lunes, 30 de septiembre de 2013

Historia de la filosofía para cavernícolas en Radio Nacional.

La periodista y cavernícola Amaya Prieto nos hizo el pasado sábado una deliciosa entrevista para el programa Viaje al centro de la noche, de Radio Nacional. No os la perdáis. Es la primera media hora del programa que tenéis aquí enlazado. Darle desde aquí las gracias a ella y a todo su equipo, incluyendo a los miembros de la redacción en Mérida (especialmente a Nono Blázquez), por apostar por un programa sobre filosofía, que recomiendo escuchéis entero. Fue un placer conversar a la tibia luz de las palabras en esa parecida penumbra que son la caverna y la radio...



jueves, 26 de septiembre de 2013

Pitágoras = [ Todo es (Número) ]

Alguien dijo que “tres son las naturalezas del Universo: los Dioses, los mortales y los que son como Pitágoras”. De Pitágoras y los pitagóricos se decían en la antigüedad las cosas más increíbles y maravillosas: que tenían prohibido comer habas o mirar su rostro en un espejo junto a la lumbre, que el Maestro --que no solía dejarse ver y cuyo nombre no se podía pronunciar-- era hermoso como un ángel, que las almas de los difuntos se reencarnaban en otros cuerpos (mejores o peores según los méritos de cada cual)… Pero lo más increíble y maravilloso de todo es que creían que la realidad era Número.

El cosmos, creían ellos, estaba constituido tan armoniosa como matemáticamente. De hecho, las armonías, comenzando por las musicales, obedecían a precisas razones matemáticas. Y cuando el alma captaba esa matemática precisión se tornaba ella misma tan armoniosa y razonable como el mundo (solo así, por cierto, se podía encarnar en seres tan superiores como… ¡los pitagóricos!).

Pero no, no es que el mundo estuviera escrito en lenguaje matemático, como diría siglos después Galileo. Es que el mundo estaba hecho de matemáticas, de números, de puntos (el uno), líneas (el dos), planos (el tres) y volúmenes (el cuatro). Quién esto averiguaba era calificado con un diez (1+2+3+4), os lo juro, ¡por la sagrada Tetractys!

Cuentan que algunos pitagóricos se suicidaron tras descubrir los números irracionales (¡en su querido triángulo rectángulo!). Otros, más astutos, planearon una nueva ontología en la que lo Uno o Impar (el número Padre de todos los demás números) generaba el mundo uniéndose y dando límites a lo Dos o Par (el número Madre, infinito e irracional). Conocer cada cosa fue entonces cuestión de saber la combinación exacta de Unidad y Dualidad que la generaba y gobernaba (hoy diríamos, quizás, conocer su código binario –su código de barras—).


¡Increíble, verdad! Pues antes de sucumbir a la tentación de reíros de todo esto, pensad en lo siguiente. ¿Qué es lo más esencial para que exista una cosa? ¿La materia de la que está hecha, o la forma que tiene? Si la esencia de una cosa, por ejemplo, de una mesa o del Teatro romano de Mérida, es su forma (y así debe ser, pues la madera sin más, o un montón de piedras, no son una mesa ni un teatro), entonces el ser de las cosas es algo formal, y no material. Como la forma no es ninguna materia concreta (por eso puede implementarse en muchos materiales distintos), no puede verse, ni tocarse... pero sí pensarse. ¡Como las matemáticas!... Precisamente, las formas más fundamentales de todas son las formas (y las fórmulas) matemáticas: las estructuras geométricas y numéricas. Así que todo, en el fondo, está hecho de matemáticas, de ecuaciones y números. Incluso la materia, pues ¿hay algún trozo de materia, por pequeño que sea, que no sea, en el fondo, una forma especial de organizarse sus átomos o sus partículas (describible mediante fórmulas y números). Todo, todo es matemático. Aunque nos parezca verlo como algo material y colorido. Al fin y al cabo, ya sabemos que las imágenes que vemos (como las de este blog) están formadas, en el fondo, por números, por códigos de ceros y unos... ¿No podría pasar lo mismo con todo?... Mira este vídeo de un famoso físico y matemático, y tal vez te convenzas...

  

Aristóteles y otros autores antiguos (y modernos) acusaban al pitagorismo de ser una filosofía ingenua y tosca, que confundía las abstracciones numéricas con las cosas reales, lo cuantitativo con lo cualitativo, pero... ¿No sería el pitagorismo una expresión simple de la creencia filosófica (y científica) de que todo lo real es racional, es decir, matematizable? Tan racional y matematizable que, en el límite, no podría haber distinción alguna entre matemáticas y realidad… ¿Qué crees tú: está todo "hecho de matemáticas"? ¿Será cierto que todo se puede "digitalizar", convertir en una "matriz" numérica, en un código de barras? ¿Por qué no?


Por cierto, si queréis saber más de los pitagóricos aquí tenéis un magnífico diálogo entre un pitagórico y un milesio obtenido por un prestigioso equipo de parapsicólogos y viajeros del tiempo dirigidos por el Prof. Juan Antonio Negrete.

Pitagóricos celebrando el amanecer. Óleo de Fyodor Bronnikov.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¡Todo es agua! Gran entrevista en exclusiva con Tales de Mileto.


Tales de Mileto (Mileto, s.VII a.C) es considerado el primer filósofo de la historia occidental. Viajero incansable, ingeniero, matemático y astrónomo, es mundialmente famoso por sus opiniones acerca del origen del mundo. Lo entrevistamos en la Clínica Hipócrates, en donde se halla convaleciente tras haber caído a un pozo.



Periodista.- Señor Tales ¿Qué tal se encuentra?
Tales de Mileto.- Mejor, gracias, me acaba de bañar una enfermera tracia muy alegre y eso me ha levantado el ánimo. Resulta que anteayer iba distraído observando el cielo y me hice daño al caer a un pozo, parece que tenía muy poca agua…
P.- ¿Poca? Qué curioso. Pues se dice por ahí que usted afirma que todo es agua.
T.-  Bueno, más bien, que el principio de todo es agua. Y sí, eso digo. Pero no solo yo. Muchos otros sabios antiguos opinaban lo mismo, si bien lo contaban a través de mitos.
P.- Pero maestro, ¿por qué agua? Vuestra tabla periódica contiene muchos otros elementos: la tierra, el agua, el fuego… ¿Qué tiene de especial el agua?
T.- ¿No ha observado usted como cambia de forma, o como se vuelve sólida al enfriarse o aérea al calentarse? Es razonable pensar que todo lo que vemos sea una transformación a partir del agua.
P.- Su futuro discípulo Anaxímenes dirá que más bien es el aire el que al condensarse o volverse menos denso da lugar a todas las cosas y seres.
T.- Mmm… Interesante. No conocía esa teoría.
P.- Y otro milesio como usted, Anaximandro de Mileto, afirma que el principio es más bien algo…¿Cómo decirlo?...Algo totalmente sin forma, sin límite alguno… “Lo indefinido”, así lo define él.
T.- ¿Algo sin forma ni límite? ¿Y qué puede ser eso?
P.- Él dice que en el origen ha de existir algo que no sea ninguna cosa concreta, para así poder ser el origen de todas.
T.- Ya. Aunque me temo que algo tan poco definido se parece mucho a nada. Y todo el mundo sabe que de la nada no puede originarse nada. Ese argumento hace aguas, ja, ja...
P.- Hablando de eso mismo, maestro, ¿cómo explica usted que de esa agua originaria salgan “a flote” todas las cosas que vemos?
T.- Ya he dicho que el agua, siempre en movimiento, adopta ora unas formas, ora sus contrarias, una veces da lugar a las secas piedras, y otras a las húmedas nubes, y así con todo lo demás según la vieja ley del Justo Equilibrio Cósmico.
P.- Pero maestro, los alumnos de filosofía del futuro se preguntaran una y mil veces cómo de una sola y misma cosa surgen tantas y tan diferentes.
T.- ¡Por Poseidón, dios de los mares! Pues de la misma forma que del purito caos surge el cosmos con sus árboles, animales, hombres, estrellas… ¿Es que no cree usted en los mitos?
P.- A veces, cuando no tengo ganas de pensar.
T.- Pues piense bien en lo que pregunta.
P.- Se lo pregunto de otro modo: si todo es en el origen agua (o aire o lo que sea), ¿cómo es que de esa única cosa brotan tantas cosas distintas, como árboles, gatos, filósofos, etc.? Del agua solo puede brotar agua, ¿no?
T.- Es usted demasiado joven e inflexible, amigo. La lógica ha de explicar lo que experimentamos, no suprimirlo. Y es una experiencia común que de lo uno surge lo múltiple y variopinto. Piense en cómo de su única cabeza surgen tantos y tan diferentes pensamientos.
P.- Pero Sr. Tales, si todo fuese agua, o aire, como dirá su colega Anaxímenes, que unas veces se condensa y otras no, tendría que haber otra cosa distinta del agua, o del aire, para apretujar o separar sus partes, ¿no es así?
T.- Tu razonamiento es correcto, aunque solo eso. Prosigue.
P.- Digamos que el agua, o el aire, pudieran dividirse en mil cosas diferentes. ¿No tendría que existir algún otro elemento, distinto del agua o el aire, que los dividiera? La razón nos dice que lo que es uno no puede dividirse (ni multiplicarse) por si mismo sin dar lugar a otra cosa que a si mismo otra vez.
T.- Veo que te gustan las matemáticas tanto como a mí.
P.- Quiero decir que si todo es, digamos, mantequilla, y no tenemos para separar sus trozos más que cuchillos hechos también de mantequilla… ¿Lograremos alguna vez dividirla en partes?
T.- Ja, ja, ja. ¡Todo mantequilla! Es, al menos, una doctrina muy apetitosa.
P.- Por otra parte, maestro, si el agua que usted dice está en movimiento, ¿qué la mueve? ¿Es también agua lo que mueve al agua? Y esa Ley del Equilibrio Cósmico que gobierna los cambios del agua, ¿también es agua? ¿Son las leyes del cambio tan acuosas y cambiantes como el agua misma?...
T.- Querido, tus razonamientos son demasiado puros. Y por tanto, simples. Piensa que el agua de la que hablo tiene, como todo, un alma que la mueve y gobierna armoniosamente.
P.- O sea. Que todo es agua, pero el agua tiene un alma o fuerza (acuática, hemos de suponer) que, además, obedece un Principio de Armonía no menos húmedo… Maestro, esto me parece un poco… yo diría… ¿irracional?
T.- ¡Divino, querrás decir! El agua es dios, y como tal es materia, pero también fuerza, y ley.
P.- ¿El agua es un dios? Eso no lo entiendo. Provengo de una época en que la ciencia, que se dice heredera de ustedes los filósofos, ha fulminado a todos los dioses.
T.- ¿Estás seguro? Mis futuros colegas, los físicos de tu época, dicen lo mismo que yo, que todo es una sola cosa, energía  le llaman ellos, y que la energía se transforma en otras cosas según fuerzas y leyes que son también energía. Poco costaría añadir que esa energía misteriosa es tan divina como mi principio acuoso.
P.- Pues ambas cosas me parecen incomprensibles.
T.- Muchacho, todavía has de aprender a navegar en el agua turbulenta de la filosofía. Mira, ayúdame a incorporarme y sigamos esta conversación en los baños. Tal vez dejándonos penetrar por ella, podamos penetrar nosotros también en los misterios del agua.
P.- Sea. Aún tengo mucha sed de conocimientos.




¿Qué es lo que más te convence y lo que menos te convence de la teoría de Tales?
¿Qué pregunta le hubieras hecho tú?

Aquí una estupenda entrada, también sobre Tales, de nuestro vecino y amigo de blog.



La naturaleza de la naturaleza.



El problema más fundamental de la filosofía es siempre el mismo: saber qué es la realidad. O como decían los primeros filósofos griegos, saber qué es laphysis” (la “naturaleza”). Ahora bien, para conocer la naturaleza no basta con observarla. Lo único que inmediatamente observamos es que el mundo es un montón de cosas o seres en perpetuo movimiento y cambio. En otras palabras: un caos (ya lo decían los mitos: al principio era el caos...). Pero la razón nos pide más, nadie puede vivir pensando que todo es caótico. ¿Qué pide la razón? Siempre lo mismo: ordenar las cosas. ¿Y esto cómo se hace? Imaginad que sois extraterrestres inteligentes y entráis en una selva llena de todo tipo de seres en movimiento (plantas, animales...). 
Vuestra razón se pondría inmediatamente a trabajar. En primer lugar reduciría las diferencias: unificaría ciertas cosas como partes de un mismo objeto o ser (todas esas cosas son un león -o como quieran llamarlo ellos-, todas aquellas otras son un árbol determinado, etc.). Luego unificaría unas cosas con otras, descubriendo lo que tienen en común (todas las cosas con ciertas características permanentes son animales, otras con otras características son plantas, etc.). Finalmente, es posible que buscara lo que todas las cosas (sean del tipo que sean) tienen en común, incluso incluyéndose a él mismo. A este principio constitutivo y permanente de todo, es decir, a lo que todas las cosas son siempre, por muchas y diferentes que sean, y por mucho que cambien, le llamaban los filósofos griegos, el “arkhé” o principio de todo. 
Pero con esto no basta. Dado que todo está moviéndose y cambiando, la razón también busca poner orden en el cambio, y para ello busca descubrir las leyes (no cambiantes) que gobiernan o determinan los cambios, es decir, que explican por qué, cómo y para qué ocurren esos cambios, permitiendo predecirlos y prevenirse frente a ellos. A estas leyes supremas del cambio también las incluían los griegos en el concepto de “arkhé” o principio de todo.

Así, frente a la experiencia de la naturaleza (physis) tal como se aparece a nuestros sentidos (caótica: plural, cambiente), la razón busca ordenarla, descubriendo o estableciendo un principio supremo de orden (arkhé) que es, a la vez:
- Un principio constitutivo (lo común a todo, la unidad de las diferencias, lo que todas las cosas son siempre en el fondo, lo permanente de lo cambiante, de lo que todas las cosas “están hechas”, de donde todo viene y a donde todo vuelve, etc.),
- Un principio causal o fuerza (lo que lo mueve todo, dándole vida), y
- Un principio legal (la ley suprema según la cual se mueve todo en un cierto orden).

Si “physis” significa “naturaleza” (en el sentido de todo lo que hay, el conjunto de las cosas que vemos, etc.), “arkhé” significa algo así como la “naturaleza de la naturaleza”, es decir: su principio o ser común y permanente que lo causa y lo gobierna todo según ley. La “arkhé” es, así, algo omnipresente, eterno, causa animadora de todo, y que todo lo gobierna. No es raro que para muchos filósofos presocráticos la “arkhé” fuera una entidad divina.




¿Basta observar el mundo para entenderlo? ¿Qué más cosas hay que hacer?
¿Cómo crees que soluciona el problema de la arkhé la religión? ¿Y la ciencia actual?


lunes, 23 de septiembre de 2013

De la ira de Zeus a los pedos de Estrepsíades. El paso del mito al logos según Aristófanes.


Allá por el siglo V a.C., la filosofía estaba de moda (decían que servía para triunfar en sociedad, aprender a convencer a los demás de lo que quisieras, aparentar inteligencia, etc.). Pues bien, aquí vemos como Estrepsíades, un campesino viejo y anticuado, para estar a la moda (y resolver algunos problemillas con la justicia) pretende entrar en una "escuela para filósofos", dirigida por un tal Sócrates...  Nos lo cuenta Aristófanes, el gran cómico ateniense:


Estrepsíades.- Pero Zeus, según vosotros, a ver, ¡por la Tierra!: ¿Zeus Olímpico, no es un dios?
Sócrates.- ¿Qué Zeus? No digas tonterías. Zeus ni siquiera existe.
E.- Pero, ¿tu qué dices? Pues, ¿quién hace llover? Esto, acláramelo antes de nada.
S.- ¡Esas, claro! [señalando a las Nubes] Y te lo demostraré con pruebas de gran peso. A ver: ¿dónde has visto tú que alguna vez llueva sin nubes? Sin embargo, lo que tendría que ser es que él [Zeus] hiciera llover con el cielo despejado y que éstas estuvieran ausentes.
E.- ¡Por Apolo!, con lo que acabas de decir le has dado un apoyo al asunto éste. Y la cosa es que yo antes creía a pies juntillas que Zeus orinaba a través de una criba. Pero explícame quién es el que produce los truenos, eso que me hace a mí temblar de miedo.
S.- Estas [las Nubes] producen los truenos al ser empujadas por todas partes.
E.- A ver, a ti que no se te pone nada por delante: ¿cómo?
S.- Cuando se saturan de agua y por necesidad son forzadas a moverse, como están llenas de lluvia, necesariamente son impulsadas hacia abajo; entonces, chocan unas contra otras y, como pesan mucho, se rompen con gran estrépito.
E.- Pero el que las obliga a moverse, ¿quién es? ¿No es Zeus?
S.- Ni mucho menos; es un torbellino etéreo.
E.- ¿Torbellino? No me había dado cuenta de eso, de que Zeus no existe y de que en su lugar reina ahora Torbellino. Pero aún no me has explicado nada del estruendo y el trueno.
S.- ¿No me has oído? Las nubes, al estar llenas de agua, te digo que chocan unas con otras y hacen ruido porque son muy densas.
E.- Vamos a ver: eso, ¿quién se lo va a creer?
S.- Te lo voy a explicar poniéndote a ti como ejemplo. En las Panateneas, cuanto ya estás harto de sopa de carne, ¿no se te revuelven las tripas y de pronto se produce un movimiento en ellas que empieza a producir borborigmos?
E.- Sí, por Apolo, y al momento provoca un jaleo horrible y un alboroto; y la dichosa sopa produce un ruido y un estruendo tremendo, como un trueno; primero flojito, “papax, papax”, después más fuerte “papapapax”, y cuando cago, talmente un trueno, “papapapax”, como hacen ellas.
S.- Pues fíjate qué pedos tan grandes han salido de ese vientre tan pequeño. Y el aire éste, que es infinito, ¿cómo no va a ser natural que produzca truenos tan grandes?

(Aristófanes, Las nubes. 366-394, versión de E. García Novo. Alianza editorial, 1987)

¿Qué novedades presenta las explicaciones de Sócrates en comparación con las explicaciones míticas que cita Estrepsíades?

¿Por qué crees que tanta gente sigue prefiriendo las explicaciones míticas y religiosas a las científicas y filosóficas?  

jueves, 19 de septiembre de 2013

De sabios y filósofos. Del Oriente y el Occidente.


En las primeras edades del mundo, los hombres parecían niños. Pensaban y tenían ideas, pero parecían carecer de reflexión. Sus amplios saberes tenían carácter práctico y mítico. Miraban a las estrellas no por afán de comprender su naturaleza, sino para guiar sus barcos y para buscar señales del dios que dirigía sus vidas. 



Pero a mediados del primer milenio antes de Cristo comenzaron a pasar cosas extrañas. Por doquier, desde Oriente a Occidente, aparecieron unos tipos extravagantes y vagabundos, a los que la gente llamaba sabios (en la China), brahamanes (en la India), magos (en Persia), profetas (en Palestina) o... filósofos (en Grecia). En lugar del negocio, preferían el ocio. En vez de pontificar en el templo, elegían dialogar en las plazas. Y ya no repetían las mismas ideas e historias de siempre, sino que ponían en cuestión esas mismas ideas, para así, decían, "despertar" a las gentes que, según ellos, vivían como sonámbulos o niños, inconscientes de casi todo. 


Hacían estos sabios unas distinciones muy extrañas. Decían, por ejemplo, que los hombres estaban como ciegos, aunque vieran como linces, pues la verdadera realidad, decían, no era lo que a-parecía a la vista (distinción realidad/apariencia). También hablaban de que los hombres tienen un alma incorpórea que, como tal, no podía enfermar ni morir, y que provenía de algún lugar más allá de la tierra y los cielos (distinción alma/cuerpo). Contaban que la verdad era el fruto de la meditación interior y no de la experiencia (distinción intelecto/sentidos), que el hombre bueno era el que anteponía la verdad y el deber al deseo de felicidad (distinción deber/felicidad), y que frente al poder absoluto de los imperios, debía prevalecer la libre espiritualidad del individuo y las leyes de los más sabios (distinción sociedad/individuo). Esto y todas las otras cosas que decían fueron calando en los más jóvenes, arruinando su inocencia y volviéndolos, a veces, desobedientes del poder y las más viejas tradiciones...

Entre estos sabios, los más extraños eran, acaso, los filósofos griegos. De entrada no se llamaban a si mismos sabios, sino “filósofos”, es decir, “los-que-desean-ser-sabios” (porque no creían serlo, salvo en el saber de su propia ignorancia). A diferencia del resto de los nuevos sabios, el conocimiento que buscaban estos filósofos era puramente teórico, no tenía como fin hacer casas o guiar naves, pero tampoco liberar el alma y unirse a Dios. Era el suyo un puro saber por saber... Y también un saber del saber mismo, pues eran tan desconfiados (tan faltos de fe) que no se limitaban a explicar las cosas, sino que también querían explicar cómo habían llegado a explicarlas y cómo de mejor o peor era esa explicación. En esto también se diferenciaban del resto de los nuevos sabios, pues estos anclaron su sabiduría en la palabra de los profetas y en sagrados textos que revelaban la verdad más allá de todo razonamiento y explicación. 

 La filosofía surgió, pues, en Grecia, como una forma absolutamente distinta (teórica, demostrativa, crítica...) de conocer el mundo. Y esa forma es la que nos caracteriza a nosotros, los griegos, los europeos, los occidentales. Aunque influidos por los sabios judíos y otras más lejanas tradiciones, somos, en la raíz, hijos de esos extraños filósofos griegos. Por eso nos encanta discutirlo y explicarlo todo, por eso pedimos siempre razones, y no hay poder ni dogma que detenga nuestra incansable e incierta aventura en pos del saber. 

Así, si los sabios de oriente dieron lugar a una cultura estática de verdades inamovibles y prácticas rituales orientadas a la negación mística del mundo y la unión del individuo con Dios, nuestros filósofos abrieron paso a otra cultura, dinámica, movida por la crítica y el cambio, y dirigida al conocimiento teórico del mundo, y a la afirmación del hombre a través del poder de la razón.

¿Habrá diferencia más grande entre Oriente y Occidente? En todo caso, y siendo como somos, habrá que volver a pensarlo...




¿Estás de acuerdo con todo esto? ¿Son tan diferentes la civilización oriental y la occidental? ¿Estará la diferencia justo en la filosofía y la ciencia (que no se han desarrollado apenas en oriente)? 

Os enlazo, por cierto, esta entrada del maravilloso blog de nuestro amigo y vecino de caverna Juan Antonio Negrete, y que trata también de los orígenes de la filosofía.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuatro temas de conversación para seducir a un filósofo (y, en el fondo, a cualquiera)

Creo que tenemos ya claro que nos interesa estar con gente interesante, con las que podamos compartir y medir nuestras ideas y aprender. ¿Y habrá alguien más loco por las ideas que un filósofo? Durante este curso vamos a traer a la caverna a los más grandes. Ya veremos mediante qué técnicas parapsicológicas. La cosa es que una vez se nos aparezcan se (nos) queden (dentro). Ya os podéis imaginar que son gente muy inquieta y que no tolera el aburrimiento. Para enrollarse con un filósofo nada mejor que sacar los siguientes cuatro temas de conversación, que son también las cuatro grandes preguntas o ramas de la filosofía. Y las cuatro cosas que más importa pensar y saber en la vida, creo yo (aunque esto también habrá que discutirlo, claro). 

  1. La pregunta ontológica (o metafísica): ¿QUÉ ES LA REALIDAD? Ojo, que esta pregunta admite variaciones: ¿qué es la realidad en general? (ontología general) ¿Qué es la naturaleza? (cosmología o filosofía de la naturaleza) ¿Existe una realidad perfecta o divina?  (teología filosófica)… ¿Y qué decir de esa realidad que parece estar entre la naturaleza y Dios: la cultura, la sociedad, el ser humano…? ¡Un momento! Esta última pregunta es tan importante que merece un apartado propio…

    2. La pregunta antropológica (o psicológica): ¿QUÉ ES EL SER HUMANO? ¿Qué lugar ocupa en el cosmos? ¿Cuál es su naturaleza y el sentido de su vida? ¿Somos simples animales o algo más que eso? ¿Somos cómo somos por pertenecer a tal o cual cultura y época, o hay cosas que compartimos todos? ¿De dónde venimos, y a dónde vamos cuando llega la muerte?...

    3. La pregunta epistemológica (o gnoseológica), que alude a la relación teórica que hay entre el ser humano y la realidad, es decir, el conocimiento. ¿EN QUÉ CONSISTE EL CONOCIMIENTO? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos seguros de algo? ¿Cómo sabemos que lo que pensamos, decimos, oímos, teorizamos...es verdad? ¿Qué es de verdad la verdad?...

    4.La pregunta ética y política (y también estética) que atiende también a las relaciones entre nosotros y el mundo, pero esta vez, a la relación práctica.  ¿QUÉ  DEBERÍAMOS HACER PARA QUE LA REALIDAD FUERA MEJOR DE LO QUE ES? ¿Qué es lo que hay que hacer para ser buenos y felices, y para que la sociedad sea más justa, y el mundo más hermoso? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo justo? ¿Qué es lo bello?

La belleza, la justicia, la bondad, la verdad, la existencia humana, el mundo. Lo que es todo, lo que somos nosotros, lo que podemos saber, lo que debemos hacer... ¿Se pueden tener ideas más grandes y poderosas que aquellas que tratan de todo eso? ¿Hay algún otro tema de conversación interesante que no esté relacionado de algún modo con estos cuatro? ¿Cuál? Decídmelo si lo encontráis.


martes, 17 de septiembre de 2013

La primera clase de la historia de la filosofía.

Todos los años me pregunto por qué quiero yo dar un curso de filosofía (o, en este caso, de historia de la filosofía). Y también me pregunto por qué habéis de quererlo vosotros (Si la filosofía fuera solo una cuestión mía o de unos pocos, como la numismática o el rugby, no valdría nada, ¿no?).

Pensad un momento y decidme por qué acudís al instituto, o a cualquier otro lugar (es decir, cualquiera) que os guste más. Por qué preferís vivir como vivís, dejándoos llevar o decidiendo hacer esto o aquello. O, sencillamente, por qué vivís, para qué... Me apuesto mi sueldo de todo el curso a que la respuesta es esta: todo lo que hacéis (o dejáis de hacer) es... por algo que tenéis en la cabeza, es decir: por ideas. Seamos o no conscientes de ellas. Sean vuestras o de otros. Sean buenas o malas. Hasta respirar lo hacemos (mecánicamente) porque pensamos que mola vivir; en otro caso nos pondríamos la soga al cuello y dejaríamos de hacerlo...

Pues bien, la filosofía no es más que el deseo de ser el dueño de tus ideas, es decir, de tu propia vida. Reflexionar, torcer la vista hacia dentro para mirarse la mente en el espejo de la mente. El filósofo es cualquiera de nosotros cuando se empeña en pensar en lo que piensa, en aclararse y llenarse de luz para hacerse fuerte frente a la vida. Para eso tiene que internarse en la jungla de sí mismo (que es la misma jungla del mundo), buscar las ideas más ocultas, más salvajes e indomesticables, y vencerlas, hacerse con ellas, o quizás sacrificarlas, y volver al mundo con las mejores colgando del cinturón. Y esta claro: si todo lo hacemos por ideas, si contamos con las mejores viviremos mejor, seremos mejores.

Pero las mejores ideas no solo las encontramos en lo más íntimo de nosotros, también en lo más íntimo de los demás. Los demás son otro espejo en el que buscarnos, pues son como nosotros, piezas de un mismo puzzle, la parte que nos falta para estar completos. Por esos nos interesan tanto. Por eso nos interesan tanto sus ideas, esas que se translucen en lo que dicen y hacen. Y por eso también amar, unirnos a otro es comprenderlo, entenderlo, poner en común (comunicar) nuestras ideas. Comprender a los demás es como abrazarlos en la parte que no se ve ni se toca, en la más íntima, allí donde están de verdad y de donde proviene toda su vida.



¿Y a quién preferimos amar, al que más ideas tiene para comprender o al que menos? Parece obvio que al primero (¿Para qué amar a alguien tan tonto o más que nosotros?)... ¡Y eso vamos a hacer aquí! Tener amores con los filósofos, con esos que más se han aventurado en la jungla de las ideas y más pueden darnos a comprender. Los invocaremos uno a uno, y frotaremos nuestras ideas con las suyas hasta quedarnos preñados de... nosotros mismos. Porque las ideas de esos filósofos son parte de nosotros. Conocer la historia del pensamiento es conocer la forma con que hemos llegado a ver, sentir, desear y pensar tal como lo hacemos. Y también abrirse a la posibilidad de cambiarla.




A veces la historia de la filosofía parece como la historia de una única mente que fuera dialogando consigo misma, pensándose siglo a siglo, a través de cada uno de los grandes filósofos. Y así hasta conocerse del todo, hasta hacerse totalmente transparente, toda luz sin sombra. Tal vez nosotros somos parte de ese proceso, y tal vez esa mente, ahora, piense y hable a través de nosotros.


Bienvenidos a este curso de amor y filosofía (si es que no son lo mismo).  

Como regalo de bienvenida aquí os dejo esta película sobre la historia de la filosofía (El mundo se Sofía, basada en el famoso libro de Jostein Gaarder), y un enlace hacia una historia de la filosofía en comic realizada por José Angel Castaño. También podéis ir echándole un ojo a la programación del curso, a la información sobre las pruebas de selectividad, o al tema introductorio (Introducción. Filosofía e historia de la filosofía), pero esto último solo si queréis mucho, mucho, pues me salió un poco denso (si lo preferís comenzad por el tema 1 del primer bloque, el de filosofía antigua). Ah, y naturalmente, podemos seguir hablando abajo, en los comentarios, donde podéis escribir lo que os dé la gana, como debe ser.



Filosofía para Principiantes from José Ángel Castaño Gracia

* La fotografía del espejo y la escalera es del artista Chema Madoz.