viernes, 26 de septiembre de 2025

10-bis. Los problemas filosóficos de las teorías pluralistas.

 


Para muchos, las teorías pluralistas representan la culminación del pensamiento presocrático (sobre todo, por su lejano parecido a las teorías científicas modernas). Para otros representa una vuelta a la filosofía materialista de los milesios, lejos de la profundidad filosófica alcanzada por filósofos como Parménides. En cualquier caso, sus tesis van a resultar (como todas) muy discutibles. Veamos por qué.

1. La tesis principal del pluralismo es que la realidad es fundamentalmente múltiple, pero esto significa no entender el problema fundamental de la filosofía presocrática (y de toda la filosofía e incluso la ciencia): el problema de intentar explicar lo múltiple a partir de una única sustancia (agua, energía, número, ser…).

Si la teoría que se nos propone afirma que la realidad está compuesta de múltiples elementos (tierra, aire, fuego, agua, amor, odio, leyes…) la pregunta que vuelve a nosotros de nuevo es la pregunta por la "arkhé": ¿qué tienen en común todas esas cosas? ¿Qué es lo que las hace real? ¿Cuál es su principio originario?... 



2. Si la “arkhé” es lo múltiple, como piensan los pluralistas, esto acarrea numerosos problemas lógicos. Por ejemplo: si la realidad son los átomos, y todo está compuesto en el fondo de átomos, ¿qué es lo que los distingue en cantidad y forma? Empecemos por la cantidad.

Si los átomos son muchos, ¿qué los separa? Solo pueden ser otros átomos (y así hasta el infinito, con lo que el límite entre los átomos sería ilimitado) o el vacío, como propone Demócrito; pero el vacío es algo no corpóreo, ¿y cómo puede lo que no es corpóreo separar los cuerpos de los átomos? (si el vacío fuera algún tipo de materia sutil, entonces no sería cierto que todo son, en el fondo, átomos, como sostienen los atomistas). Por otra parte, si los átomos se distinguen por su forma, ¿qué es lo que da forma a los átomos (una misma cosa no puede darse forma a sí misma, y si solo hay átomos no hay más que un tipo de cosa)?


3. Otro problema ligado al pluralismo es el del carácter compuesto de los elementos básicos. Empédocles y Demócrito no creen que sus elementos (las cuatro raíces de Empédocles, o los átomos) sean divisibles. ¿Pero qué razón hay para que algo que es de naturaleza corporal o extensa, como un trozo de tierra o un átomo, no pueda dividirse en partes o unidades menores?  

4.  Para Empédocles y Anaxágoras las combinaciones y recombinaciones de elementos son causados por fuerzas (la Amistad y la Discordia, o el Nous). Pero la naturaleza de estas fuerzas no está clara: ¿Son también algo material? ¿Si las fuerzas o leyes fueran algo material podrían determinar la forma de comportarse de la materia? (¿Son las ecuaciones de la física actual algo material que determine "por contacto" el comportamiento de las cosas?) ¿Son, como parece, algo divino e inteligente, volviendo así al pensamiento arcaico de los milesios? Tampoco está claro el motivo de que las fuerzas actúen en un sentido y no en otro (¿Hay una “ley” que oriente la actuación de estas fuerzas?) La versión más clara de este error es la de los atomistas, que ni siquiera parecen plantearse la necesidad de una ley física que explique por qué las figuras de ciertos átomos se engarzan o no con las de otros.

5. El que los cambios se expliquen por recombinación de elementos que en sí mismos no cambian no soluciona el problema lógico del cambio, sólo “lo cambia de lugar”, por así decir. Que un montón de átomos se conviertan en un árbol, supone pasar del no-ser árbol al ser árbol, y del ser-un-montón-de-átomos-dispersos a no-ser-un-montón-de-átomos-dispersos. Tampoco ayuda que pensemos en el cambio por recombinación de elementos: si (con la ayuda de una sierra) convertimos un árbol en un montón de serrín, pues esto supone que el árbol ha pasado del ser al no ser árbol, y el serrín del no ser al ser serrín. El problema de Parménides no ha sido resuelto.

6. Si como opinan Empédocles o Anaxágoras en la realidad no hay vacío o no ser, sino que todo es un plenum compacto, no parece que haya “lugar” para el movimiento de los elementos. La solución de los atomistas a este problema consiste en afirmar que hay un vacío o no ser. Pero, ¿cómo va a haber algo que no es? Y si se afirma que este vacío es, pero no es corpóreo, ¿cómo, si no es corpóreo, va a sustentar el movimiento de los átomos, que son corpóreos?...

7. En general, la idea de infinito, manejadas por los pluralistas, conduce a todo tipo de absurdos. Si, por ejemplo, en las “semillas” de Anaxágoras hay infinitamente un poco de todo, y en cada poco de todo hay también un poco de todo, etc., todas las semillas han de ser iguales, por lo que no pueden dar lugar a cosas distintas. De otro lado, en un infinito de átomos, ¿qué espacio queda para el espacio vacío? Además, si las combinaciones entre elementos son infinitas (y hay, como reconocen los atomistas, infinitos mundos), todo se vuelve contradictorio (una misma cosa sería infinitamente diferente de sí misma, pues en cada uno de esos mundos tendría una forma distinta). Tal vez esto último no afecte a los atomistas (para quienes las cosas compuestas no representan nada verdaderamente real – solo son reales los átomos y el vacío –), pero no deja de resultar una dificultad lógica para explicar el mundo aparente que vemos.

8. Los atomistas acuden a veces al concepto o idea de “azar”. Pero la idea de azar implica que los sucesos ocurren sin causa aparente, esto es, aparentemente “por nada”. ¿Pero es lógico que las cosas sean o se muevan “por nada”, sin causa alguna?






jueves, 25 de septiembre de 2025

10. Tumultuosa rueda de prensa de los filósofos pluralistas.


Las anteriores teorías filosóficas no podían justificar lógicamente la pluralidad y el cambio (¿Cómo surge todo de una misma cosa? ¿Cómo se divide el Ser a sí mismo?...). Los filósofos pluralistas tampoco. Empédocles, Anaxágoras, Demócrito, Leucipo... se limitan a aceptar la pluralidad y el cambio como algo innegable, y a partir de ahí lo explican todo. Empédocles con cuatro principios (Aire, Tierra, Agua, Fuego) que son unidos por dos fuerzas (Amor y Odio) dando lugar a todos los seres y sucesos en un proceso continuo de expansión (Odio) y contracción (Amor). Anaxágoras plantea infinitas semillas (homeomerías) que son movidas por un misterioso ser (el "Nous" o Inteligencia) y que, al combinarse, dan lugar a todo lo que vemos. Finalmente, Demócrito y Leucipo, afirman que existen infinitos átomos con formas distintas que, al moverse azarosamente en el vacío, chocan y se engarzan unos con otros para dar lugar a distintas cosas y mundos. Cómo os podéis imaginar, las teorías pluralistas tienen muchos problemas: ¿Cómo es que existen tantas cosas al principio; qué tienen en común; cuál es su "arkhé"; qué da forma a los distintos átomos; por qué son indivisibles; de dónde salen las fuerzas que mueven a los elementos; qué es el Nous de Anaxágoras; cómo se mueven las cosas en el vacío; puede existir el azar; podría haber infinitos mundos?... 

Para entender estas viejas teorías y sus problemas, no os perdáis la siguiente rueda de prensa (ni la presentación del final, en la que aparecen resumidas las teorías y los problemas).


De nuestro corresponsal en Atenas. Siglo V a.C. Los tres “filósofos” del momento, EmpédoclesAnaxágoras y Demócrito, decidieron ayer ofrecer al público los resultados de su investigación sobre la physis en una rueda de prensa que, tras las preguntas de algunos periodistas, desembocó en una virulenta discusión y la salida airada de dos de los filósofos de la sala. Este blog ofrece en rigurosa exclusiva un extracto de lo que allí ocurrió.

Anaxágoras.- Señores, silencio por favor (Se oyen múltiples rumores en la sala; al parecer la indumentaria del filósofo Empédocles ha levantado revuelo; Demócrito, entre tanto, ríe a carcajadas mientras conversa con algunos periodistas). ¡Silencio! (el público de la sala, abarrotada, al fin se calla). Ejem. Señores. En la filosofía se abre hoy una nueva etapa, la etapa pluralista. Durante estos últimos cien años, nuestros antecesores han extendido creencias que, pese a su esfuerzo y buena intención, han llenado de errores las cabezas de nuestros contemporáneos. Desde el ínclito Tales y sus secuaces hasta el agudo Parménides, pasando por los sabios pitagóricos y por el oscuro y soberbio Heráclito, se ha mantenido la peregrina idea de que todo se reduce, en realidad, a una única cosa o principio. Ya sea el agua de Tales, el aire de Anaxímenes o el número de Pitágoras. Pero el gran Parménides demostró que de una sola cosa solo puede provenir ella misma, y que además ésta, por su soledad, no tiene motivo ni ocasión ninguna para moverse o cambiar, negando así lo que parece a todas luces evidente: que el mundo está lleno de múltiples cosas que cambian y se mueven.
Empédocles.- ¡Inadmisible, eso es inadmisible! Pero nosotros, gracias a nosotros mismos (especialmente a mí) y no a los dioses, hemos descubierto la Verdad, que más luminosa aún que el sagrado Sol ha incendiado nuestras almas del fuego de la...
Anaxágoras.- Abreviando. La naturaleza, afirmamos nosotros, consta de múltiples principios, infinitos diríamos yo y mi colega Demócrito aquí presente, o tal vez cuatro como afirma el venerable Empédocles…
Empédocles (con voz cavernosa y afectada).- ¡Cuatro son las raíces de las cosas: Zeus resplandeciente, Hera avivadora, Aidoneo y Nesti que de lágrimas destila la fuen…!
Anaxágoras (interrumpiéndolo bruscamente).- Es decir, fuego, aire, tierra y agua, ¿no maestro? (Empedocles hace un gesto de desprecio y se calla). Pues bien, de estos elementos, finitos o infinitos, hemos descubierto que están hechas todas las cosas, muchas y cambiantes ellas, pero únicos y permanentes aquellos.



Demócrito.- A ver, ¿nadie en esta sala ha gozado de pequeño con esos juegos de construcción en los que, con pequeñas piezas, bien duras y diferentes, se podían imitar, engarzándolas con habilidad, el Partenón o el teatro de Dionisos? Pues a imagen de esos juegos de construcción está hecha la realidad. Cada uno de los objetos y seres que vemos no son más que combinaciones afortunadas de esas infinitas y minúsculas piezas, indivisibles ellas, que yo llamo átomos. Las múltiples cosas visibles se construyen y se destruyen, nacen y mueren, pero los átomos invisibles, sus piezas, son siempre los mismos y jamás se destruyen. ¿Habéis entendido?
Periodista 1.- Aristóbulo, de Noticias del Ática. ¿Cómo se reúnen y se desunen esos átomos o lo que sea para formar las cosas? ¿Algún dios, quizás, es el que juega con ellos?
Anaxágoras.- ¡Dios no, sino “Nous” se llama la suprema  Inteligencia que hace torbellino de esos elementos minúsculos y da lugar a los compuestos que conocemos!
Demócrito.- Ja, ja, ja… Mi estimado colega Anaxágoras persiste en viejas creencias de viejas. No hace falta “Nous” ninguno, querido. Mis átomos, al menos, se mueven ellos sólitos y sin quererlo nada ni nadie se unen y se desunen oportunamente para formar este sol que nos alumbra o tu anticuada y venerable cabeza.
Anaxágoras.- Te recuerdo, Demócrito de Abdera, que por negar todo tipo de viejas creencias, y afirmar que el sol no es más que una piedra llameante, me ando jugando esa cabeza ante las ignorantes multitudes. Un poder inteligente, mi “Nous”, es, quieras tú o no quieras, necesario para que el movimiento de esas semillas, de las que todo está hecho, tenga dirección y sentido.
Empédocles.- ¡La Discordia, como veis, pero también el Amor, mueven el mundo! Son estas viejas fuerzas en movimiento las que unen y desunen, alternativamente, y según antiquísimas leyes, las raíces del cosmos!
Demócrito.- ¡Qué diablos de leyes! ¡De qué Amor y Discordia hablas! Me desconciertas con ese lenguaje, impropio de filósofos. ¡El cosmos no es más que una colección de infinitos átomos moviéndose en el vacío y creando mundos y cosas diversas al chocar unos con otros!
Periodista 2.- Aristógato, del Maratón Noticiero. Si no he entendido mal ustedes pretenden justificar con argumentos la existencia de la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Anaxágoras.- Así es, joven.
Periodista 2.- Pero comienzan su argumento diciendo que el principio de la realidad son muchos átomos, semillas o lo que sea, y que estas cositas están en movimiento, bien por sí solas, bien ayudadas por el Amor, el Odio y cosas así. ¿No es esto?
Empédocles.- Más o menos.
Periodista 2.- Entonces, o mucho me equivoco, o están ustedes demostrando la pluralidad y el movimiento con el astuto argumento de que por principio existen la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Empédocles.- Hum. Noto en este joven cierta ironía…
Periodista 3.- Aristópsema, de La Verdad de Elea. El sabio Parménides decía que ni el cambio ni el movimiento eran posibles, pues lo que cambia, en tanto cambia, es y no es lo mismo, y lo que se mueve, en tanto se mueve, está y no está en el mismo sitio. No veo por ninguna parte que sus teorías pluralistas contradigan en nada estos argumentos.
Periodista 2.- ¡Cierto! Si el Amor hace el milagro de unir las piezas de mi mente para que logre comprender a Empédocles, yo entonces he cambiado, pero en ese caso soy el mismo aunque ya no lo sea. ¿Cómo se explica esto?
Empédocles (muy enfadado).- Sigo notando mucha ironía en ese joven.
Demócrito.- Ja, ja, ja… ¡Pero tiene toda la razón! Los argumentos de Parménides contra la pluralidad y el cambio son irrefutables. La única prueba de que existen muchas cosas y de que cambian es… Que lo vemos. Pero, ¿es cierto lo que vemos? Yo estoy convencido de que no. En realidad la realidad son átomos y vacío. Todo lo que vemos es ilusión. En fin…
Anaxágoras.- (Estallando) ¡Vacío! ¿Pero de qué hablas? Te ríes tú de mi “Nous” y no te ríes de tu absurda noción de vacío!
Demócrito.- Oye, yo me río de todo. Pero lo más risible de todo es que tú y ese poeta de Agrigento (señalando a Empédocles) penséis que vuestras extrañas partículas puedan ser muchas y moverse en ausencia de vacío. ¿Qué las distingue entonces? ¿Cómo pueden desplazarse si todo está lleno de ellas? ¿Me lo podéis explicar, por favor?
Empédocles.- (cada vez más enfadado) ¡¿Y puedes tú explicarnos, sin artificios poéticos por supuesto, qué diablos es ese “algo que no es nada” y a lo que tú llamas "vacío"?!
Demócrito.- ¡¡Pregúntaselo a los físicos de dentro de veinte siglos, a ver si ellos te lo saben decir!!
Periodista 2.- Ja, ja, ja. Parece que entre Empédocles y Demócrito ha estallado la Discordia…
Empédocles.- ¡Te lo avisé! (Le tira una de sus sandalias de bronce al periodista 2). ¡Mira a ver si nace el Amor entre esa y tu cabeza, insolente!
Demócrito.- (Con una amarga sonrisa) Veis, todo esto demuestra que el mundo no está regido por ninguna “Inteligencia”.

(Anaxágoras se marcha indignado. Empédocles ha salido corriendo detrás del periodista 2 y de su valiosa sandalia. Los demás periodistas salen. Tan solo quedan unos cuantos alrededor de Demócrito que se queda hablando animadamente con ellos. Parece que charlan acerca de los cuidados que requieren las viñas y de cómo hacer buen vino). 

¿Qué os ha parecido, en general, la teoría de los pluralistas? ¿Os parece más acertada que las teorías del resto de los filósofos presocráticos? ¿Por qué? ¿Qué problemas podéis encontrar en ella?


Aquí tenéis la presentación de clase:


9. Ser o no ser. He ahí la cuestión (de Parménides).


Si para los milesios el ser (arkhé) de las cosas es una materia misteriosa (viva como un animal y armoniosa como un dios), y para los pitagóricos una serie de formas o estructuras matemáticas, los eleatas dan una respuesta aún más extraña, más que matemática, puramente lógica... ¿Qué son en el fondo las cosas? ¡Pues... que son! ¡Y que no pueden no ser! Este es el son que repiten al unísono Parménides de Elea y sus discípulos (el más conocido de ellos fue Zenón, famoso por sus increíbles paradojas)... 

La solución de los milesios al problema de la realidad está todavía empapada de mitología y está cercana a la experiencia común. La que dan los pitagóricos se parece más a una respuesta científica, como la que daría hoy un físico matemático. Y la que dan los eleatas es, por vez primera, puramente racional o lógica, es decir: estrictamente filosófica

Zenón muestra las puertas a la verdad y la falsedad (Veritas et Falsitas). Fresco en la Biblioteca de El Escorial, Madrid.


Si le preguntáramos a Parménides, el más destacado entre los eleatas, que en qué consiste la realidad y qué ley la gobierna nos diría algo así:
-         La realidad consiste en que es. Lo que tienen en común todas las cosas es que son, que las hay, que las podemos pensar como siendo
-         Lo que gobierna la realidad son una especie de leyes “lógicas”. Y estas leyes dicen que “lo que es, es, y lo que no es, no es; y que nada puede ser y no ser” (Más claro, agua –pero no la de Tales—; a estas leyes se le llamarán luego: el principio de identidad y el principio de no contradicción).

La realidad consiste en que es. Pero ¿cómo es? Las tres ideas más interesantes de Parménides al respecto son estas:

  1. La realidad es una sola cosa e indivisible. ¿Y cómo es eso? Razonemos (cerrando los ojos, que nos confunden). Si la realidad fuera más de una (múltiple) estaría dividida en partes, pero entonces cada parte sería y no seríaseria la parte que es pero no sería las demás partes. Además, estas partes serían diferentes una de otras, pero como todas tienen en común el ser, sólo podrían diferenciarse en algo distinto del ser, es decir, en el no ser, es decir, en nada. Pero si no se diferencian en nada, no se diferencian. Luego son la misma. Luego no hay partes. Todo es uno.

  1. La realidad es invariable e inmóvil. Es invariable porque, si cambiara sería y no sería la misma, como cuando yo digo “yo he cambiado”, con lo cual refiero que “yo” sigo siendo el mismo (porque he sido yo el que he cambiado) pero no sigo siendo el mismo (porque he cambiado). Si cambiara en parte, tendría partes, lo que ya hemos demostrado que es imposible. Además, la parte que cambia pasaría del ser (lo que era) al no ser (pues ya no es lo que era). Por todo esto, la realidad no nace ni muere, es eterna. Para nacer tendría que no ser antes de nacer y ser después. Y para morir tendría que ser antes de morir y no ser después. Imposible. Además, ¿cómo se explica que las cosas aparezcan (nazcan) y desaparezcan (mueran) así, como si fueran los objetos en el sombrero de un mago?... La realidad tampoco se mueve, porque lo que se mueve tendría que estar y no estar en el lugar en el que se mueve, lo cual no es menos imposible. 
  2. La realidad ha de ser perfecta, no puede carecer de nada (si careciera de algo, entonces no sería ese algo de que carece y, por tanto, sería y no sería). Tampoco carece, pues, de límites o forma. La forma de la realidad es esférica (la esfera figura la idea de perfección entre los griegos; mientras que la línea o la ausencia de límites -- lo infinito -- denota más bien imperfección).

  3. Así que, la realidad es que es. Y como tal es única, indivisible, invariable, eterna, inmóvil y... perfecta.


Muchos filósofos (por no hablar de la gente común) han tachado de insensata la teoría de Parménides (escrita, por cierto, en forma de poema, lo que tiene su miga, siendo un filósofo tan racional). Unos dicen que, diga lo que diga el pensamiento, ellos ven la diferencia entre las cosas y los cambios de unas en otras (Parménides les diría que los sentidos nos engañan. Para ver cómo lo hacen pulsa en la siguiente figura). 





Otros piensan que la lógica de Parménides está equivocada, que confunde los múltiples sentidos en que se dice "ser", o que no distingue las "cosas" de sus "propiedades" (Parménides les diría que admitir esas distinciones es admitir ya lo inadmisible: las partes, la pluralidad). 

Lo que de todas todas es cierto, es que Parménides nos hace pensar. ¿Se le puede pedir más a un filósofo?



¿Y, por cierto, qué piensas tú de todo esto?

¿Quieres oír la voz de Parménides discutiendo con los ciudadanos de Elea? Pulsa aquí. Y si quieres saber más sobre este filósofo pulsa aquí y aquí también.
Y para leer en directo las extrañas discusiones que tenía Zenón (discípulo de Parménides) con sus paisanos, pulsa aquí y luego acá

Aquí tienes, también, la presentación de clase:


Y aquí, el fabuloso Rap de Parménides de nuestro alumno Peter:


miércoles, 24 de septiembre de 2025

8. Pitágoras = [ Todo es (Número) ]

Alguien dijo que “tres son las naturalezas del Universo: los dioses, los mortales y los que son como Pitágoras”. De Pitágoras y los pitagóricos (a Pitágoras lo entrevistamos aquí) se decían en la antigüedad las cosas más increíbles y maravillosas: que tenían prohibido comer habas o mirar su rostro en un espejo junto a la lumbre, que el Maestro --que no solía dejarse ver y cuyo nombre no se podía pronunciar-- era hermoso como un ángel, que las almas de los difuntos se reencarnaban en otros cuerpos (mejores o peores según los méritos de cada cual)… Pero lo más increíble y maravilloso de todo es que creían que la realidad era Número.

El pitagorismo es una corriente filosófico-religiosa creada alrededor de la figura de Pitágoras de Samos (s. VI a. C.). Sus dos propuestas filosóficas más importantes son la teoría de la metempsicosis (reencarnación de las almas) y la teoría de que todo es número. Empecemos por esta última. 

El cosmos, creían ellos, estaba constituido tan armoniosa como matemáticamente. De hecho, las armonías, comenzando por las musicales, obedecían a precisas razones matemáticas. Y cuando el alma captaba esa matemática precisión se tornaba ella misma tan armoniosa y razonable como el mundo (solo así, por cierto, se podía encarnar en seres tan superiores como… ¡los pitagóricos!).



Pero no, no es que el mundo estuviera escrito en lenguaje matemático, como diría siglos después Galileo. Para los pitagóricos el mundo estaba hecho de matemáticas, de números, de puntos (el uno), líneas (el dos), planos (el tres) y volúmenes (el cuatro). Quién esto averiguaba era calificado con un diez (1+2+3+4), os lo juro, ¡por la sagrada Tetractys!

Cuentan que algunos pitagóricos se suicidaron tras descubrir los números irracionales (¡en su querido triángulo rectángulo!). Otros, más astutos, planearon una nueva ontología en la que lo Uno o Impar (el número Padre de todos los demás números) generaba el mundo uniéndose y dando límites a lo Dos o Par (el número Madre, infinito e irracional). Conocer cada cosa fue entonces cuestión de saber la combinación exacta de Unidad y Dualidad que la generaba y gobernaba (hoy diríamos, quizás, conocer su código binario –su código de barras—).



¡Increíble, verdad! Pues antes de sucumbir a la tentación de reíros de todo esto, pensad en lo siguiente. ¿Qué es lo más esencial para que exista una cosa? ¿La materia de la que está hecha, o la forma que tiene? Si la esencia de una cosa, por ejemplo, de una mesa o del Teatro romano de Mérida, es su forma (y así debe ser, pues la madera sin más, o un montón de piedras, no son una mesa ni un teatro), entonces el ser de las cosas es algo formal, y no material. Como la forma no es ninguna materia concreta (por eso puede implementarse en muchos materiales distintos), no puede verse, ni tocarse... pero sí pensarse. ¡Como las matemáticas!... 


 

Para los pitagóricos las formas más fundamentales de todas son las formas matemáticas: las estructuras geométricas y numéricas. Así que todo, en el fondo, estaría hecho de matemáticas, de números (hoy diríamos: de ecuaciones). Incluso la materia, pues ¿hay algún trozo de materia, por pequeño que sea, que no sea, en el fondo, una forma especial de organizarse sus partes, átomos o partículas (describible mediante fórmulas y números). 

Todo, todo es matemático. Aunque nos parezca verlo como algo material y colorido. Al fin y al cabo, ya sabemos que las imágenes que vemos (como las de este blog) están formadas, en el fondo, por números, por códigos de ceros y unos... ¿No podría pasar lo mismo con todo?... Mira este vídeo de un famoso físico y matemático, y tal vez te convenzas...

  
Aristóteles y otros autores antiguos (y modernos) acusaban al pitagorismo de ser una filosofía ingenua y tosca, que confundía las abstracciones numéricas con las cosas reales, lo cuantitativo con lo cualitativo, pero... ¿No sería el pitagorismo una expresión simple de la creencia filosófica (y científica) de que todo lo real es racional, es decir, matematizable; tan racional y matematizable que, en el límite, no podría haber distinción alguna entre matemáticas y realidad?

Pitagóricos celebrando el amanecer. Óleo de Fyodor Bronnikov.

En cuanto a la otra teoría famosa de los pitagóricos, la metempsicosis o transmigración de las almas, no abundaremos mucho en ella (tampoco se conoce gran cosa). Pitágoras y sus discípulos parecían creer que la "forma" del ser humano era algo divino identificable con el alma, y que tras su "encarnación" (o caída) en el cuerpo, manifestaba una suerte de inquietud por volver a su verdadero lugar (la región divina). Esta inquietud haría que las almas se reencarnaran de un cuerpo a otro tras la muerte, en una jerarquía de existencias que iría desde la más simple a la más elevada o cercana a las formas matemáticas y divinas, que es la del sabio. Una vez el alma, encarnada en sabio, comprendiera esas formas, se reconocería a sí misma como una de ellas y, purificada ya de todo cuerpo o materia, volvería a su lugar natural. 

Por cierto, si queréis saber más de los pitagóricos aquí tenéis un magnífico diálogo entre un pitagórico y un milesio obtenido por un prestigioso equipo de parapsicólogos y viajeros del tiempo dirigidos por el Prof. Juan Antonio Negrete (si además de leerlo queréis oírlo: aquí tenéis la versión radiofónica)

Además, si pulsáis aquí podréis escuchar la entrevista que logramos realizar a Pitágoras. Y sobre el número áureo y la sucesión de Fibonacci podéis ver este ilustrativo vídeo 

Y aquí tenéis la presentación de clase 



             ¿Qué crees tú: está todo "hecho de matemáticas"? 
¿Será cierto que todo se puede "digitalizar", convertir en una                             "matriz"  numérica, en un código de barras? 
                                      ¿Por qué no?







martes, 23 de septiembre de 2025

7. La física arcaica de los milesios y una entrevista con Tales de Mileto



Es típico comenzar a narrar la historia de la filosofía por los llamados filósofos presocráticos. Se considera a tales filósofos como los más antiguos conocidos. Todos ellos vivieron entre finales del s. VII y el s. V a. C en lo que era entonces el mundo griego (una serie de ciudades repartidas por todo el mediterráneo oriental –incluyendo la actual Grecia— unidas por una lengua y cultura comunes). De su obra sólo conservamos unos pocos fragmentos literales y algunos comentarios de autores posteriores, todo lo cual ha llegado hasta nosotros a través de fuentes indirectas. El nombre de “presocráticos” alude al hecho de que tales filósofos se anteponen históricamente a aquellos otros con los que comienza la denominada “época clásica” de la filosofía griega, y que son Sócrates y Platón. 

Los filósofos presocráticos son muchos y muy distintos, pero, pese a ello, tienen una serie de características comunes

(a) Representan una fase transitoria entre el pensamiento mítico y el pensamiento propiamente filosófico. Todavía utilizan un lenguaje poético e imaginativo y conceptos tomados de los mitos, dando a la "arkhé" un carácter, en ocasiones, divino.

(b) Se ocupan preferentemente de la filosofía de la naturaleza (la “phýsis”) y, por extensión, del problema de la realidad, practicando una especie de ontología arcaica o primitiva dirigida a buscar el principio y origen común a todas las cosas, lo que las constituye y lo que causa y determina su movimiento (la "arkhé"). 


(c) Las respuestas que dan los primeros filósofos griegos a la pregunta por la “arkhé” se pueden organizar (aun muy ambiguamente) en dos grandes grupos: respuestas inmanentistas (en las que la "arkhé" es un elemento sensible y material, como lo Húmedo en Tales, el Aire en Anaxímenes, tal vez el “Ápeiron” de Anaximandro, los cuatro Principios de Empédocles, las Homeomerías de Anaxágoras, los Átomos de Demócrito) y respuestas más trascendentalistas (en las que la “arkhé” se concibe como un principio formal o legal, como los Números de los pitagóricos o el “Lógos” de Heráclito, o como una entidad lógica de naturaleza abstracta y captable solo por la razón como el “Ser” de Parménides).

Para los milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) el principio común y generador de todo es un único elemento natural (más o menos subyacente a la naturaleza visible): lo Húmedo o Agua para Tales, un elemento indeterminado e ilimitado (“Ápeiron”) para Anaximandro, o el Aire para Anaxímenes. Este elemento es eterno (siempre ha existido, no ha podido ser creado de otra cosa) y omnipresente (lo ocupa todo). Además está en continuo movimiento y mediante este movimiento genera el resto de las cosas (que aparecen por parejas de opuestos que se determinan y limitan lo uno a lo otro: lo seco y lo húmedo, lo frío y lo cálido, etc.). Ahora bien, este movimiento o devenir fundamental (el del Agua, Ápeiron, el Aire…) no es caótico, sigue una “ley” estable (una especie de criterio de “justicia” cósmica) que determina que todas las cosas, oponiéndose unas a otras, mantengan en equilibrio al mundo (para lo cual cada uno de los opuestos ha de ser generado en su justa medida: ni en exceso ni de forma insuficiente).

Así pues, en la arkhé de los milesios se mezcla lo que hoy entenderíamos como “materia”, una “fuerza” que la mueve, y una “ley” según la cual la fuerza mueve a la materia. ¿Cómo pueden mezclarse estas tres cosas tan diferentes: materia, fuerza, ley, en una sola? Seguramente asumiendo que la arkhé es como un dios que se identifica con la naturaleza, con su propia fuerza o poder de metamorfosis, y con la ley que determina estas metamorfosis. Al fin, no olvidemos que los presocráticos son filósofos que aún están a medio camino entre el saber mítico y el saber estrictamente racional; fundan sus teorías en la observación y el razonamiento (por ejemplo, acerca de los distintos estados del agua o el aire, o en relación con su presencia en determinados procesos biológicos...), pero también en mitos tradicionales (por ejemplo, en torno al papel del agua o el "aliento vital" en determinados mitos cosmogónicos).

Para que conozcáis un poco más de cerca a alguno de ellos, en esta entrevista os presentamos a Tales de Mileto. Considerado el primer filósofo de la historia occidental, Tales fue un ingeniero, matemático y astrónomo, además de un viajero incansable. Se hizo mundialmente famoso por sus opiniones acerca del origen del mundo. Logramos grabar esta entrevista en la Clínica Hipócrates, en donde se hallaba convaleciente tras haber caído a un pozo. Para leer la entrevista además de escucharla pulsar aquí.



¿Qué es lo que más te convence y lo que menos te convence de la teoría de Tales?
Si la "arkhé" es una sola cosa (el Agua, el Aire...), ¿cómo puede producir otra cosa que no sea ella misma?
¿Podría justificarse el movimiento o la existencia de leyes si todo estuviera hecho de lo mismo?
¿Encuentras en la física actual alguna idea o problema similar a los que hemos visto en los milesios? ¿Qué sería lo análogo a la "arkhé" para los físicos actuales? 


Y aquí tenéis la presentación de clase:




Aquí una estupenda entrada, también sobre Tales, de nuestro vecino y amigo de blog.


lunes, 22 de septiembre de 2025

6. Phýsis y Arkhé: ¿cuál es la naturaleza de la naturaleza?


El problema más fundamental de la filosofía es siempre el mismo: saber qué es la realidad. O como decían los primeros filósofos griegos, saber qué es la “phýsis” (la “naturaleza”). Ahora bien, para conocer la naturaleza no basta con observarla. Lo único que inmediatamente observamos en ella es un montón de cosas o seres en perpetuo movimiento y cambio. En otras palabras: un caos (ya lo decían los mitos: al principio era el caos...). Y no solo es un caos a la vista, también lo es al entendimiento. Si las cosas son muchas (nos dice la razón), han de ser infinitas (no hay dos sin tres, ni tres sin...), tanto en el espacio (infinitamente divisibles) como en el tiempo (infinitamente cambiantes). Pero si las cosas son infinitas han de ser también infinitamente diferentes unas de otras (y cada una de sí misma). Ahora bien, ¿qué cosa puede ser una cosa que no tenga nada en común con las demás cosas? ¡Ni siquiera tendría en común el ser "cosa"! ¿Y qué será algo que no tenga nada en común consigo mismo? ¡No sería nada, pues todo lo que es, es, al menos, igual a sí mismo!... Además. ¿Por qué son como son estas extrañas y presuntas "cosas"? ¿Por qué se mueven y cambian tal como lo hacen?... Así planteado, y a poco que lo veamos y pensemos, el mundo es algo caótico, imposible, inexplicable... 


¿Y podemos vivir así, pensando que todo lo que pasa (y nos pasa) es inexplicable, azaroso y caótico (y, por ello mismo, temible)? Nuestra razón se rebela ante esto y busca buscar explicaciones, causas, leyes en torno a las cuales ordenar las cosas. No puede ser que el mundo sea así de absurdo y caótico. Al fin y al cabo, si la realidad fuera completamente incomprensible ni siquiera la comprenderíamos como tal; y es un hecho que comprendemos lo ilógico y caótico del mundo, por lo que ha de haber algo de razón y orden en ese mundo, aunque solo sea en nuestra mente. Además, por contradictorio que resulta, en el mundo que vemos percibimos identidades, intuimos causas, sospechamos un cierto orden...


Una primera hipótesis filosófica en torno al problema de afrontar una realidad que se nos muestra como imposible y caótica consiste en pensar que la realidad tal como se nos presenta de forma inmediata no es la verdadera realidad, sino una realidad falsa o disminuida, una apariencia o reflejo de la realidad de verdad. Esta distinción entre realidad y apariencia se encuentra también en la mayoría de las religiones del tiempo axial, pero en la filosofía va a desarrollarse de un modo estrictamente racional: dado que, como hemos razonado antes, la realidad no puede ser enteramente ilógica y caótica, ha de existir un nivel de realidad (otra realidad, quizás) que proporcione esa dosis de racionalidad y orden (unidad, causalidad, leyes) a la realidad que vemos. Esta última va a denominarse entonces "realidad aparente", y el nivel de realidad que permite entender y justificar esa realidad aparente va a denominarse "realidad real", o "realidad" a secas. El mundo o realidad aparente es el mundo tal como se nos "aparece" de forma inmediata, sin reflexión; o dicho de otro modo, el mundo tal y como "nos parece" que es, es decir, el mundo prejuzgado por la "opinión". El mundo o realidad real es, en cambio, el mundo tal como es; no el mundo que nos "parece" que es, sino el mundo de verdad, el mundo que descubrimos tras la reflexión o investigación. Algunos filósofos griegos pensaban (como también se cree en algunas religiones) que ese mundo verdadero está oculto, no solo a los sentidos, sino también al ignorante o al profano, y que des-ocultarlo o descubrirlo es la meta de la filosofía o de la vida religiosa (en un caso, investigando con la razón, en otro caso purificando el alma). De ahí que, según algunos, la misteriosa palabra griega para "verdad", que es "alétheia", signifique justamente esto: descubrir, retirar el velo que cubre a la realidad real o, más exactamente, recuperar esa realidad del olvido. 


Si os fijáis, hay muchas imágenes y metáforas en las que se plasma esta misma distinción entre apariencia y realidad. La famosa Alicia del escritor Lewis Carroll ("Alicia", por cierto, es un nombre griego que viene de "alétheia") y los personajes de muchos otros cuentos simbolizan esta idea de la verdad como descubrimiento de lo oculto (detrás de lo aparente, al otro lado del espejo, a través de un viaje interior, tras un ritual de paso, etc.). Pero fijaos también que esto no solo ocurre en los cuentos, la religión o la filosofía; la ciencia también trabaja creyendo que tras los fenómenos aparentes y visibles, y la opiniones y explicaciones vulgares, ha de haber unos principios racionales ocultos (leyes, ecuaciones matemáticas...) que, junto a determinado tipo de fenómenos igualmente desconocidos (energía, materia oscura, agujeros negros...), nos permiten, una vez descubiertos, entender la realidad (incluyendo aquella parte superficial suya que es el mundo aparente) como algo ordenado y sujeto a leyes.


Esta distinción entre apariencia y realidad fue intuida por los primeros filósofos griegos a través de un par de conceptos con los que podemos decir que comienza la historia del pensamiento occidental: "phýsis" y "arkhé". "Phýsis" significa "naturaleza", en el sentido de "todo lo que hay" o "el conjunto de las cosas que vemos"; y "arkhé" significa algo así como la “Naturaleza de la naturaleza”, es decir, aquello que define el carácter o forma de ser de las cosas que vemos. "Phýsis" equivaldría, pues, a el mundo de la apariencia; y "arkhé" a la realidad oculta que lo explica todo, es decir, a aquel principio o principios que proporcionan identidad a las cosas, hacen que las cosas y sucesos ocurran (son sus causas últimas) y hacen que ocurran de forma ordenada y previsible (según leyes inmutables).  



Veamos con un poco más de detalle que es esto de la "arkhé". Para empezar imaginad que sois unos inteligentes extraterrestres y aterrizáis en una selva terrícola llena de todo tipo de seres en movimiento (plantas, animales, cosas...) que jamás habéis visto. ¿Qué es todo eso que veis, si es que hacéis algo parecido a "ver"?... Vuestra razón se pondría inmediatamente a trabajar para contestar a esa pregunta. En primer lugar, reduciría ciertas diferencias, es decir, unificaría ciertas cosas como partes de un mismo objeto o ser (uniendo todas las partes, por ejemplo, de un "león" o de  un "árbol" determinado-- o como quieran llamarlo esos extraterrestres--). La razón, luego, unificaría unas cosas con otras descubriendo lo que tienen en común (por ejemplo, todas las cosas que compartan ciertas características serán concebidas como "animales", otras con otras características serán "plantas", etc.). 


Finalmente, ante este problema es posible que la razón se pregunte por lo que todas las cosas tienen en común (sean del tipo que sean, e incluyéndose la propia razón en el lote). A este elemento constitutivo y permanente de todo, es decir, a lo que todas las cosas son siempre, por muchas y diferentes que sean, y por mucho que cambien, le llamaban los filósofos griegos “arkhé” o "principio de todo". 

Pero con esto no basta. Dado que todo está moviéndose y cambiando, la razón también busca poner orden en el cambio, y para ello busca descubrir las causas y las leyes (fijas y no cambiantes) que gobiernan o determinan los cambios, es decir, que explican por qué, cómo y para qué ocurren esos cambios, permitiendo que podamos predecirlos y estar prevenidos frente a ellos. A estas causas y leyes supremas de todos los cambios también las incluían los griegos en el concepto de “arkhé” o "principio de todo".



Así, frente a la experiencia de la naturaleza (physis) tal como se aparece a nuestros sentidos (caótica, es decir: plural y cambiante), la razón busca ordenarla, descubriendo o estableciendo un principio supremo de orden (arkhé) que es, a la vez:
Un principio constitutivolo común a todo, la unidad de las diferencias, lo que todas las cosas son siempre en el fondo, lo permanente de lo cambiante, aquello de lo que todas las cosas “están hechas”, de donde todo viene y a donde todo vuelve, etc.
- Un principio causal o fuerza: lo que lo mueve todo desde su origen o raíz, dándole movimiento y vida.
- Un principio legalla ley suprema según la cual se mueve todo en un cierto orden.

La “arkhé” es, así, algo omnipresente, eterno, causa animadora de todo, y ley que todo lo gobierna. No es raro que para muchos filósofos presocráticos la “arkhé” pareciera una especie de entidad divina.




Ahora bien. La "arkhé" no es la respuesta a nuestros problemas. Es solo la presunción de que la respuesta puede existir. Ahora nos toca averiguar en qué consiste concretamente esta "arkhé" o "principio de todo". 

Por cierto, antes de seguir, un par de preguntas:

¿Basta con observar el mundo? ¿Qué más cosas hay que hacer para entenderlo?

¿Cómo crees que soluciona el problema de la arkhé la religión? ¿Y la ciencia actual?



Aquí tenéis la presentación de clase