lunes, 23 de marzo de 2015

Juicios analíticos a priori y juicios sintéticos a posteriori. ¡Siguen los problemas!... Fragmentos del diario de Kant (2)


Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)". 



Königsberg, 31 de mayo de 1770.
Hoy he vuelto a casa con los zapatos casi destrozados. Mientras paseaba seguía dándole vueltas y más vueltas al asunto. ¿Cómo diablos es posible el conocimiento? Veamos. Según los racionalistas, para conocer no hace falta ninguna experiencia (los conocimientos son a priori), y, además, todo consiste en deducir algo a partir de otra cosa, con lo que analizando el principio de un pensamiento ya tengo también el final. Pero, ay, estos conocimientos o juicios (que a mi me gusta llamar juicios analíticos a priori), por muy verdaderos que sean (y lo son, y mucho) no nos dicen nada que no supiéramos desde el principio. Pues, ¿de qué me sirve pensar que “un cuerpo es extenso”? Es como pensar que “un cuerpo es corpóreo”. Será una verdad indudable, eterna y válida para todos, pero me deja igual de tonto o de listo que estaba…. 
Pero con los empiristas no me va mejor. Según ellos, todo conocimiento depende de una experiencia previa (es siempre a posteriori), y estos conocimientos sí que me podrían hacer más sabio, como cuando me dicen por vez primera que el Sol sale por el este. Por mucho que yo analizara la noción de Sol no podría nunca deducir que éste salga por el este o el oeste. Ese conocimiento supone una síntesis o unión entre dos cosas muy distintas: la salida del Sol y el este (por eso a estos conocimientos o juicios los llamo “sintéticos”). Pero, pese a todo, me temo que estos conocimientos tampoco me valen. ¿Por qué? Porque su verdad no es tan firme como yo quisiera. ¿Cómo puede demostrarme la experiencia que el Sol sale por el este? ¡¡De ninguna manera!! A lo sumo, me puede mostrar que hoy ha salido por allí. ¿Pero y mañana? Tendré que esperar a que salga otra vez para saberlo, y así una y otra vez. Además, ¿qué me dice la experiencia de la existencia del Sol? Como dijo Hume, ella tan solo me informa de ciertas impresiones de color y de calor, unas seguidas de otras, no de que exista un objeto llamado “Sol” que sea la causa de tales impresiones. ¿Causa, he dicho “causa? Sí, lo he dicho. No puedo pensar sin ese dichoso concepto de “causa”. ¿Pero cómo se yo que existe algo así como la “causa”? ¿La he visto acaso? ¿Podría tener experiencia de ella? Me temo que no. Hume tenía razón. El conocimiento es imposible. No tengo más que definiciones inútiles (como que un cuerpo es un cuerpo, o un soltero un no casado), o impresiones dispersas… ¡¡En qué tremenda decepción estoy sumido!! Y, sin embargo… Algo me bulle en la cabeza, algo esperanzador, pero aún no sé decir bien que es lo que es. Necesito dormir un poco. Pero antes he de releer unos escritos de Newton para las clases de mañana. 







2 comentarios:

  1. A raíz de lo comentado ya en clase, me gustaría añadir algunas cosas que se me han quedado en el tintero. Como ya he dicho varias veces, me considero más empirista que racionalista, aunque es cierto que ambas posturas tienen varios defectos. El racionalismo por ejemplo teoriza que todo conocimiento es “A priori”, es decir, previo a la experiencia, ya que poseemos una serie de ideas innatas evidentes a nuestra razón.

    Entonces, si esto fuese cierto, ¿Cómo es que no lo sabemos todo al nacer? O lo que es aún peor, ¿Quién o qué nos ha colocado esas ideas o conceptos? ¿Puede haber sido Dios?
    A través de la razón se podría intentar demostrar la existencia de éste tal y como hizo Santo Tomás de Aquino en su obra La Suma Teológica, basándose en que todo lo que ocurre tiene una causa y un efecto, en el principio de causalidad, en la necesidad de una primera causa que para él es Dios, siendo el Mundo el primer efecto de la misma. Pero no puedo evitar preguntarme… ¿Dios de dónde sale? ¿Es él a su vez efecto de algo? Esto supone llegar a la metafísica utilizando argumentos causales, lo que no sería válido para el empirismo, que señala que estos vínculos causales son únicamente aplicables al mundo físico.

    Ahora bien, si nos limitamos a aceptar solo lo que se ofrece a la experiencia, no podemos decir que la causalidad sea una propiedad de las cosas mismas; éstas solo nos ofrecen una sucesión de fenómenos: vemos que a un objeto le sigue otro, al fuego el calor… pero nada más. Las fuerzas a través de las cuales supuestamente actúan los cuerpos nos son desconocidas, la conexión entre causa y efecto no es necesaria, es producida por nuestra mente, la que supone la existencia de dichas relaciones, en otro de sus intentos de tratar de darle sentido al mundo. En resumen, nuestra creencia en nexos causales descansa en el hábito. Es la costumbre, no la razón, la que nos lleva a creer que el Sol saldrá mañana por la mañana, ya que esto hasta la fecha siempre ha ocurrido así. Pero… ¿Y si esto dejase de pasar? Esto sería contrario a nuestras experiencias pasadas pero no sería absurdo. Uno de los principales problemas del empirismo es que sus “verdades” no lo son siempre, pueden ser verdad hoy y no serlo en 200 años, pero aun así es cierto que aportan más novedades que las “verdades racionalistas”, que señalan cosas tan evidentes como que “todo soltero es un no casado”.

    Desde mi punto de vista es mejor el conocimiento “A posteriori”, es decir, tras a la experiencia, ya que gracias a este el hombre puede aprender de sus errores y, como consecuencia de esto, progresar. No como ocurre con el racionalismo, que a mi parecer, está más empeñado en tratar de armonizar el mundo, provocando una falsa ilusión de tranquilidad y orden en el hombre, a través de una serie de explicaciones lógicas que parecen evidentes a nuestra razón. Explicaciones apoyadas en las matemáticas y muchas veces, en el lenguaje.

    Así que… ¿Cómo es el conocimiento, es “A priori”, tal y como suponían los racionalistas, o es “A posteriori”, como teorizaban los empiristas? ¿Es el Mundo reductible a Leyes Universales, eternas e indudables o lo es a verdades subjetivas, cambiantes…? ¿Es todo reductible a impresiones o a al poder de la razón o hay una especie de término medio…?

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  2. Muchas preguntas, Isabel, y muy largas y profundas de contestar para que podamos hacerlo aquí. Como tu perfectamente planteas ninguna de las dos visiones del conocimiento, racionalismo y empirismo, nos dejan tranquilos. La una nos obliga a creer en ideas innatas y en dioses, y la otra a creer en una verdad que constantemente deja de serlo. Fíjate también que estas objeciones dependen mucho de la visión de la realidad que tengamos. Que existan ideas innatas o dioses es un problema para un empirista, pero no para un racionalista; la razón es la visión de la realidad que tiene un empirista (la realidad son procesos físicos y solo eso). Del mismo modo, que existan verdades temporales es un problema para el racionalista, pero no para el empirista; la razón es que el racionalista cree que la realidad tiene que ver con la identidad o esencia de las cosas (y si la verdad está en el tiempo carece de identidad, es siempre distinta de sí misma). Es decir, que la epistemología depende, en el fondo de la ontología (y los problemas epistemológicos de problemas ontológicos). Por eso, responder a tus preguntas supone adoptar un cierto compromiso con una u otra visión del mundo. Kant hará lo mismo: su solución al problema del conocimiento es dependiente de su concepción de la realidad, que es más bien "cientifista"...

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