martes, 30 de marzo de 2021

La forma matemática (y científica) de la mente... Fragmentos del diario de Kant (5)


 Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general).


Königsberg, 23 de abril de 1773.
¿Cómo son posibles las matemáticas? ¿De qué extraña realidad eterna y abstracta hablan Lambert, Laplace y otros geniales matemáticos? Los juicios de la matemática no pueden referirse directamente al mundo físico, pues este es inestable, cambiante, compuesto de hechos particulares (y las leyes y teoremas de las aritmética o la geometría son invariablemente ciertos, universales, abstractos). ¿Entonces? Algunos, como Platón, creían que las matemáticas se referían a un mundo ideal más allá de este que pisamos. Esto resulta increíble. Ni el mundo es matemático, ni la matemática es un mundo. La única solución que veo es esta: las matemáticas están en nuestra cabeza, en la mente. Son parte de la forma en que la mente conoce el mundo. 
No es que las invente la mente. Sino que son la forma en que funciona la mente, el “molde” con el que recibe los datos del mundo. 
¿Cómo he llegado a esta conclusión? Veamos. La matemática se ocupa de estudiar las leyes del espacio y del tiempo. La geometría descubre y analiza la forma abstracta y a priori del espacio; y la aritmética se ocupa de la sucesión (el uno, el dos…), es decir, de la forma abstracta y a priori del tiempo. Ahora bien: ¿dónde está el espacio? ¿Cuándo ocurre el tiempo?... Los espíritus ingenuos creen que el espacio y el tiempo son y ocurren en el mundo. Yo creo que son nuestra forma de ver el mundo, la forma a priori de nuestra sensibilidad. 
El espacio es la forma en que nuestra mente ordena todo lo que ve fuera de sí, delimitando y distinguiendo objetos, a partir de sí misma (delante, atrás, arriba, abajo…). 
El tiempo es la forma en que la mente se experimenta a si misma: la propia sucesión de sus impresiones y pensamientos. Pues bien, las matemáticas se refieren a estas formas que tiene la mente, a la forma de nuestra sensibilidad o facultad de percibir (de percibir el mundo y de percibir a la propia mente perceptora). La matemática pura estudia estas formas tal como son a priori, antes de su uso como “molde” de la experiencia sensible. Pero los juicios matemáticos también pueden referirse al mundo físico (pueden ser sintéticos), y darnos información sobre él, por la sencilla razón de que ese mundo físico no es el mundo en sí (el noúmeno), sino el mundo tal como lo ve nuestra mente (como fenómeno) aplicándole esas formas (matemáticas) de la sensibilidad. Así, la matemática, cuando describe el mundo…¡También se describe a sí misma! ¿No es fenomenal?


Königsberg. 2 de mayo de 1773.
Mi trabajo avanza a toda velocidad. Tengo la impresión de que cuando lo dé a la imprenta (todavía no sé cuándo) va a ocasionar un considerable revuelo. Algunos amigos me animan a publicar ya algo, pero yo me resisto, lo que ando pensando es… ¡Tan extraño y novedoso¡ Me muevo con cautela, como en una selva virgen de pensamientos. Y esta selva infinita es… ¡nuestra propia mente! Es ella, desde su facultad sensible, la que crea los objetos o fenómenos, dándole su propia forma espacial y temporal a esa misteriosa materia que viene del mundo. ¡Pero esto es solo el principio! El conocimiento no se reduce a la sensibilidad. Más allá de ella, la mente fabrica pensamientos o ideas, relaciona de formas muy distintas los fenómenos o intuiciones sensibles, aplicándoles ciertos conceptos que solo de la mente provienen. 
Si nuestra sensibilidad “recibe” al mundo sensible “acomodándolo” en esos “moldes” que son espacio y tiempo, nuestro entendimiento lo comprende bajo ciertas categorías o conceptos, como el concepto de unidad, o el de causalidad, u otros tantos (creo haber descubierto exactamente doce, tantos como formas tiene mi mente de entender, en general, los fenómenos). Si esto que digo es cierto, lo que he descubierto es... ¡¡La naturaleza misma de la lógica o razón!! Gracias a mi descubrimiento será posible entender y justificar cómo es posible la ciencia en general (y no solo la matemática).


 Königsberg. 5 de mayo de 1773.
Cuando un físico afirma “todo cambio ocurre por alguna causa”, ¿de dónde proviene aquello que nombra? ¿Cómo sabemos que es verdad? No de la pura experiencia, desde luego, pues “allí” no existen los “todos” ni las “causas” (a lo sumo existen los cambios, que es lo que nos parece ver en todo momento). Pero tampoco de un increíble mundo de ideas platónicas e innatas. Vuelvo la reflexión hacia mi mismo y descubro allí lo que buscaba: esos “todos” y “causas” son parte del “aparato” lógico con que la mente entiende y razona las cosas. Son los conceptos o categorías del entendimiento. Y son, naturalmente, a priori, independientes de todo fenómeno o cosa que pueda pensar, ¡¡pues son la forma misma del pensamiento!! De hecho, no puedo pensar los fenómenos sin pensarlos como “uno” o como “totalidad” o como siendo unos la “causa” de otros. 

¡Esto nos salva del escepticismo de Hume, sin dormirnos en las quimeras de los racionalistas! Las formas a priori del entendimiento (esos conceptos o categorías con los que pienso) dan a los juicios de la ciencia la necesidad y universalidad que requiere un conocimiento científico, pero a la vez describen con una precisión admirable el mundo físico (siempre que se apliquen a los fenómenos de la sensibilidad). ¿¡¡Y cómo no habría de ser así, dado que el mundo físico adquiere, en cuanto lo pensamos, la forma de nuestro propio entendimiento!!?


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