Fragmentos del diario personal de Kant
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general), ni sabe de dónde han salido, ni si son verdaderos "a priori" o "a posteriori" o a "vete-tu-a saber (¡que ya eres mayor de edad!)".
Königsberg. 15 de julio de 1775.
He dado un largo paseo por el camino que bordea los
acantilados. No hacía frío y tras ponerse el sol me he sentado a descansar junto al faro. Pocas cosas hay más fascinantes que contemplar el cielo en una
noche despejada. ¿Qué habrá más allá de ese mar inmenso y oscuro en el que navega
nuestro pequeño planeta? ¡¡Qué insondable misterio es existir!! Tan solo la pobre
antorcha oscilante de la Razón y la Ciencia alumbran un poco este misterio que
nos rodea y nos habita por dentro… ¿Pero hasta dónde podemos llegar con esa
titubeante luz? ¿Qué podemos realmente conocer? ¿Desvelaremos alguna vez esos gigantescos enigmas que son el alma, el mundo, Dios…?
El mundo se nos presenta como un caos en movimiento, como
una infinitud variopinta de impresiones y
acontecimientos… Tantos que es fácil que colapsen nuestros sentidos y
nuestro pensamiento. Tan solo la Razón puede salvarnos, dando orden al mundo,
unificando lo múltiple y diferente. A veces imagino la mente a la manera de un
industrioso taller. En su planta baja, correspondiente a la sensibilidad, la
materia bruta de la experiencia es espacio-temporalmente "envasada" en la forma de objetos o intuiciones sensibles. Una vez
elaboradas, estas intuiciones son transportadas a la planta superior, la del
entendimiento, en la que una extraña "máquina" llena de brazos que son los conceptos, las identifican y relacionan unas con otras dándoles la forma de los juicios (entre ellos, los juicios sintéticos a priori, que son los más productivos).
De este modo el conocimiento (que es ese industrioso y febril taller) nos proporciona la visión unitaria y ordenada de los fenómenos que necesita nuestro espíritu. Hay que añadir que en ese imaginario taller no hay mejor artesano que el científico. Pienso así en el concienzudo matemático, capaz de unificar toda intuición posible (todo posible objeto para nuestros sentidos) bajo unas mismas leyes, las del espacio y el tiempo (es decir, bajo las leyes universales de la geometría y la aritmética). Sus juicios (que son sintéticos y a priori) hablan de los objetos sensibles en general, es decir, de la estructura espacial y temporal unitaria, universal y a priori de todos ellos... Más allá, junto a la "máquina de los conceptos", el físico descubre las leyes que rigen el mundo unificando nuestras intuiciones bajo los conceptos o categorías a priori del entendimiento... En cualquier caso, tanto unos como otros, al mando de esa compleja maquinaria, tienen la misma función: poner orden, unificar, simplificar… ¡Esa es la suprema tarea de la razón!
Es admirable comprobar como las leyes del movimiento desveladas por el genio de Newton son capaces de explicar, de "un solo golpe", infinitos procesos (la caída de una manzana, la rotación de la Tierra, el movimiento de un proyectil…). El resto de las ciencias se aplican, cada una en su campo, al mismo objetivo: unificar los fenómenos de la experiencia, ordenar el caos del mundo que se nos aparece a los sentidos… ¿Pero y la filosofía? --me pregunto-- ¿Y la metafísica, su rama más importante y característica? ¿De qué se ocupa la metafísica? ¿Es una ciencia más? ¿Está más allá de toda ciencia o es, acaso, un intento fallido de ciencia particular? ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica? En unas cuantas semanas comenzaré un curso sobre, justamente, metafísica, así que me urge resolver estos asuntos.
De este modo el conocimiento (que es ese industrioso y febril taller) nos proporciona la visión unitaria y ordenada de los fenómenos que necesita nuestro espíritu. Hay que añadir que en ese imaginario taller no hay mejor artesano que el científico. Pienso así en el concienzudo matemático, capaz de unificar toda intuición posible (todo posible objeto para nuestros sentidos) bajo unas mismas leyes, las del espacio y el tiempo (es decir, bajo las leyes universales de la geometría y la aritmética). Sus juicios (que son sintéticos y a priori) hablan de los objetos sensibles en general, es decir, de la estructura espacial y temporal unitaria, universal y a priori de todos ellos... Más allá, junto a la "máquina de los conceptos", el físico descubre las leyes que rigen el mundo unificando nuestras intuiciones bajo los conceptos o categorías a priori del entendimiento... En cualquier caso, tanto unos como otros, al mando de esa compleja maquinaria, tienen la misma función: poner orden, unificar, simplificar… ¡Esa es la suprema tarea de la razón!
Es admirable comprobar como las leyes del movimiento desveladas por el genio de Newton son capaces de explicar, de "un solo golpe", infinitos procesos (la caída de una manzana, la rotación de la Tierra, el movimiento de un proyectil…). El resto de las ciencias se aplican, cada una en su campo, al mismo objetivo: unificar los fenómenos de la experiencia, ordenar el caos del mundo que se nos aparece a los sentidos… ¿Pero y la filosofía? --me pregunto-- ¿Y la metafísica, su rama más importante y característica? ¿De qué se ocupa la metafísica? ¿Es una ciencia más? ¿Está más allá de toda ciencia o es, acaso, un intento fallido de ciencia particular? ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica? En unas cuantas semanas comenzaré un curso sobre, justamente, metafísica, así que me urge resolver estos asuntos.
Königsberg. 7 de septiembre de 1775.
¿Qué es la metafísica? ¿Es posible la metafísica como
ciencia? ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica?... Con
estas preguntas he comenzado hoy mi clase. La metafísica es el intento de
llevar al límite esa función unificadora que caracteriza a la Razón. Si las
ciencias pretenden unificar las intuiciones bajo conceptos, leyes y principios generales, la metafísica
quiere unificar esos mismos conceptos y leyes bajo conceptos y leyes aún más unitarios y generales, relacionando unos juicios con otros sin ningún anclaje ya en la experiencia, buscando una unión o síntesis absoluta, un conocimiento unitario de “todo”.
Quiere lograr, en otras palabras, juicios sintéticos uniendo conceptos entre sí, de
manera puramente racional, sin hacer caso alguno a la experiencia, sin ese trabajo paciente que la ciencia se trae, acumulando datos como las hormigas acumulan alimento en verano...
Y no se puede negar que la metafísica sea un proyecto atractivo (de hecho, ha entretenido a muchas de las mentes más brillantes de todos los tiempos, aunque sin demasiado resultado, todo hay que decirlo). ¿Pero es posible tal proyecto?... Creo que no. Los conceptos del entendimiento están diseñados para aplicarse a los fenómenos sensibles, ¡no a sí mismos! ¡Y es esto lo que intenta el metafísico con sus razonamientos! Y lo hace en tres direcciones. En la primera, intenta aplicar el concepto de sustancia al conjunto entero de la mente (es decir, a todos sus conceptos y formas a priori), buscando el conocimiento del alma o mente como una unidad. Pero esto resulta imposible: la mente o sujeto pensante no puede ser, a la vez, mente o sujeto pensado. Una "psicología racional", que explique objetivamente la subjetividad es, por principio, imposible…
En la segunda de sus direcciones, la metafísica pretende aplicar el concepto de causa a todo, también a los propios conceptos, y lograr así un conocimiento integral del mundo como un sistema de causas y efectos (y a esto le llama "cosmología racional"). Pero este proyecto lleva a la razón a múltiples contradicciones (o antinomias, como me gusta llamarlas), ya que ese mundo como totalidad tendría que ser a la vez infinito (¿pues qué causa habría sin ser, a la vez, efecto de otra causa anterior?) y finito (pues un mundo infinito e ilimitado, ¿sería acaso un mundo?)... Desde luego que siempre cabe recurrir a Dios (como causa primera e incausada), y esta es la tercera de las direcciones de la metafísica (la de la "teología racional"). ¿Pero cómo demostrar la existencia de Dios? ¡Esto resulta imposible para la razón! San Anselmo lo intentó, junto a muchos otros, pero su famosa prueba supone un salto ilegítimo desde el concepto de “perfección” a la existencia real de ese supuesto ser perfecto. De un concepto solo se puede deducir otro concepto, no ninguna realidad más allá de los conceptos….
La metafísica es, pues, imposible como ciencia. La síntesis entre conceptos (el juicio sintético puramente racional) es una quimera, un exceso de la razón que solo conduce a contradicciones. Y por muy atractivo que nos resulte poseer un conocimiento absoluto, nouménico, de la mente y del mundo en sí, y de lo que unifica ambas cosas (el Absoluto mismo o Dios), hemos de ser más sensatos y humildes. La razón humana tiene un límite. Y ese límite es la experiencia. Cuando la razón se aplica a sí misma, y no a la experiencia, no da otro fruto que quimeras y razonamientos imposibles...
Y no se puede negar que la metafísica sea un proyecto atractivo (de hecho, ha entretenido a muchas de las mentes más brillantes de todos los tiempos, aunque sin demasiado resultado, todo hay que decirlo). ¿Pero es posible tal proyecto?... Creo que no. Los conceptos del entendimiento están diseñados para aplicarse a los fenómenos sensibles, ¡no a sí mismos! ¡Y es esto lo que intenta el metafísico con sus razonamientos! Y lo hace en tres direcciones. En la primera, intenta aplicar el concepto de sustancia al conjunto entero de la mente (es decir, a todos sus conceptos y formas a priori), buscando el conocimiento del alma o mente como una unidad. Pero esto resulta imposible: la mente o sujeto pensante no puede ser, a la vez, mente o sujeto pensado. Una "psicología racional", que explique objetivamente la subjetividad es, por principio, imposible…
En la segunda de sus direcciones, la metafísica pretende aplicar el concepto de causa a todo, también a los propios conceptos, y lograr así un conocimiento integral del mundo como un sistema de causas y efectos (y a esto le llama "cosmología racional"). Pero este proyecto lleva a la razón a múltiples contradicciones (o antinomias, como me gusta llamarlas), ya que ese mundo como totalidad tendría que ser a la vez infinito (¿pues qué causa habría sin ser, a la vez, efecto de otra causa anterior?) y finito (pues un mundo infinito e ilimitado, ¿sería acaso un mundo?)... Desde luego que siempre cabe recurrir a Dios (como causa primera e incausada), y esta es la tercera de las direcciones de la metafísica (la de la "teología racional"). ¿Pero cómo demostrar la existencia de Dios? ¡Esto resulta imposible para la razón! San Anselmo lo intentó, junto a muchos otros, pero su famosa prueba supone un salto ilegítimo desde el concepto de “perfección” a la existencia real de ese supuesto ser perfecto. De un concepto solo se puede deducir otro concepto, no ninguna realidad más allá de los conceptos….
La metafísica es, pues, imposible como ciencia. La síntesis entre conceptos (el juicio sintético puramente racional) es una quimera, un exceso de la razón que solo conduce a contradicciones. Y por muy atractivo que nos resulte poseer un conocimiento absoluto, nouménico, de la mente y del mundo en sí, y de lo que unifica ambas cosas (el Absoluto mismo o Dios), hemos de ser más sensatos y humildes. La razón humana tiene un límite. Y ese límite es la experiencia. Cuando la razón se aplica a sí misma, y no a la experiencia, no da otro fruto que quimeras y razonamientos imposibles...
Königsberg. 2 de octubre de 1775.
¿He de arrojar al fuego todos mis libros de metafísica? –me
preguntaba, hoy, un alumno, no sin cierta ironía (pues se matriculó, tras mucho esfuerzo, en mis clases de… ¡metafísica!)—. Le respondí, también en broma: ¡solo si has
acabado ya de quemar todos los que no traten de física matemática!... No, no
hay que abominar de la metafísica, pues esta, sin reportarnos conocimientos
contrastables y rigurosos, alimenta, a cambio, nuestra imaginación y nuestro
deseo de conocer, elementos ambos imprescindibles para el avance de la ciencia.
La metafísica proporciona lo que me gusta llamar “ideales regulativos”. Las ideas del alma, del mundo o de Dios, no pueden constituir ningún conocimiento serio, pero expresan el anhelo de unidad que define a la razón. Son, por así decir, el horizonte, el faro que ha de guiar a la ciencia, cuyo objetivo es lograr cotas cada vez mayores de unidad en sus conocimientos. Los puros conceptos de la metafísica, sin el “relleno” de la experiencia, son en sí mismos huecos, fantasmales, carecen de valor teórico. Pero el conocimiento de la ciencia, sin la guía de esas ideas generales que interesan al metafísico, se acaba volviendo ciego y desnortado. Es un modesto papel el que he reservado a la metafísica, al menos en el ámbito del conocimiento teórico, pero, nos guste o no, no puede tener otro.
La metafísica proporciona lo que me gusta llamar “ideales regulativos”. Las ideas del alma, del mundo o de Dios, no pueden constituir ningún conocimiento serio, pero expresan el anhelo de unidad que define a la razón. Son, por así decir, el horizonte, el faro que ha de guiar a la ciencia, cuyo objetivo es lograr cotas cada vez mayores de unidad en sus conocimientos. Los puros conceptos de la metafísica, sin el “relleno” de la experiencia, son en sí mismos huecos, fantasmales, carecen de valor teórico. Pero el conocimiento de la ciencia, sin la guía de esas ideas generales que interesan al metafísico, se acaba volviendo ciego y desnortado. Es un modesto papel el que he reservado a la metafísica, al menos en el ámbito del conocimiento teórico, pero, nos guste o no, no puede tener otro.