jueves, 28 de febrero de 2013

¿Juicios sintéticos a priori? ¡Un rayo de luz!... Fragmentos del diario de Kant (3)


Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)". 



Königsberg. 2 de junio de 1770.
Leo a Newton y me olvido del escepticismo que me inspira Hume. Los hallazgos de la ciencia de nuestro tiempo me maravillan cada vez más. Y a su lado las ideas de los metafísicos me parecen quiméricas y oscuras. ¿Cómo es posible que en poco más de doscientos años la nuova scienza que fundara Galileo haya aportado más luz sobre los extraños mecanismos del mundo que el pensamiento de los filósofos durante dos mil?... Las leyes del universo descubiertas por Newton, o las verdades de la geometría,  no son razonamientos vacíos de contenido, describen el mundo que veo y habito. ¡Pero a la vez parecen verdades tan innegables como las más puras verdades lógicas! ¿Cómo es esto posible?... Pienso en juicios como “todo cambio es producido por una causa o fuerza”, o en este otro: “la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos”. Es claro que estos juicios son sintéticos, no analíticos. Pues del concepto de cambio no se deduce fuerza alguna. Y de la noción de línea recta tampoco es deducible cómo ha de ser la distancia más corta entre dos puntos. Así que estos juicios proporcionan conocimientos novedosos, y podemos describir con ellos la experiencia cotidiana ¡Pero a la vez parecen verdades indudables, cuya verdad es previa o independiente de toda experiencia! Hubiera o no cambios o distancias en este mundo que veo, la verdad de esos juicios me parecería la misma. Es imposible que ocurra algo sin una causa que lo provoque. Y es innegable que entre dos puntos el camino más corto es la línea recta. Así que se diría que estos conocimientos de la física o la matemática reúnen las virtudes del racionalismo y del empirismo: la universalidad y la necesidad de las verdades racionales, y el contenido informativo de las verdades empíricas. Es decir, lo “a priori” y lo “sintético”. ¿Será esto posible? Tengo que pensarlo más.


Königsberg. 5 de junio de 1770.
Sigo reflexionando sobre los hallazgos de la ciencia ¡Y qué extrañeza la mía! Sus teorías, sus fuerzas causales y sus líneas rectas describen a la perfección el mundo que veo, ¡sin ser verdades completamente empíricas!, pues yo nada podría ver de esas causas y líneas geométricas (que no son objetos sensibles). De otro lado, sus verdades tienen la validez de los juicios a priori, sin ser verdades lógicas (¿acaso trata la lógica de cambios y distancias?). En suma: hablan del mundo, pero no son del mundo. Su verdad es independiente de la experiencia, pero tampoco es lógica. ¿Qué son entonces? A estos extraños conocimientos los llamaría “juicios sintéticos a priori”. Pero la pregunta que no me deja apartarme de mi mesa de trabajo es esta: ¿cómo son posibles tales juicios? ¿Cómo es posible un conocimiento tan preciso sobre el mundo y, a la par, tan independiente del mundo? Tras reflexionar durante varias horas me alcanza el sueño. Tal vez con los ojos cerrados mi mente, a solas consigo misma, encuentre la solución...


Mapa conceptual procedente de: www.educa2.madrid.org



miércoles, 27 de febrero de 2013

Juicios analíticos a priori y juicios sintéticos a posteriori. ¡Siguen los problemas! Fragmentos del diario de Kant (2)


Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)". 



Königsberg, 31 de mayo de 1770.
Hoy he vuelto a casa con los zapatos casi destrozados. Mientras paseaba seguía dándole vueltas y más vueltas al asunto. ¿Cómo diablos es posible el conocimiento? Veamos. Según los racionalistas, para conocer no hace falta ninguna experiencia (los conocimientos son a priori), y, además, todo consiste en deducir algo a partir de otra cosa, con lo que analizando el principio de un pensamiento ya tengo también el final. Pero, ay, estos conocimientos o juicios (que a mi me gusta llamar juicios analíticos a priori), por muy verdaderos que sean (y lo son, y mucho) no nos dicen nada que no supiéramos desde el principio. Pues, ¿de qué me sirve pensar que “un cuerpo es extenso”? Es como pensar que “un cuerpo es corpóreo”. Será una verdad indudable, eterna y válida para todos, pero me deja igual de tonto o de listo que estaba…. 
Pero con los empiristas no me va mejor. Según ellos, todo conocimiento depende de una experiencia previa (es siempre a posteriori), y estos conocimientos sí que me podrían hacer más sabio, como cuando me dicen por vez primera que el Sol sale por el este. Por mucho que yo analizara la noción de Sol no podría nunca deducir que éste salga por el este o el oeste. Ese conocimiento supone una síntesis o unión entre dos cosas muy distintas: la salida del Sol y el este (por eso a estos conocimientos o juicios los llamo “sintéticos”). Pero, pese a todo, me temo que estos conocimientos tampoco me valen. ¿Por qué? Porque su verdad no es tan firme como yo quisiera. ¿Cómo puede demostrarme la experiencia que el Sol sale por el este? ¡¡De ninguna manera!! A lo sumo, me puede mostrar que hoy ha salido por allí. ¿Pero y mañana? Tendré que esperar a que salga otra vez para saberlo, y así una y otra vez. Además, ¿qué me dice la experiencia de la existencia del Sol? Como dijo Hume, ella tan solo me informa de ciertas impresiones de color y de calor, unas seguidas de otras, no de que exista un objeto llamado “Sol” que sea la causa de tales impresiones. ¿Causa, he dicho “causa? Sí, lo he dicho. No puedo pensar sin ese dichoso concepto de “causa”. ¿Pero cómo se yo que existe algo así como la “causa”? ¿La he visto acaso? ¿Podría tener experiencia de ella? Me temo que no. Hume tenía razón. El conocimiento es imposible. No tengo más que definiciones inútiles (como que un cuerpo es un cuerpo, o un soltero un no casado), o impresiones dispersas… ¡¡En qué tremenda decepción estoy sumido!! Y, sin embargo… Algo me bulle en la cabeza, algo esperanzador, pero aún no sé decir bien que es lo que es. Necesito dormir un poco. Pero antes he de releer unos escritos de Newton para las clases de mañana. 






El sueño de la razón (y el insomnio de la sinrazón). Fragmentos del diario de Kant.

Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)". 

Königsberg. 26 de febrero de 1769. 
Hoy al fin me he despertado, después de muchos años, del sueño racionalista. Debe ser que he estado leyendo a Hume hasta muy tarde. Era un sueño bonito, grandioso, pero un sueño al fin. Soñé que con la pura razón podría conocerlo todo sin moverme, no ya de mi querido Königsberg, sino tan siquiera de mi gabinete. Soñé que, como decía Leibniz, podría deducir cualquier cosa a partir de principios evidentes y desplegar, por así decir, todo lo que ya tenía desde siempre en mí sin saber que lo tenía. ¡Con cuánta ingenuidad y fe ciega he estado soñando esto durante años (que yo recuerde, desde la escuela)! Ahora sé que es falso. La mayoría de esas verdades que la razón saca de sí misma no tienen valor alguno para el conocimiento, no añaden nada nuevo a lo que ya sabemos. Decir que “todos los cuerpos son extensos”, o que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”, es como decir que “ningún soltero está casado”. Serán verdades segurísimas, cierto, necesarias y universales, imborrables por el tiempo y la experiencia (¡como que no tienen nada que ver con ella!). Ahora bien, ¿qué dicen? Casi nada. A lo sumo en ellas se analiza el significado del sujeto explicándolo en el predicado. Sí (se viene a decir), que algo sea un cuerpo significa que es extenso, claro. Y que alguien este soltero significa que no está casado. ¡Clarísimo! ¿Pero y qué? ¿De qué nos sirven estos juicios “analíticos” a priori?... El sueño de que con ellos iba a descubrirlo todo es falso y dogmático. Y no menos que ese que me convenció de que toda idea está ya innata en mi mente. ¡Narices! ¿Y cómo que no lo se ya todo, entonces, en lugar de despertarme una y otra vez como un pobre ignorante ávido de conocimientos?... No volveré a soñar con este racionalismo pomposo y dogmático...

 Königsberg. 27 de febrero de 1769. 
(...) Hoy intenté dormir tras el almuerzo, sentía mi cuerpo pesado, pero me fue imposible. Pensaba en mi sueño racionalista de tantos años. Ahora había despertado de él, sí, pero ¿a qué?...  Me daba cuenta de que los pensamientos que me proporcionaban un verdadero conocimiento sobre el mundo (porque añadían a mi mente algo nuevo, provocando una “síntesis” entre ella y la realidad –por eso me gusta llamar a estos pensamientos o juicios “sintéticos”—), como “todos los cuerpos son pesados”, o “la Tierra gira alrededor del Sol”, dependen en muchos casos de la experiencia (son “a posteriori”), pero… ¡Eso querría decir que su verdad es tan variable y particular como ella! ¿Cómo podría yo estar seguro de que todos los cuerpos, en efecto, son pesados? ¿Iré uno por uno pesándolos y repesándolos por todo el mundo y todo el cielo? ¿O cómo se yo que la Tierra siempre girará alrededor de este Sol que nos alumbra? ¿Me procuraré la inmortalidad para comprobar que esto es algo más que un hecho pasajero?... 
Además (y esto aumentó mi insomnio y pesadez de estómago), ¿qué me dice la experiencia de la estabilidad de las cosas, o de la intervención de causas y leyes naturales? ¡Nada de nada! Como bien sabía Hume, creer que existan cosas (¡O yo mismo!), o que unas son causas de otras, no son más que prejuicios. ¿Se ven acaso tales cosas y causas? No. ¿Pero necesita mi mente creen en ellas para poder entender el mundo? ¡Sí!... Si el conocimiento de la pura razón es vacío e inútil, el conocimiento de los puros sentidos es ciego e imposible: una suma de impresiones en movimiento, sin nada estable en que fijar la mente, sin una verdad que no sea tan fugaz como el río de Heráclito. ¿Quién puede dormirse así? Si el racionalismo te hace reposar como a un niño en una seguridad dogmática. El empirismo te deshace en inquietud, sin otro descanso que la triste resignación del escéptico. En fin. Mañana será otro día. ¡Espero! Porque desde la perspectiva de Hume, ¡nunca se sabe!...  



domingo, 24 de febrero de 2013

El cielo estrellado sobre mi cabeza, la ley moral en mi corazón, y una canción para empezar...

Ser autónomo (o mayor de edad) consiste en establecer por ti mismo lo que has de creer y lo que has de hacer (es decir: la ley de lo que es verdad y la norma de lo que es bueno). La razón, dice Kant, es el instrumento para establecer tales leyes o principios: tanto las del conocimiento como las de moral (porque la razón tiene dos aspectos o usos: el teórico-cognoscitivo y el práctico-moral).

Ahora bien, ¿de qué razón hablamos? ¿De la razón pura y capaz de todo del racionalista (como Leibniz o Wolff)? ¿O de la razón más modesta y mezclada con la experiencia del empirista (como Locke o Hume)? ¿Qué es, en suma, la razón? ¿Cuáles son sus límites y posibilidades? Para clarificar todo esto Kant emprende su filosofía “crítica”, que pretende investigar y establecer el verdadero poder de la razón (según la propia razón), tanto en su uso teórico (en la Crítica de la razón pura) como en su uso práctico (en la Crítica de la razón práctica).

Fruto de la crítica de la razón teórica será su teoría del conocimiento: el idealismo trascendental. Fruto de la crítica de la razón práctica será su teoría moral: el formalismo ético. Con ambas teorías Kant pretende responder a dos de las grandes inquietudes que le condujeron a la filosofía: la pregunta por el conocimiento (¿qué puedo conocer?), y la pregunta moral (¿qué debo hacer?). Tanto le intrigaron estas cuestiones que cuando murió dejo grabado en su tumba esta frase: "Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto: el cielo estrellado sobre mi y la ley moral en mi". El misterio de la realidad y el misterio de la libertad; lo que está fuera del hombre y lo que está en su interior. ¿Cabe alguna pregunta más honda que estas?

Para ir tomando fuerzas os invitó a que ocupéis poco más de veinte minutos en ver el vídeo que aparece más abajo. Después podréis escuchar la canción de Kant y así, de paso, repasáis el inglés...


viernes, 15 de febrero de 2013

Pensad como queráis, ¡pero obedeced!


¿Debemos cumplir la ley cuando nos parece injusta o irracional? ¿Tenemos derecho a rebelarnos o desobedecer al poder?



La respuesta de Kant a ambas cuestiones es negativa. Los argumentos que ofrece Kant pretenden ser en parte lógicos y en parte “empíricos” o propiamente políticos. Desde un punto de vista lógico Kant niega todo derecho a saltarse el derecho. Por ello, el derecho a la rebelión (que defiende, por ejemplo, Locke) le parece un contrasentido. Los actos que se salen de la ley no tienen más “legitimidad”, según él, que la fuerza. La ruptura revolucionaria del orden vigente supone “salirse” de la civilidad y retornar al “estado de naturaleza”, en el que solo imperan la violencia y los hechos consumados. ¿Y los derechos naturales del individuo? Para Kant, éstos ya no existen como tales una vez que, fundada la comunidad política, han sido transferidos al gobernante que representa la voluntad popular. Hay que aclarar que en ese acto de transferencia lo que se cede al gobernante, según Kant, no es solo la representatividad sino también la soberanía por lo que el gobernante, y no el pueblo, es realmente el soberano (la soberanía popular queda reducida a mero ideal regulativo: el gobernante ha de ejercer su poder de manera que dicho ejercicio pudiera ser aceptado –en algún momento— por la voluntad popular, posibilidad cuya estimación queda, por lo demás, al arbitrio del gobernante). Como veis, la doctrina kantiana es la expresión filosófica casi perfecta del llamado despotismo ilustrado.

El argumento “empírico” o político reza que el único modo racional y real de generar un cambio político y social consiste en cambiar el estado de opinión de la mayoría y, singularmente, del Estado, de manera que sea la convicción racional del gobierno con respecto a la necesidad del cambio lo que genere dicho cambio por los cauces legales vigentes. Una revolución o ruptura repentina de la legalidad solo conduciría, según Kant, a un conflicto violento cuyo resultado sería un estado similar al que se pretendía sustituir, dada la ausencia de un cambio real (es decir, un cambio de ideas) en la mayoría y en el gobierno representativo que se instituya. Nada se puede asentar realmente sobre la violencia (y sí todo sobre la convicción), esta sería, quizás, la moraleja kantiana

En base a estos argumentos esgrime Kant su célebre distinción entre “uso público” y “uso privado” de la razón. Kant defendía que al ciudadano (o, más bien, el ciudadano-súbdito, en su caso) había de permitírsele una completa libertad de opinión (un libre uso “público” de la razón) sobre cualquier asunto, sobre todo si se tratara de un ciudadano docto o competente para opinar, pero que de ninguna manera esa libertad había de extenderse a sus obligaciones sociales como súbdito del Estado ni a su actividad profesional “privada”. 




Es decir, como ciudadano del mundo podía opinar lo que quisiera sobre, por ejemplo, la política fiscal, el ejército o la Iglesia, pero como súbdito de un Estado concreto, había de pagar sus impuestos y cumplir con sus obligaciones militares o religiosas sin rechistar (máxime si fuera, además, militar o sacerdote).
  


Estas afirmaciones han levantado siempre una gran polémica. Un contemporáneo de Kant (Hammam) caricaturizó la postura kantiana diciendo que está consistía en “vestir el traje de la libertad los días de fiestas, pero usar el delantal de la obediencia en casa”. ¿Qué cabe objetar a la teoría de Kant? ¿Qué ocurre si el gobernante no hace ningún caso a la opinión pública, aunque esta sea libre de manifestarse? Desde la posición de Kant, nada, pues el gobernante, como soberano, es la única fuente de derecho legítima, con lo que la doctrina kantiana deja la puerta abierta al despotismo más absoluto (y menos ilustrado), riesgo este que a Kant le parece necesario asumir.

Kant tampoco parece que tuviera en cuenta una posibilidad amenazante de ese único mecanismo legítimo de cambio que propone. ¿Qué pasaría si el gobernante, pese a admitir la libertad de expresión, manipulara a la opinión pública de acuerdo con sus intereses, dando más apoyo y medios a aquellos que opinan como él? Por cierto, ¿a qué os suena esto último?



jueves, 7 de febrero de 2013

Yes, we Kant?

Según Kant, la Ilustración y el progreso de la sociedad consistía en que los individuos dejaran de ser "menores de edad” mental y se atrevieran a pensar por su cuenta, sin permitir que otros pensaran y decidieran por ellos. Kant pensaba que la mayoría de la gente era, en su época, “menor de edad” y que, por tanto, eso de la Ilustración apenas era más un propósito que una realidad. Para Kant, el medio idóneo para lograr ese propósito era la educación. O más exactamente cierto tipo de educación: aquella que descubre al individuo la necesidad de pensar por sí mismo y le enseña a hacerlo. Ahora bien, de un lado esta educación apenas existía (los "tutores" o educadores eran tan inmaduros o dependientes de prejuicios como sus pupilos, por lo que no hacían sino prolongar la minoría de edad de estos). Y de otro lado la mayoría no se prestaba fácilmente a salir de su situación, ya fuera por miedo (¡quién se atreve a pensar por sí mismo corriendo el riesgo de perderse del rebaño!), ya por pereza y, en general, por no tener un genuino deseo de libertad que fuera más allá de la satisfacción de los deseos "naturales" (según Kant: el deseo de estar sano, de tener dinero, y de aliviar como sea el miedo a la muerte).
  
¿Ha cambiado algo desde la época de Kant? ¿Es la mayoría de la gente de nuestro entorno “mayor de edad” (en el sentido de los ilustrados)? ¿En qué consiste realmente ser "mayor de edad"? ¿Es la educación de hoy instigadora de ese pensamiento propio y libre que, según Kant, representa el acceso a la verdadera “mayoría de edad”? 


¿QUÉ PIENSAS TÚ?