De nuestro corresponsal en Atenas. Siglo V a.C. Los tres “filósofos” del momento, Empédocles, Anaxágoras y
Demócrito, decidieron ayer ofrecer al público los resultados de su
investigación sobre la physis en una rueda de prensa que, tras las preguntas de
algunos periodistas, desembocó en una virulenta discusión y la salida airada de
dos de los filósofos de la sala. Este blog ofrece en rigurosa exclusiva un extracto de lo que allí ocurrió.
Anaxágoras.- Señores, silencio por favor (Se oyen múltiples
rumores en la sala; al parecer la indumentaria del filósofo Empédocles ha
levantado revuelo; Demócrito, entre tanto, ríe a carcajadas mientras conversa
con algunos periodistas). ¡Silencio! (el público de la sala, abarrotada, al fin
se calla). Ejem. Señores. En la filosofía se abre hoy una nueva etapa, la etapa
pluralista. Durante estos últimos cien años, nuestros antecesores han extendido
creencias que, pese a su esfuerzo y buena intención, han llenado de errores las
cabezas de nuestros contemporáneos. Desde el ínclito Tales y sus secuaces hasta
el agudo Parménides, pasando por los sabios pitagóricos y por el oscuro y
soberbio Heráclito, se ha mantenido la peregrina idea de que todo se reduce, en
realidad, a una única cosa o principio. Ya sea el agua de Tales, el aire de
Anaxímenes o el número de Pitágoras. Pero el gran Parménides demostró que de
una sola cosa solo puede provenir ella misma, y que además ésta, por su soledad, no tiene motivo ni ocasión ninguna para moverse o cambiar, negando así lo que parece a todas luces
evidente: que el mundo está lleno de múltiples cosas que cambian y se mueven.
Empédocles.- ¡Inadmisible, eso es inadmisible! Pero
nosotros, gracias a nosotros mismos (especialmente a mí) y no a los dioses,
hemos descubierto la Verdad, que más luminosa aún que el sagrado Sol ha
incendiando nuestras almas del fuego de la...
Anaxágoras.- Abreviando. La naturaleza, afirmamos nosotros,
consta de múltiples principios, infinitos diríamos yo y mi colega Demócrito
aquí presente, o tal vez cuatro como afirma el venerable Empédocles…
Empédocles (con voz cavernosa y afectada).- ¡Cuatro son las
raíces de las cosas: Zeus resplandeciente, Hera avivadora, Aidoneo y Nesti que
de lágrimas destila la fuen…!
Anaxágoras (interrumpiéndolo bruscamente).- Es decir, fuego,
aire, tierra y agua, ¿no maestro? (Empedocles hace un gesto de desprecio y se
calla). Pues bien, de estos elementos, finitos o infinitos, hemos descubierto
que están hechas todas las cosas, muchas y cambiantes ellas, pero únicos y
permanentes aquellos.
Demócrito.- A ver, ¿nadie en esta sala ha gozado de pequeño
con esos juegos de construcción en los que, con pequeñas piezas, bien duras y
diferentes, se podían imitar, engarzándolas con habilidad, el Partenón o el
teatro de Dionisos? Pues a imagen de esos juegos de construcción está hecha la
realidad. Cada uno de los objetos y seres que vemos no son más que
combinaciones afortunadas de esas infinitas y minúsculas piezas, indivisibles
ellas, que yo llamo átomos. Las múltiples cosas visibles se construyen y se
destruyen, nacen y mueren, pero los átomos invisibles, sus piezas, son siempre
los mismos y jamás se destruyen. ¿Habéis entendido?
Periodista 1.- Aristóbulo, de Noticias del Ática. ¿Cómo se
reúnen y se desunen esos átomos o lo que sea para formar las cosas? ¿Algún
dios, quizás, es el que juega con ellos?
Anaxágoras.- ¡Dios no, sino “Nous” se llama la suprema Inteligencia que
hace torbellino de esos elementos minúsculos y da lugar a los compuestos que conocemos!
Demócrito.- Ja, ja, ja… Mi estimado colega Anaxágoras
persiste en viejas creencias de viejas. No hace falta “Nous” ninguno, querido.
Mis átomos, al menos, se mueven ellos sólitos y sin quererlo nada ni nadie se
unen y se desunen oportunamente para formar este sol que nos alumbra o tu
anticuada y venerable cabeza.
Anaxágoras.- Te recuerdo, Demócrito de Abdera, que por negar
todo tipo de viejas creencias, y afirmar que el sol no es más que una piedra
llameante, me ando jugando esa cabeza ante las ignorantes multitudes. Un poder
inteligente, mi “Nous”, es, quieras tú o no quieras, necesario para que el
movimiento de esas semillas, de las que todo está hecho, tenga dirección y
sentido.
Empédocles.- ¡La Discordia, como veis, pero también el Amor,
mueven el mundo! Son estas viejas fuerzas en movimiento las que unen y
desunen, alternativamente, y según antiquísimas leyes, las raíces del cosmos!
Demócrito.- ¡Qué diablos de leyes! ¡De qué Amor y Discordia
hablas! Me desconciertas con ese lenguaje, impropio de filósofos. ¡El cosmos no
es más que una colección de infinitos átomos moviéndose en el vacío y creando
mundos y cosas diversas al chocar unos con otros!
Periodista 2.- Aristógato, del Maratón Noticiero. Si no he
entendido mal ustedes pretenden justificar con argumentos la existencia de la
pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Anaxágoras.- Así es, joven.
Periodista 2.- Pero comienzan su argumento diciendo que el
principio de la realidad son muchos átomos, semillas o lo que sea, y que estas
cositas están en movimiento, bien por sí solas, bien ayudadas por el Amor, el
Odio y cosas así. ¿No es esto?
Empédocles.- Más o menos.
Periodista 2.- Entonces, o mucho me equivoco, o están
ustedes demostrando la pluralidad y el movimiento con el astuto argumento de
que por principio existen la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Empédocles.- Hum. Noto en este joven cierta ironía…
Periodista 3.- Aristópsema, de La Verdad de Elea. El sabio
Parménides decía que ni el cambio ni el movimiento eran posibles, pues lo que
cambia, en tanto cambia, es y no es lo mismo, y lo que se mueve, en tanto se
mueve, está y no está en el mismo sitio. No veo por ninguna parte que sus
teorías pluralistas contradigan en nada estos argumentos.
Periodista 2.- ¡Cierto! Si el Amor hace el milagro de unir las
piezas de mi mente para que logre comprender a Empédocles, yo entonces he
cambiado, pero en ese caso soy el mismo aunque ya no lo sea. ¿Cómo se explica esto?
Empédocles (muy enfadado).- Sigo notando mucha ironía en ese
joven.
Demócrito.- Ja, ja, ja… ¡Pero tiene toda la razón! Los
argumentos de Parménides contra la pluralidad y el cambio son irrefutables. La
única prueba de que existen muchas cosas y de que cambian es… Que lo vemos.
Pero, ¿es cierto lo que vemos? Yo estoy convencido de que no. En realidad la
realidad son átomos y vacío. Todo lo que vemos es ilusión. En fin…
Anaxágoras.- (Estallando) ¡Vacío! ¿Pero de qué hablas? Te
ríes tú de mi “Nous” y no te ríes de tu absurda noción de vacío!
Demócrito.- Oye, yo me río de todo. Pero lo más risible de
todo es que tú y ese poeta de Agrigento (señalando a Empédocles) penséis que
vuestras extrañas partículas puedan ser muchas y moverse en ausencia de vacío.
¿Qué las distingue entonces? ¿Cómo pueden desplazarse si todo está lleno de
ellas? ¿Me lo podéis explicar, por favor?
Empédocles.- (cada vez más enfadado) ¡¿Y puedes tú
explicarnos, sin artificios poéticos por supuesto, qué diablos es ese “algo que
no es nada” y a lo que tú llamas "vacío"?!
Demócrito.- ¡¡Pregúntaselo a los físicos de dentro de veinte
siglos, a ver si ellos te lo saben decir!!
Periodista 2.- Ja, ja, ja. Parece que entre Empédocles y
Demócrito ha estallado la Discordia, ja, ja…
Empédocles.- ¡Te lo avisé! (Le tira una de sus sandalias de
bronce al periodista 2). ¡Mira a ver si nace el Amor entre esa y tu cabeza, insolente!
Demócrito.- (Con una amarga sonrisa) Veis, todo esto
demuestra que el mundo no está regido por ninguna “Inteligencia”.
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