lunes, 20 de abril de 2020

Crónicas marxianas. Un mitín para empezar.

Según fuentes totalmente apócrifas (seguro que tenéis algún diccionario en red) parece ser que Karl Marx (1818-1883) fue profesor en un instituto de Tréveris, en Alemania. Duró apenas una semana antes de que la policía y el jefe de estudios lo desalojaran del aula. Sus clases debían de ser tal que así. 

¡Camaradas alumnos, hijos del pueblo, obreros del mañana! 


En el siglo XIX los ideales de la ilustración han quedado sepultados bajo una capa de miseria material, moral e intelectual. A los burgueses, que se les llenaba la boca con las palabras “prosperidad”, “igualdad”, “libertad” y “educación”, se les han olvidado sus promesas en cuanto han llegado al poder. El pueblo que les ayudo en la lucha feroz contra los reyes y los nobles no ha ganado nada más que cambiar de amo.



 La nueva economía capitalista que iba a traer, según los burgueses, prosperidad para todos, ha traído miseria para la mayoría. Miles de niños, mujeres y hombres son brutalmente explotados en las fábricas de esos mismos burgueses, trabajando durante todo el día en condiciones insalubres, con salarios de subsistencia, despedidos cuando caen enfermos o son demasiado viejos para seguir en el tajo. Otros, los parados, deambulan por las calles ignorantes de que su estado es necesario para que el gran empresario pueda alcanzar mayores beneficios, pagando salarios de risa y riéndose de sus reivindicaciones... ¡Ahora comprendemos que la sociedad burguesa no era más que pasar de ser siervos del señor feudal a ser obreros miserables a merced del patrón y el capitalista burgués! 



¡Igualdad ante la ley, soberanía popular! ¡Eso prometían los burgueses antes de la revolución en Francia! ¿En qué ha quedado todo aquello? ¡¡Ni votar podéis!! ¡¡Ni reuniros en sindicatos para unir vuestros intereses y fuerzas!! ¡¡Ni protestar o hacer huelga sin sentir de inmediato el aliento de la policía en vuestra nuca, exponeros a la cárcel y a la ruina de vuestras familias!! 


¡¡Educación!! ¡¡Mayoría de edad!! Así hablaba el bueno de Kant. Eso prometían los ilustrados. ¿Pero cómo diablos vais a educaros y a cultivar vuestro espíritu tras catorce horas de trabajo? ¿Cómo vais a desarrollar la razón si comer o no morir de frío es el logro que os ocupa día y noche desde el nacimiento a la muerte? ¿Creéis acaso que esas pobres escuelas nocturnas a las que acudís algunos son comparables con las escuelas de élite a las que acuden los hijos de vuestros patronos?

¡¡¡No, no podemos volver a confiar en la burguesía!! ¡¡Su traición, no por esperada ha sido menos dolorosa y miserable!! Así son las leyes de la historia. Lo que ayer era la lucha entre los reyes y el pueblo, unido entonces a la burguesía naciente, ha de ser ahora la lucha del pueblo contra la clase burguesa que lo oprime y explota sin misericordia…
 ¡Y qué decir de los filósofos e intelectuales! Hasta ahora, la filosofía ha estado, sabiéndolo o no, al servicio de los poderosos. La mayoría de los filósofos ilustrados, y los que han venido después, han defendido y siguen defendiendo al Estado burgués; es más, han sido, sin saberlo, la justificación casi perfecta del orden social imperante.

Para Kant y los filósofos que continuaron tras él (como Hegel), la libertad y el progreso consistían en el perfeccionamiento de la conciencia racional, en el desarrollo del espíritu. ¡Como si el mundo estuviera hecho de espíritus e ideas! ¡¡Estas ilusiones, casi tan pérfidas como las de la religión, han apartado nuestra mente del verdadero mundo: aquél en el que sois explotados, humillados y embrutecidos por los que acaparan la riqueza, el poder y la cultura!!


¿Cómo no nos hemos dado cuenta antes de todo esto? Los filósofos no han reparado en que antes de liberar y cultivar vuestra conciencia habéis de liberar vuestra vida y vuestro cuerpo de las cadenas materiales que os impiden realizaros como verdaderos seres humanos. Y esas cadenas son las terribles condiciones económicas y sociales en las que sobrevivís a duras penas. 


Tan solo algunos pequeños burgueses bienintencionados, como esos socialistas utópicos, han intentado concebir una nueva situación, si bien de manera totalmente errónea, pues no entienden ni entenderán jamás los complejos mecanismos de esta máquina infernal del capitalismo. Ni siquiera vuestros sindicatos, pese a lo heroico de su lucha, comprenden que vuestros problemas no desaparecerán reclamando un poco de menos presión en la correa con que os atan. 


 La única solución es la lucha. ¡¡¡La revolución!!! La ruptura total con la sociedad de clases y con el régimen parlamentario de la burguesía. ¡La toma del poder y la instauración de una sociedad de obreros y para obreros! ¡El comunismo es nuestro, vuestro único futuro! 



 ¡Pero no olvidad que esa lucha será ardua, costosa! El capitalismo tiene grandes amigos. La religión, la filosofía especulativa, las teorías económicas de los liberales ingleses, como ese Adam Smith y sus seductoras ideas acerca de lo beneficioso (e inevitable) del capitalismo… 


 Por eso es necesaria una filosofía nueva. Una filosofía que atienda a la verdadera realidad, a lo que constituye el pilar de las sociedades y el motor de los cambios históricos: la economía y la lucha de clases. Una filosofía capaz, además, de iluminar la práctica revolucionaria, y que no solo interprete el mundo, sino que sea capaz de transformarlo y conducirlo a una situación de efectiva justicia: ¡Al comunismo!... Una filosofía, en suma, como la que yo y mi camarada Engels estamos edificando. 


 ¡¡Alumnos de filosofía del mundo, obreros del mañana, uníos a nosotros, y pensad en los aciertos y los errores del marxismo!!  

Mientras, podéis analizar la letra de La Internacional, el himno oficioso de los partidos socialistas y comunistas. O echarle un ojo a este breve vídeo sobre la historia del comunismo.

Aquí tenéis, por cierto, la presentación de clase: 













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