martes, 25 de septiembre de 2012

¡Todo es agua! Gran entrevista en exclusiva con Tales de Mileto


Tales de Mileto (Mileto, s.VII a.C) es considerado el primer filósofo de la historia occidental. Viajero incansable, ingeniero, matemático y astrónomo, es mundialmente famoso por sus opiniones acerca del origen del mundo. Lo entrevistamos en la Clínica Hipócrates, en donde se halla convaleciente tras haber caído a un pozo.


Periodista.- Señor Tales ¿Cómo se encuentra?
Tales de Mileto.- Mejor, gracias, me acaba de bañar una enfermera tracia muy alegre y eso me ha levantado el ánimo. Resulta que anteayer iba distraído observando el cielo y me hice daño al caer a un pozo, parece que tenía muy poca agua…
P.- ¿Poca? Qué curioso. Pues se dice por ahí que usted afirma que todo es agua.
T.-  Bueno, más bien, que el principio de todo es agua. Y sí, eso digo. Pero no solo yo. Muchos otros sabios antiguos opinaban lo mismo, si bien lo contaban a través de mitos.
P.- Pero maestro, ¿por qué agua? Nuestra tabla periódica contiene muchos otros elementos: la tierra, el agua, el fuego… ¿Qué tiene de especial el agua?
T.- ¿No ha observado usted como cambia de forma, o como se vuelve sólida al enfriarse o aérea al calentarse? Es razonable pensar que todo lo que vemos sea una transformación a partir del agua.
P.- Su futuro discípulo Anaxímenes dirá que más bien es el aire el que al condensarse o volverse menos denso da lugar a todas las cosas y seres.
T.- Mmm… Interesante. No conocía esa teoría.
P.- Y otro milesio como usted, Anaximandro de Mileto, afirma que el principio es más bien algo…¿Cómo decirlo?...Algo totalmente sin forma ni límite… “Lo indefinido”, así lo define él.
T.- ¿Algo sin forma ni límite alguno? ¿Un poco raro, no?
P.- Sí, él dice que en el origen ha de existir algo que no sea ninguna cosa definida, para así poder ser el origen de todas.
T.- Ya. Aunque me temo que algo tan poco definido se parece mucho a nada. Y todo el mundo sabe que de la nada no sale nada.
P.- Hablando de nadar, maestro, ¿cómo explica usted que del agua originaria salgan “a flote” todas las cosas que vemos?
T.- Ya he dicho que el agua, siempre en movimiento, adopta ora unas formas, ora sus contrarias, una veces da lugar a las secas piedras, y otras a las húmedas nubes, y así con todo lo demás según la vieja ley del Justo Equilibrio.
P.- Pero maestro, los alumnos de filosofía del futuro se preguntaran una y mil veces cómo de lo uno surgen los miles.
T.- ¡Por Poseidón, dios de los mares! Pues de la misma forma que del purito caos surge el cosmos con sus árboles, animales, hombres, estrellas… ¿Es que no cree usted en los mitos?
P.- A veces, cuando no tengo ganas de pensar.
T.- Pues piense bien en lo que pregunta.
P.- Se lo pregunto de otro modo: si todo es en el origen agua (o aire o lo que sea), ¿cómo es que de esa única cosa brotan tantas cosas distintas, como árboles, gatos, filósofos, etc.? Del agua solo puede brotar agua, ¿no?
T.- Pues...
P.- Y si todo fuera aire, como dirá su colega Anaxímenes, que unas veces se condensa y otras no, tendría que haber otra cosa distinta del aire para apretujar o separar sus partes, ¿no es así?
T.- Vaya, no razonas nada mal, joven.
P.- Gracias. Pero dígame entonces, si el agua o el aire pueden dividirse en estas u aquellas cosas, tendría que existir algún otro elemento, distinto del agua o el aire, que los dividiera. Pues, como todo el mundo sabe, lo uno no puede dividirse (ni multiplicarse) por si mismo sin dar lugar a otra cosa que a si mismo otra vez.
T.- Mmm... Veo que también te gustan las matemáticas, como a mí.
P.- Quiero decir que si todo es, digamos, mantequilla, y no tenemos para separar sus trozos más que cuchillos hechos también de mantequilla… ¿Lograremos alguna vez dividirla en partes?
T.- Me estás convenciendo. ¿No querrás ser mi discípulo?... Todo es mantequilla… Mmm, no está mal, no está mal…
P.- Por otra parte, maestro, si el agua que usted dice está en movimiento, ¿qué la mueve? ¿Es también agua lo que mueve al agua? Y esa Ley del Equilibrio que gobierna los cambios del agua, ¿también es agua? ¿Son las leyes del cambio tan acuosas y cambiantes como el agua misma?...
T.- Bueno. Piensa que el agua de la que hablo tiene, como todo, un alma que la mueve y gobierna sus movimientos prestando armonía al mundo.
P.- O sea. Que todo es agua, pero el agua tiene un alma o fuerza (acuática, hemos de suponer) que, además, obedece un Principio de Armonía no menos húmedo… Maestro, esto me parece un poco… yo diría… ¿irracional?
T.- ¡Divino, querrás decir! El agua es dios, y como tal es materia, pero también fuerza, y ley.
P.- (En voz baja, para sí) Como mito no está mal, pero los he oído mejores.
T.- Además. ¿Qué quieres? Mis futuros colegas los físicos de dentro de dos mil quinientos años dirán lo mismo que yo, que todo es una sola cosa, la energía dirán ellos, y que la energía se transforma en otras cosas según fuerzas y leyes que son también energía.
P.- Pues me parece tan incomprensible como lo suyo.
T.- ¡Lo mismo! Todo es lo mismo…¡Agua!
P.- Está bien, maestro ¿Y si la convertimos en vino, como hará otro colega suyo del futuro (un poco más místico, eso sí), y nos tomamos una copa, allí en la taberna de Estrepsíades?
T.- ¡Hecho! ¡En cuanto salga de aquí!


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