Idea2.- He estado con otras ideas y, mira, que no veo claro
esto de que existan las ideas y su mundo y todo eso.
Idea1.- ¿Es que no tienes espejo en casa?
Idea2.- Qué graciosa, ¿y para qué me serviría si no tengo
cuerpo ni cara?
Idea1.- Era una metáfora. Las ideas no pueden reflejarse en
un espejo, pero pueden reflexionar y especular sobre sí mismas. Reflejo,
reflexión… ¿Lo pillas?
Idea2. - ¿Y qué es especular?
Idea1.- Estar juntitas, como tú y yo ahora. Los hombres lo
llaman pensar, relacionarnos a unas y otras sin otro límite que las reglas
lógicas.
Idea2. - ¿Las reglas qué?
Idea1.- Según otras ideas, a las que llamamos lógica. Déjalo. ¿Qué es lo que no te
crees de ti misma?
Idea2.- Las ideas con las que he estado dicen que las tuyas
están más pasadas que escribir con cincel.
Idea1.- ¿Y crees que a ideas exigentes consigo mismas, como
somos nosotras, ha de importarnos lo que se diga o deje de decir?
Idea2.- Es que estas dicen que las ideas más admirables hoy
en día, que son las de la ciencia, demuestran que las tuyas están anticuadas.
Idea1.- Y qué ideas tan admirables son esas y qué es lo que
demuestran.
Idea2.- Las ideas de la física, la biología, la matemática y
muchas otras demuestran que lo que realmente existen son las cosas de carne y
hueso, las aceitunas y los caballos concretos, y que nosotras, las ideas, no
somos más que un producto del cerebro, que también es una cosa con carne y con
hueso.
Idea1.- ¿Y cómo lo demuestran? Desconocía que esas ideas
tuvieran tanta amistad con las ideas filosóficas que son, según dicen, las que
se ocupan de la idea de lo que existe y lo que no.
Idea2.- Bueno, demostrarlo no sé, pero parece obvio que
ellas, las ideas científicas, estudian esas cosas de carne y hueso, los hechos, les llaman a veces. Y como son
tan famosas, no creo que lo sean por nada, y menos por estudiar cosas que no
existan.
Idea1. - ¿Pero qué es un hecho? ¿Será acaso aquello que
tiene en común con todo los demás hechos?
Idea2.- ¡Oh no, por favor, no empieces de nuevo!
Idea1.- ¿No querías hablar otra vez de hechos, tal como
hablamos ayer de los caballos y las aceitunas? Pero está bien. Responde
entonces a esto. ¿Qué es lo que estudia el matemático? ¿Llamarías hechos a cosas tales como rectas,
triángulos, números o similares?
Idea2.- ¿Por qué no?
Idea1.- ¿Dónde tienen la carne y el hueso? ¿Tendrá una recta las dimensiones de un objeto de los que solemos llamar “físicos”? ¿Crees
que los triángulos nacen, crecen y mueren, como las polillas? ¿De qué color
tendría la piel o la corteza un dos? Por cierto, que expresión más divertida: un dos.
Idea2.- Vale. Lo acepto, no son cosas físicas. Los objetos
matemáticos son abstracciones de la mente.
Idea1.- O más bien producto del cerebro, dirían tus amigas.
Pero dejemos eso ahora. ¿Son también producto de nuestras pobres cabezas las
leyes que estudia el físico o el químico?
Idea2.- Pues, ahora que lo dices…
Idea1.- Lo digo porque es difícil imaginar que las leyes sean
un hecho más entre los hechos, aunque sean hechos tan sutiles como los que, según dicen, ocurren en la mente.
Idea2.- De momento, no podrían explicar los hechos si ellas mismas
fueran hechos que explicar.
Idea1.- Exacto. Además, caso de ser las leyes hechos físicos, sería ridículo imaginarlas así. Supón, por ejemplo, que la ley de
la gravedad fuera del mismo tipo de cosa que las manzanas que caen al suelo, o que
la ley de la evolución evolucionara y cambiara ella misma, como un vulgar gusano,
en tanto permanece a la vez explicando, quieta y rígida, sus propios cambios.
Idea2.- Ridículo del todo. Debe ser que también las leyes
son un fruto del cerebro de los físicos.
Idea1.- ¿Cómo? ¿Dices que las leyes no son como las manzanas
pero que son un fruto del cerebro de carne y hueso de los físicos? ¡No te
parece milagroso que de lo que es físico brote lo que no puede serlo! Además, ¿qué diremos de las leyes del cerebro, también serán un fruto cerebral las mismas leyes por las que el cerebro germina leyes?
Idea2.- Parece raro, sí.
Idea1.- ¿Y qué me dices de todo lo demás que estudian los
científicos, las fuerzas, el espacio o el tiempo, la reproducción, la
fotosíntesis y todo lo demás: serán todas estas cosas objetos o seres físicos?
Idea2.- ¿Cómo no?
Idea1.- Si todo lo físico está sujeto a fuerzas y ocupa
espacio, ¿sabrías decirme que fuerzas afectan a la fuerza, o que espacio es el
ocupado por el espacio?
Idea2.- Ni idea.
Idea1.- Tal vez pienses que la reproducción se reproduce
ella misma, por esporas o por parejas, y que la fotosíntesis busca el sol para
hacer lo que ella misma concibe.
Idea2.- Todo eso es absurdo. Lo que tú dices son conceptos,
que viven en la mente, y que sirven para explicar los verdaderos hechos
físicos.
Idea1.- ¿Quieres decir que son objetos mentales, carentes de
carne y hueso, inventados por el genio de los científicos?
Idea2.- Tal vez.
Idea1.- Pero mujer, piensa en lo que piensas. Si las leyes o
las fuerzas fueran esos extraños objetos mentales que dices, ¿no serían tan subjetivas y
cambiantes como lo son nuestros pensamientos?
Idea2.- Bueno, pero lo que da valor objetivo a las cosas
científicas son los hechos, la demostración experimental: porque todo lo que
vemos ocurre como las leyes dicen es por lo que dotamos de autoridad y
objetividad a las leyes.
Idea1.- ¿Quieres decir entonces que la objetividad y
fortaleza de la ciencia se funda en lo que vemos?
Idea2.- ¿Es que tu no lo ves así?
Idea1.- Me cuesta trabajo creer que algo tan objetivo y
firme como parece ser la ciencia tenga que depender de algo tan subjetivo y variable
como la visión. Pero respóndeme a otra cosa: ¿crees que hace diez mil veces
diez mil años el sol giraba tal como ahora, según las leyes astronómicas, y que
dos partículas de polvo más otras dos eran, como lo son ahora y siempre, cuatro partículas?
Idea2.- ¡Claro!
Idea1.- ¿Y mantendrás aún que las leyes y los números y sus
operaciones son un invento del genio de los científicos?
Idea2.- No puede ser, tienes razón, puesto que tales leyes
regían el mundo mucho antes de que tales científicos nacieran.
Idea1.- ¿Qué diremos, entonces, que estudian las ciencias,
dado que hemos comprobado que sus números, leyes, fuerzas, espacios o
fotosíntesis no son ni objetos o hechos físicos, ni tampoco un milagroso
producto de la mente, sea lo que sea lo que entienda el científico por “mente”?
Idea2.- ¿Ni siquiera los hechos son hechos de carne y hueso?
Idea1.- Ni siquiera: un hecho ha de ser uno, no divisible como es la carne, y ha de ser el mismo que si
mismo, de forma bastante más perdurable que un hueso, cuyas infinitésimas
partes no dejan de cambiar y envejecer, dejando constantemente de ser lo que son.
Idea2.- ¿De qué se ocupa entonces un científico?
Idea1.- ¿De qué va a ser? De la realidad, es decir, de
nosotras, las ideas.
Idea2.- Pero ellos no dicen eso.
Idea1.- Ellos tienen ciertas ideas que les impiden
conocernos con claridad a todas nosotras. Tienen la idea de que los hechos no
son ideas, o la idea de que las ideas nacen de la tierra, como las aceitunas
brotan del olivo.
Idea2.- Pero no tienen ni idea, verdad.
Idea1.- Bueno, hacen su trabajo. ¿Pretenderás que un buen
carretero necesite para serlo saber mucho de las leyes de la dinámica, o que un
buen pescador tenga que saber ni mucho ni poco de la evolución de las especies?
Pues tampoco un buen físico o un buen biólogo necesitan, para serlo, del
conocimiento de las leyes de la realidad.
Idea2. Esas que interesan a los filósofos.
Ideas1. Esas que interesan a todo el que, con razón, sospecha que vive
en una…caverna.