lunes, 10 de noviembre de 2025

28. La ética platónica: cómo ser sabio, bueno y feliz (al mismo tiempo).

 

La ética es el saber racional de lo que conviene al ser humano para vivir bien y lograr la virtud o excelencia (realizar adecuadamente aquello para lo que está dotado por su naturaleza o esencia) y, así, la felicidad. Para Platón, la vida buena es, en general, aquella en que cada una de las tres partes del alma (los deseos, el alma irascible y voluntariosa, y la razón) actúa virtuosamente y se produce entre ellas una especie de armonía, a la que Platón va a llamar “justicia” en el alma.

El deseo es lo que Platón llama parte concupiscible (más adelante se llamará también la parte “apetitiva” o “pasional”). Es la parte del alma que nos empuja a los placeres sensuales (Platón la compara con un monstruo y la sitúa en el abdomen). Esa parte actúa virtuosamente cuando se muestra moderada y nos dirige a los verdaderos placeres (aquellos que no generan dolor a largo plazo, pues un placer que genera dolor es algo contradictorio). Su virtud es, pues, la moderación o templanza; virtud que proviene de la comprensión de la falsedad  del placer inmoderado y del valor del alma irascible (la "voluntad")  para rechazarlo. Esta virtud nos llevará a elegir siempre placeres moderados y no acompañados de dolor, como los placeres de la vida contemplativa, la amistad, etc.

La parte irascible (o lo que se llamará más adelante la "voluntad" o parte “volitiva”) es la parte del alma por la que tratamos de imponer la razón sobre los deseos inmoderados. Esa parte actúa virtuosamente cuando logra imponerse a los deseos con coraje y valor (Platón la compara con un león y la sitúa en el pecho), logrando controlar las pasiones que nos apartan de la razón. Su virtud es, pues, el coraje, valor o fortaleza. Un valor que nace de comprender, gracias a la razón, la necesidad de ciertas acciones (en otros casos, cuando el valor nace de alguna pasión, como el miedo, no es verdadero valor). 

Finalmente, la parte racional es la que nos conduce al conocimiento verdadero (Platón la sitúa en la cabeza y la concibe como lo más propiamente humano del hombre). Su virtud es, pues, la sabiduría práctica (la prudencia). Solo quien sabe qué es lo bueno puede ser bueno y guiar sus acciones correctamente. Quien hiciera el bien sin saberlo sería, dice Platón, como un ciego que por casualidad no se sale del camino.

Platón defenderá, así, que lo bueno para el ser humano es lo bueno para su alma, y que lo bueno para el alma es el logro de un estado permanente de armonía por el que cada parte hace lo que debe hacer virtuosamente: la razón conocer (para conocer el bien y elegir sabiamente); el alma irascible o "voluntad" imponer (con valor o coraje) las decisiones de la razón sobre los deseos; y los deseos dejarse moderar por la voluntad y la razón. Cuando el alma entera actúa así de virtuosamente se produce una especie de armonía (a la que Platón llama “justicia”), que es su mejor estado. Si recordáis el mito del carro alado, la armonía del alma equivaldría a un carro que avanza rectamente y sin descarrilar hacia su fin más propio (en último término volver al mundo de las ideas del que "cayó") gracias a que el auriga (la razón), ayudado por el caballo noble (el coraje o voluntad) logran contener al caballo que siempre tiende a desbocarse (los deseos, las pasiones) … 

La conclusión a la que podemos llevar es que la ética platónica es, como la socrática, una ética racionalista o intelectualista, en la que el bien se puede conocer y en la que este se identifica propiamente con el conocimiento o sabiduría. Tanto para Sócrates como para Platón, el secreto de una buena vida es conocerse y ser uno mismo lo más virtuosamente posible, lo que significa vivir de acuerdo con la razón, amar la sabiduría sobre todas las cosas y convertir esa sabiduría en fuente de valor y de moderación. Esto no quiere decir que despreciemos los placeres, sino que escogemos los mejores (los placeres intelectuales). Si logramos generar ese maravilloso acorde en el que la razón es la nota dominante y el resto de las cuerdas (la voluntad, la pasión) se armonizan con ella habremos alcanzado la mayor virtud y felicidad. Como, además, el hombre sabio ha comprendido que su esencia o alma es inmortal, tampoco teme a la muerto, con lo que su felicidad es aún mayor.


Si queréis una guía platónica para ser realmente sabio, bueno y feliz, aquí la tenéis.



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