domingo, 5 de junio de 2016

¿Quién es el superhombre nietzscheano?

Paradójicamente, y aun toda su crítica a la moral, el “superhombre” representa un modelo moral, el de una moral amoral, o una “moral sin moralina”, dice Nietzsche, pero una moral al fin y al cabo.

El superhombre es, en general, aquél que encarna en sí la “voluntad de poder”. La voluntad de poder es, para Nietzsche, la fuerza ciega, irracional y creadora con que la Realidad y la Vida se afirman una y otra vez (en un “eterno retorno”) a sí mismas. En este sentido, el superhombre es el hombre real, el hombre que realmente vive, el perfecto “vitalista”. ¿Y en qué consiste esto? Podríamos atrevernos a resumirlo con estas tres notas: el valor para invertir todos los valores, el poder para expresar creativamente su poder en el mundo, y el amor incondicional a la vida (el amor al amor mismo).

En primer lugar, el superhombre es aquel que se rige por una moral afirmadora de la vida (una “moral de señores”), negando e invirtiendo todos los valores de la moral tradicional. Para esto ha de tener la fuerza sobrehumana necesaria para situarse por encima de esa moral tradicional (oponiéndose a todos) y vivir de acuerdo con los "auténticos valores": la aceptación de la vida sin reservas (con su dosis de dolor e incertidumbre), la búsqueda del placer, la lucha, el egoísmo… El superhombre tiene la fortaleza para sobrellevar la entera y cruel verdad sobre la vida y el mundo…

En segundo lugar, el superhombre es aquel capaz de crear sus propios valores y su propio mundo, tal como hace un artista genuino o un dios creador, plasmando su voluntad en la realidad, haciendo de su poder ley, y de su fuerza verdad. 
El superhombre no explica ni justifica, hace y domina. Para esto ha de poseer una energía sobrehumana, la máxima libertad de espíritu, y una cualidad individual superior (el superhombre es el supremo individualista, un creador solitario, que afirma constantemente su diferencia)…

En tercer lugar, y a modo de resumen, la característica esencial del superhombre es su amor ciego e incondicional a la vida. El superhombre abandona toda fe, todo deseo de certeza y seguridad, se acostumbra a la cuerda floja de todas las posibilidades. Su sí a la vida es absoluto, sin elección ni renuncia, lo quiere todo, también el error, y el dolor. Su amor es el de la temeridad inconsciente de un niño que juega con la vida sin ningún temor, y que la ama sin distancia, sin pensar en ella...


Y ahora. ¿No os gustaría ser como superhombres?