,pensando un poco,podemos deducir que cosas son buenas para nosotros y a la vez no perjudican a las demás personas,ya que si algo es bueno para nosotros o aparentemente bueno pero a su vez daña o afecta a otra persona o grupo de personas, deberíamos privarnos de hacerlo,ya que para vivir bien en sociedad no podemos preocuparnos únicamente de nosotros.
    En una sociedad en la cual cada individuo solo se preocupa por el mismo,no tiene ningún tipo de sentido,ya que al ser seres sociales,necesitamos del otro para sobrevivir.

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    1. Hola Clara, gracias por tu reflexión. Aunque se me ocurren algunas objeciones. Tu argumento es que tenemos que ser buenos con los demás (no perjudicarlos) porque si no no sería posible la vida social que necesitamos. Pero los hechos nos indican que es posible una vida social basada en los abusos y el perjuicio de unos por otros (por ejemplo, de los más ricos sobre los más pobres, de los más violentos sobre los más débiles...), por lo que tu argumento no se sostendría ahí. ¿No?

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  4. Yo creó que el relativismo moral es muy gracioso, ya que se niega a si mismo y no podríamos llegar a unas normas o conceptos para todas las personas, ya que todo seria relativo y, siendo el ser humano una criatura social, necesitamos unas reglas establecidas entre nosotros para una mejor convivencia. Lo bueno es que esto tiene una cura muy sencilla, es el dialogo, esto nos hace aprender sobre nosotros mismos y poder llegar a unas conclusiones que puede que por nosotros mismo nunca llegaríamos y si no utilizamos esta util herramienta nosotros no podriamos saber si lo que pensamos es correcto o no, ya que no sabemos lo que nos conviene,es decir no somos expertos en nosotros mismos

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    1. Buena reflexión y resumen, Gema. ¿Serías capaz de resolver el problema principal: con qué criterio podríamos establecer, en el curso del diálogo, si alguien tiene o no razón sobre qué es lo mejor o conveniente? Es decir: ¿cómo podríamos llegar a una "conclusión" común sobre qué cosas o leyes son buenas y justas?...

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  5. veo un dialoo bastante interesante que se contradice bastante , el relativismo moral es muy contradictorio , defiende que cada uno debe pebsar para el y solo para el , y mirar lo que le conviene a el sin preocuparse de nada , pero esto es imposible nunca va a ser todo igual de conveniente para todas las personas , y habrá personas a las que les perjudique lo que a nosotros nos veneficia por lo tanto tendremos que mirar en grupo y ver que quizás no tenemos que mirar solo por nosotros si no en sociedad y ver que hay cosas que por mucho que nosotros creamos que nos convienen que quizás o es ni asi a otros puede hacerles bastante mal .

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    1. ¿Es un nido de problemas, eh Barbara? ¿Hay algo que sea conveniente para todos? Y, sobre todo, ¿por qué hemos de "mirar por los demás" y no solo por nosotros mismos?

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  6. El relativismo moral, afirma que no hay valores universales, por lo que el bien y el mal son conceptos de carácter relativo, según convenga; lo que deriva en corrientes filosóficas como el subjetivismo, el escepticismo o incluso en la irracionalidad en la que caemos, al dejarnos llevar por nuestras emociones.

    Francamente, se me presenta como paradójico e ilógico pues ¿cómo es posible defender algo como el relativismo, con tanta vehemencia, si lo que defendemos es, por consiguiente, en sí relativo? Asimismo, considero que es prácticamente imposible vivir en sociedad, rigiéndonos por algo tan inestable e incluso asocial como el relativismo, pues desde mi punto de vista, vivir en sociedad ya implica respetar una legislación, mayoritariamente aceptada por sus integrantes, a menos que sea un régimen tiránico. De hecho, no conozco a nadie verídicamente relativista pues eso implica la negación de TODA posible verdad absoluta, abarcando algo tan básico y científicamente demostrable como la esfericidad de la Tierra o que la suma de dos y dos sea cuatro; tendemos incluso a corregir a todo aquel que piense, siguiendo dichos ejemplos anteriores, que la suma de dos y dos sea siete o que la Tierra tenga una forma rectangular.

    No obstante, no niego que en la toma de muchas decisiones, nos decantemos por algo que nos convenga y que, por consiguiente, tomemos por bueno para nosotros, aunque en el fondo sepamos que esta decisión pueda afectar al resto. Y es que, considero que el ser humano es egoísta por naturaleza y que en prácticamente todo momento, tiende a buscar su propio beneficio y satisfacción, ignorando las posibles nocivas repercusiones que puedan soportar otros. Pero esto no afirma el relativismo moral, sino que afirma el egoísmo de las personas.

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    1. Inteligente reflexión, Maribel. En efecto, el relativismo parece más bien una "pose" que utilizamos para enmascarar nuestra naturaleza "egoísta". Como dices, no podemos dejar de tender a buscar nuestro propio beneficio. Esto mismo lo reconocía Sócrates. Pero él entendía que ser de verdad egoísta implicaba entender que el bien del otro es, también, tu propio bien. Es decir, que no hay nada más egoísta que no serlo. ¿Tendrá esto sentido? ¿Qué crees?

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  7. En esta conversación entre Sócrates y Sofistofeles hablan sobre el relativismo moral y el doble sentido que tiene este ,porque el relativismo moral hace qe nosotros creamos qe lo qe es bueno para nuestra persona ,y que no influye a nadie ,pero la verda esqe si puede influir en otras personas

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    1. Gracias por tu comentario, Pedro. El relativista sabe y acepta que sus decisiones influyan en otras personas. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Al fin y al cabo -- piensa el relativista -- no parece posible establecer una norma moral común y estable para todos. ¿Qué te parece?

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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