La ética es el
estudio de lo que conviene al ser humano para vivir bien y lograr la virtud o
excelencia. Para Platón, la vida buena es, en general, aquella en que cada una
de las tres partes del alma (los deseos, la voluntad y la razón) actúa
virtuosamente y se produce entre ellas una especie de armonía, a la que Platón
va a llamar “justicia”.
La voluntad es lo que Platón llama parte irascible (o lo que se llamará más adelante la parte “volitiva”). Es la parte del alma por la que tratamos de imponer la razón sobre los deseos inmoderados. Esa parte actúa virtuosamente cuando logra imponerse a los deseos con coraje y valor, logrando controlar las pasiones que nos apartan de la razón. Su virtud es, pues, el coraje o valor. Un valor que nace de comprender, gracias a la razón, la necesidad de ciertas acciones (en otros casos, cuando el valor nace de alguna pasión, como el miedo, no es verdadero valor).
Finalmente, la parte racional es la que nos conduce al conocimiento verdadero. Su virtud es, pues, la sabiduría. Solo quien sabe qué es lo bueno puede ser bueno y guiar su vida correctamente.
Platón defenderá, así, que lo bueno para el ser humano es lo bueno para su alma, y que lo bueno para el alma es el logro de un estado permanente de armonía por el que cada parte hace lo que debe hacer virtuosamente: la razón conocer (para conocer el bien y elegir sabiamente); la voluntad imponer (con valor o coraje) las decisiones de la razón sobre los deseos; y los deseos dejarse moderar por la voluntad y la razón. Cuando el alma entera actúa así de virtuosamente se produce una especie de armonía (a la que Platón llama “justicia”), que es su mejor estado. Si recordáis el mito del carro alado, la armonía del alma equivaldría a un carro que avanza rectamente y sin descarrilar hacia su fin más propio, gracias a que el auriga (la razón), ayudado por el caballo noble (la voluntad) logran contener al caballo que siempre tiende a desbocarse (los deseos, las pasiones) …
La conclusión a la que podemos llevar es que la ética platónica es, como la socrática, una ética racionalista o intelectualista, en la que el bien se puede conocer y en la que este se identifica propiamente con el conocimiento o sabiduría. Tanto para Sócrates como para Platón, el secreto de una buena vida es conocerse y ser uno mismo lo más virtuosamente posible, lo que significa vivir de acuerdo con la razón, amar la sabiduría sobre todas las cosas y convertir esa sabiduría en fuente de valor y de moderación. Si logramos generar ese maravilloso acorde en el que la razón es la nota dominante y el resto de las cuerdas (la voluntad, la pasión) se armonizan con ella habremos alcanzado la mayor virtud y felicidad.






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