martes, 13 de noviembre de 2012

Sentido común, Ciencia y Filosofía.




La gente común, tanto en la época de Platón como ahora, cree que el mundo se conoce a través de la experiencia sensible. A esta creencia se le puede llamar “realismo ingenuo”, pues se cree ingenuamente (con poca o ninguna reflexión) que la realidad equivale al mundo físico que se nos aparece ante lo sentidos. Estas personas viven, según Platón, en una caverna que simboliza la ignorancia, la oscuridad, la incapacidad para ver más allá. Unos, como niños, viven en un mundo imaginario, puramente mítico: son los cavernícolas que están en el fondo de la caverna, atados (por sus prejuicios) de manera tal que solo pueden ver las imágenes (eikasía) de los objetos físicos. Otros logran volverse y descubrir los propios objetos físicos, pero se estancan ahí, en la creencia ingenua (pistis) de que el mundo son las cosas que podemos ver y tocar. Es lo que también podríamos llamar "sentido común".

Y, por cierto: ¿Qué hay de malo en creer que el mundo son las cosas que vemos y tocamos? Nada, si no lo pensamos. Lo que ocurre es que los seres humanos no podemos dejar de pensar: somos así.

Pensemos en cómo conocemos las cosas. Cuando creemos ver un gato, ¿qué vemos? Realmente no más que un montón de “manchas” de luz moviéndose ante nosotros. Pasa que, desde pequeños, nos han enseñado a identificar ese montón de manchas móviles como algo unitario y constante: un gato. Es decir, nos han enseñado a relacionar esas manchas con el concepto de “gato”. Sin el concepto de gato no veríamos gatos (sino, a lo sumo, manchas en movimiento). Ahora bien: ¿de dónde ha salido ese concepto? Algunos piensan que del gato que se ve. Pero esto es imposible pues, como acabamos de decir, no se puede ver ningún gato sin tener previamente el concepto de gato. Además, esas manchas son muchas, diferentes, móviles, por lo que carecen de la unidad, identidad y permanencia del concepto (justamente, lo que hace el concepto es unificar y dar permanencia a las manchas o impresiones visibles). 

Tampoco parece lógico afirmar que el concepto de gato sea una abstracción o generalización mental fruto de haber visto muchos “conjuntos de manchas con parecida forma (gatuna)”, pues, como acabamos de decir, en las impresiones visibles no hay unidad (conjunción), ni nada permanece igual (por lo que no puede haber rasgos iguales en las manchas, de manera que sean “parecidas”), ni nada que pueda ser “gatuno” si antes no contamos con el concepto de “gato”. Finalmente, tampoco puede ser que dicho concepto sea una pura invención de nuestra mente, pues ¿de dónde lo habría sacado la mente? Además, ¿qué es nuestra mente sino un montón de pensamientos sucediéndose en el tiempo? La unidad y permanencia del concepto no puede ser creación de algo tan disperso y cambiante… La única solución que queda, afirma el platonismo, es asumir que el concepto remite a realidades que no son ni físicas ni mentales, sino ideales. Un concepto (de gato o de lo que sea) es una Idea (o, mejor, una Idea tal como se aparece –más o menos imperfectamente— en nuestra mente). Los conceptos “vienen” del mundo de las Ideas. Y el conocimiento, depende, pues, de ellas, de las Ideas. Vemos lo que vemos en función de las Ideas que somos capaces de conocer y convertir en conceptos. Así pues, todo conocimiento es, fundamentalmente, pensamiento, pues las Ideas no se pueden ver, solo se pueden pensar.


Cuando se piensa todo esto, se sale de la caverna (es decir, del “realismo ingenuo"). Se descubre que el conocimiento depende de realidades que están más allá de lo que se puede ver, y que, por tanto, el verdadero conocimiento (episteme) consiste en entender (con la razón) tales Ideas. Sin embargo, también en este nivel de conocimiento racional o intelectual hay grados. El grado inferior lo representa el conocimiento científico (lo que Platón llama diánoia, o matemáticas, entendiendo por matemáticas el conjunto de lo que hoy denominaríamos “ciencias teóricas”). Las ciencias son conocimiento racional, pero no pura ni completamente racional. Las ciencias no son puramente racionales porque presuponen (creen) que las cosas físicas mantienen una existencia independiente de las Ideas (por mucho que no se puedan conocer sin Ideas), con lo que la sensación o la experiencia aún tienen un papel cognoscitivo junto a la razón (por eso las ciencias se conciben como dependientes de la observación y los experimentos). 

Las ciencias no han descubierto que las “manchas de luz” o las propiedades físicas que observamos no solo no pueden ser identificadas como “gatos” o “átomos” sin las Ideas correspondientes, sino que ellas mismas no pueden ser nada (carecen de identidad) sin las Ideas. Ni siquiera una “mancha”, ni la “luz”, ni ningún otro rasgo físico es algo sin la Idea de mancha, de luz, etc. Así, el recién liberado cavernícola que, sin comprender aún todo esto, comienza a conocer las Ideas, las reconoce primero (dice el mito) “reflejadas en el agua y en otras cosas”, esto es: proyectadas en las cosas físicas en las que aún cree (y a las que cree explicar mediante esa proyección o aplicación de conceptos). Todavía no está preparado para comprender que no hay otra cosa más que Ideas (sin reflejos ni sombras). 

De otro lado, las ciencias no son completamente racionales porque, aunque utilizan Ideas para explicar las supuestas cosas físicas, estas Ideas que utilizan (sus definiciones, leyes, teoremas…) se apoyan en hipótesis o axiomas racionalmente indemostrables por esa ciencia. En otras palabras: las Ideas fundamentales de la ciencia (sus suposiciones acerca del mundo, sus conceptos fundamentales, sus ideas acerca del método con que han de conocerse las cosas, etc.) carecen de fundamentación científica.

El conocimiento racional superior es lo Platón llama “dialéctica” o “nóesis” (y se correspondería con la filosofía, según la concibe Platón). El que alcanza este nivel último ya sabe que no hay más realidad que las Ideas y que, por tanto, el verdadero conocimiento ha de ser puramente racional. El dialéctico parte de las Ideas fundamentales de la ciencia tomándolas como lo que son, hipótesis (no principios axiomáticos, el filósofo no acepta axiomas), para comprobar si admiten alguna demostración deduciéndolas de Ideas más fundamentales aún y ya demostradas. 
El conocimiento dialéctico busca deducir racionalmente todas las Ideas a partir de unas pocas, cuantas menos mejor. Y, finalmente, deducir estas pocas de una sola y única Idea suprema que sea, además, absolutamente racional (imposible de poner en duda). Esta Idea suprema es la Idea de Bien.

 ¿Qué representa la Idea de Bien? Platón dice que conocerla y explicarla es enormemente difícil. La compara más de una vez con el sol, en cuanto éste parece causa del ser y condición del conocimiento de las cosas (sin su luz no podríamos verlas). ¿Qué significa esto? La Idea de Bien es la Idea de todas las Ideas, la Forma de todas las Formas. Es decir: lo que todas las Ideas tienen en común: la perfección (todas las Ideas son el modelo perfecto de algo), la unidad (todas las Ideas son el aspecto unitario o común del algo), la identidad o ser (todas las Ideas representan la identidad o ser de alguna cosa), etc.  La Idea de Bien es, así, la Perfección, la Unidad, la Identidad absolutas (de la que participan en cuanto perfectas, unitarias, idénticas… las demás Ideas). Ahora entendemos porque la Idea de Bien es la causa del ser de todas las cosas: de las Ideas en cuanto éstas participan de la Identidad absoluta (por eso son Ideas), y de las cosas físicas en cuanto estás participan de la identidad que les prestan las Ideas (por eso son la cosa o imagen que son). Y también entendemos ahora porque la Idea de Bien es la condición del conocimiento de todas las Ideas y cosas. Conocer es identificar, unir lo múltiple bajo una unidad mayor: la multiplicidad de las imágenes (los reflejos, las reproducciones de un caballo) bajo la unidad de la cosa física de la que son imágenes (el caballo físico), la multiplicidad de las cosas físicas (los caballos físicos, las partes y momentos de cada caballo físico) bajo la unidad de la Idea (la Idea de caballo), la multiplicidad de las Ideas (la Idea de caballo, la de gato, etc.) bajo Ideas aún más unitarias (la Idea de mamífero, la de evolución, etc.), y todas las Ideas bajo la unidad de la Idea de Unidad, de Perfección… 
Sin la Idea de Unidad en sí misma nada sería unitario e idéntico (nada sería) y nada sería identificado (nada sería conocido). El principio de Identidad es la causa fundamental del ser y del conocer.

Ahora bien, si la Idea de Bien es lo que da el ser a todo y lo que permite conocerlo todo, ¿cómo conocerla a ella misma? No se puede: conocerla sería identificarla o unificarla bajo otra Idea mayor. Pero no hay otra Idea mayor y más unitaria y perfecta que la propia Idea de Unidad y Perfección. La Idea de las Ideas no “cabe” bajo ninguna otra Idea, no puede ser pensada, ni expresada (pensarla o expresarla sería suponerla como parte de un pensamiento o una frase, que sería mayor que ella, pero no hay nada por encima de ella). Por eso dice Platón que el conocimiento de la Idea de Bien es… Indescriptible. Es un momento de intuición intelectual supremo, por el que el conocimiento se une de tal modo a la Idea suprema (y a todo lo que se comprende con esa Idea) que desaparecen las diferencias que permiten el pensamiento y la expresión. En ese instante todo se descubre como Uno (ya no hay conocedor y conocido, pensamiento y objeto de pensamiento, expresión y lo expresado en ella, una Idea y otra distinta...). Solo Uno. Nada más se puede conocer ni decir. Pues nada más hay para conocer y decir.   


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