jueves, 6 de noviembre de 2025

26. La antropología platónica y cuatro cuentos sobre el alma


¿Qué somos los seres humanos

Como cualquier otro ser, los humanos tenemos una naturaleza doble: somos, de un lado, seres sensibles; pero, de otro lado, somos lo que somos por participar de lo inteligible (es decir: por participar de las las ideas que nos definen como humanos y como individuos). 

Como les ocurre a otro seres, nuestra naturaleza sensible se divide a su vez en dos: el cuerpo y el alma (lo físico y lo psíquico). El cuerpo es siempre lo movido, y el alma lo que mueve o anima. Este movimiento que nos imprime el alma es nuestra forma de ser, pues el alma es la parte que está en contacto con la forma ideal que somos y, conociéndola (más o menos), "tira" de nosotros hacia ella...

El alma humana se divide a su vez en dos tipos de "movimiento anímico": el querer (que comparte con los animales), y el pensar, la razón, que en el hombre se convierte en la guía del querer... Aunque no siempre. En el ser humano, el querer se divide también en dos: un querer pasivo, pasional, que no siempre obedece al pensamiento (son los deseos o apetitos animales), y un querer activo, voluntarioso, que obedece al pensamiento (es lo que solemos llamar la "voluntad").

Como veis, en el ser humano, todo se duplica una y otra vez, como en un juego de espejos. Somos una realidad inteligible pero también aparentemente sensible. Como seres sensibles somos cuerpo y alma. Y en el alma: pensar y querer. Y en el querer: acción (voluntad) y pasión (deseo). Platón llamó a estas tres partes del alma con términos que han pasado a la historia: el alma racional (el pensar), el alma irascible (el querer activo, la voluntad) y alma concupiscible (el querer pasivo, los deseos animales, la pasión). 

Siendo dobles como parece que somos, tal vez tengamos que hablar en mitos (que son un doble de la verdad) de eso que somos y parecemos. Así que escuchad estos dos pares de mitos, que son cuatro, cuatro cuentos sobre el alma, que os deberían recordar, si están bien compuestos, a un único cuento verdadero...


El carro alado o la reencarnación.

Cuenta un viejo cuento que el alma cuenta con dos cosas: la alada carrocería (el cuerpo) y lo que la mueve y levanta, y a esto último llaman más bien alma, o ánima, porque anima a moverse al cuerpo. Dicen que este alma también es doble, tiene motor y guía, es decir, querer y pensamiento. Y dicen también que el querer es como un motor de dos caballos. Uno es la pasión (es un caballo negro y salvaje, al que llaman Apetito) y el otro es la acción voluntaria y esforzada (es un caballo blanco y sensato, al que llaman Coraje). El conductor o Auriga de este carro de dos caballos es la Razón, y desde que el mundo se hizo, dando alma (que es la forma de la Forma en la materia) a cada cosa, todo Auriga conduce su carro según quedó establecido por las leyes de circulación del cosmos. En esa armonía de movimientos, las almas humanas vuelan lo más alto posible, pues es allí, sobre las propias espaldas del cielo y a los pies de los dioses inmortales (las ideas), donde crece su alimento favorito (el conocimiento o contemplación de las ideas). No hay felicidad más grande que revolotear allí. Pero, ay, el vuelo de las almas humanas es inestable. "Apetito", el caballo indócil, se desboca a veces, atraído por los olores de la tierra, y entonces hace descarrilar el carro y el alma descarriada y con las alas rotas cae sobre el mundo, en donde cambia su carrocería brillante y alada (hecha del material de las estrellas) por la de la triste carne que padecemos. Pero el alma humana, caída como un ángel caído, no se conforma nunca, y tras recuperarse de la inconsciencia provocada por el golpe, recuerda vagamente el lugar aquel donde vagaba feliz. Y si logra en este mundo enderezar al caballo desobediente y, con ayuda de "Coraje", el caballo dócil y disciplinado, alzar de nuevo el carro, poco a poco, hacia alimentos cada vez más celestiales y propios al alma (tal como la belleza más pura, la virtud y la sabiduría), entonces se irá reencarnando en la forma de seres cada vez más alados, desde el animal o el labriego al noble guerrero o el sabio. Y así será hasta que, encarnándose, como los buenos pensamientos se encarnan, de sabio en sabio, generación tras generación, logre de nuevo merecerse alas y cielo y, así, volver a la casa de las Ideas (esas que van descubriendo los sabios), que es la suya propia.


Eros o el amor.


Cuentan los amantes de los cuentos que el alma es el Amor que mueve todo cuerpo y  mundo. Y dicen que este Amor (al que algunos llaman Eros) fue en tiempos un dios, nacido de dioses.  Dicen que se celebraba el nacimiento de Afrodita, diosa de la Belleza, y que tras el banquete divino, Poros, el dios de los Recursos, que estaba borracho, fue asaltado por Penia, diosa de la Pobreza, que quedó embarazada de aquel. El hijo de este accidentado encuentro fue precisamente Eros, quien desde entonces va buscando la belleza de Afrodita con todas sus fuerzas y recursos (como hijo de Poros), pero sin llegar a tenerla nunca del todo (por ser hijo de Penia). Pues bien, el alma humana es como ese dios caído o venido a menos que es Eros. Como él, somos hábiles e inteligentes (Poros), pero también débiles y menesterosos (Penia). Y también, como él, recordamos siempre la divina belleza del cielo del que provenimos. Y la buscamos, primero, en el deseo por los cuerpos jóvenes y bien parecidos, pues es en ellos donde antes se refleja o recuerda la belleza. Y así, el alma amante va de un cuerpo a otro, descubriendo que lo bello es uno en muchos. Pero descontenta el alma de la belleza física, pues siendo efímera no es posible permanecer ni sembrar en ella nada --ni siquiera hijos-- que no sea también pasajero y olvidadizo, busca entonces la belleza que hay en las buenas acciones. Y así el alma se enamora de otras almas buenas y ambas emprenden, con coraje y valor, hermosos proyectos en común. Y si bien es cierto que esta belleza es más perdurable y alta, tanto en sí misma como en sus hijos (las proezas y la fama), no basta tampoco al alma, que recuerda y busca una belleza aún más pura y eterna. Por eso el alma se enamora al fin de otras almas, más sabias, con las que poder razonar y dialogar. Y junto a ellas logra recordar la mayor y más imperecedera belleza, la Belleza en sí, la idea o forma por la que todo lo bello lo es. Contemplando esta Idea eterna, el alma recuerda ya del todo quién es y de donde viene, y así vuelve al cielo donde nació y donde nada falta ni acaba.

La Caverna o el conocimiento.


Cuenta el mito que las almas humanas estamos prisioneras de un cuerpo o caverna, oscura como la noche y en la que, a falta de luz, vivimos en sombra soñando que vivimos en un mundo que es todo de sombras y de sueños. Lo peor es que las almas no parecen apetecer más que esa vida ignorante e infrahumana. Pero si alguna de ellas, por la fuerza de otro o la propia de su coraje, se liberara, vería las cosas origen de aquellas sombras, y el fuego que las alumbra, y comprendería que lo que sabía y quería antes no era más que copia de lo que ahora descubre digno de querer y ver. Pero si, una vez despertada de las sombras por su asombro, sigue esforzadamente camino arriba y sale fuera de la gruta, sus ojos se le quedarán inútiles de tanta luz, y solo podrá guiarse ya por la razón. Y descubrirá allí que aquellas cosas que asombraron sus ojos no son más que copias de estas otras que ahora iluminan su inteligencia. Y sabrá entonces, al pasar de la noche de los sentidos al día de la razón, que este nuevo mundo es más celeste, amable, bueno y verdadero, pues en él habitan la luz, la belleza, la bondad y la verdad puras, sin cuerpo ni tiempo, perfectas en sí mismas, hijas todas de la Perfección que, como un Sol, a todo ilumina y hace ser y vivir. Cuando esto comprende el alma se comprende a sí misma y queda comprendida y unida allí en lo más alto, como una más entre las Ideas, justo donde está su soleado hogar.

El Reino o la educación.


Una perfección falta al alma allá en su cielo de marfil, en el que feliz y plena contempla las Ideas y se descubre cada vez más sabia. Aunque nada le apetece más que su vida de retiro y filosofía, el alma del antiguo cavernícola, hoy alma libre, recuerda y razona que no es justo abandonar a esas partes olvidadas de sí que son los otros, las otras almas, las de la multitud de prisioneros que permanecen allá abajo en la caverna. Entonces, domando con coraje su más natural y verdadero apetito, el alma del filósofo baja a la caverna a educar y gobernar al resto, para que todos puedan gozar de su misma libertad y conocimiento. Así, y aún a riesgo de que lo tomen por loco, el alma del filósofo se empeña valientemente en educarlos. Primero como a niños, con cuentos, mitos, canciones y juegos, hechos de imágenes o sombras, como aquellas que están acostumbrados a ver, les enseña a fortalecer el carácter y a vencer el apetito viciado en la costumbre. Una vez libres de esas primeras cadenas, el alma del filósofo les muestra el saber que hace útil a los objetos, y así, moderados en sus apetitos y expertos del saber práctico, los nombra artesanos y productores de un nuevo Reino. Luego, a los más capaces, el alma maestra los saca de la caverna y les muestra el difícil arte de la ciencia, por el que, mirando con inteligencia las Ideas descubren su forma tanto en las cosas como en las acciones de allá abajo, en la caverna. A estos, el filósofo los nombrará gobernantes o guardianes del Reino. Pero de entre estas almas, ya libres, hará de nuevo dos grupos. Las almas con más coraje que razón, no aprenderán mucho más y quedarán destinados a guardar, como soldados, y a gobernar, como auxiliares. Y a las almas con más capacidad racional les enseñará mucho más, pues aprenderán algo más que ciencia: a saber de las Ideas en sí mismas, de las relaciones entre ellas y de su unión bajo la Idea suprema, la Idea de Bien. Solo este conocimiento supremo, que da la filosofía, podrá hacerles saber qué es la Perfecta Justicia, y solo en posesión de ese conocimiento podrán gobernar perfecta y justamente el Reino, descubriendo el Cielo acá en la Tierra.    





martes, 4 de noviembre de 2025

25. EJERCICIO CON TEXTO NO FILOSÓFICO 1


EJERCICIO CON TEXTO NO FILOSÓFICO 1



1. Leed los siguientes fragmentos o documentos y, de cada uno de ellos, identificad el tema o problema principal que se plantea en él y nombrad alguna teoría o perspectiva filosófica que podáis relacionar con dicho problema. 

2. Escoge uno de los fragmentos o documentos y desarrolla una exposición escrita en la que comentes el tema y el contenido del texto relacionándolo con alguna teoría o perspectiva filosófica (o varias de ellas) que conozcas (30/35 líneas). Cuando acabes, ponle un título lo más expresivo posible a tu exposición. 


Texto 1. "Desde las abejas hasta los anillos de Saturno, pasando por los helechos y los átomos, la naturaleza, donde se mire, está llena de patrones que pueden describirse con las matemáticas, entendida así, como un lenguaje o una herramienta que creamos para describir el mundo. Pero no para el filósofo Sam Baron, quien se opone a la generalizada noción de que las matemáticas son una invención humana. Para Baron, las matemáticas son, en realidad, la base del mundo; dan estructura al mundo en que vivimos. Nosotros simplemente la observamos. En otras palabras, las matemáticas existían en la naturaleza mucho antes de que los humanos las inventaran". (Artículo de revista)


Texto 2. "La IA y la loca iconosfera que nos circunda (y nos habita) nos ha robado, ¡aleluya!, la fe en las imágenes, demostrándonos lo que ya sabían los más sabios (y los más astutos): que lo que vemos y nos hacen ver ha sido siempre, todo ello, una barroca construcción cultural – una ilustración de las palabras sagradas e instituidas –, y que ante ese altar envolvente e íntimo de las imágenes hemos de desarrollar el mismo talento crítico y analítico que frente al discurso de las palabras. Dicho de otro modo: que, con más o menos conciencia o buenas intenciones, sofistas y artistas (héroes todos de nuestro tiempo) son lo mismo, y que hay que desconfiar radical e igualmente de ellos, si es que queremos acabar de empezar a salir de una vez de esta vieja y oscura caverna"(Artículo de periódico)


Texto 3. "También el relativismo pone en cuestión que seamos alguna vez capaces de alcanzar la verdad por medio de razonamientos. Como ya ha quedado dicho, en la argumentación racional debe conciliarse el punto de vista subjetivo y personal con el objetivo o universal (siendo este último el punto de vista de cualquier otro ser humano que por así decir «mirase por encima de mi hombro» mientras estoy razonando). Pues bien, los relativistas opinan que tal cosa es imposible y que mis condicionamientos subjetivos siempre se imponen a cualquier pretensión de objetividad universal. A la hora de razonar., cada cual lo hace según su etnia, su sexo, su clase social, sus intereses económicos o políticos, incluso su carácter. Cada cultura tiene su lógica diferente y cada cual su forma de pensar idiosincrásica e intransferible. Por tanto hay tantas verdades como culturas, como sexos, como clases sociales, como intereses... ¡como caracteres individuales!" (Fragmento de un libro).


Texto 4. "¿Puede la escuela ser algo distinto a una institución diseñada para el acoso? Desde luego. Si en lugar de un instrumento de reproducción de los valores imperantes (básicamente, los de la vida entendida como un juego cruel de ganadores y perdedores para el que hay que endurecerse y aprender a pelear, vencer y humillar a los demás) se convierte en un medio de transformación colectiva que cambia la disciplina ciega, la intimidación, la competitividad y la evaluación obsesiva, por el espíritu crítico, la autonomía, la cooperación y la responsabilidad personal. En otro caso, darán igual las charlas, los talleres, los protocolos y los psicólogos; el acoso escolar seguirá siendo una manera más de imbuir en niños y niñas que la vida es una jungla en la que hay que aprender a pisar para no ser pisados, marginar para no ser marginado y hundir a otros en la miseria para triunfar y ser el tipo poderoso que deberíamos aspirar a ser.". (Artículo de periódico)


Texto 5. "«La maldad se extiende sin fin. El hombre amable se ha desvanecido». Con estas palabras se lamentaba un poeta egipcio en los tiempos del Imperio Medio, unos dos mil años antes de nuestra era. Desde entonces, el diagnóstico pesimista se ha oído o leído sin cesar: en la Ilíada, de Homero, o en la barra del bar […]” (Artículo de periódico)


Texto 6. “En el comienzo este (mundo) era Brahman, el Uno, ilimitado, ilimitado (...) en cualquier dirección (...). Inconcebible es este mismo todopoderoso, inabarcable, ingénito, más allá de todo pensamiento lógico y discursivo, impensable. Espacio es su ser propio, y él, lo Uno, es lo único que permanece en vela cuando todo se arruina...; pone en existencia este (mundo material) y en él desaparece”... (Texto religioso-filosófico hindú).


domingo, 2 de noviembre de 2025

24. Sócrates y el intelectualismo moral


A pesar de ser viejo, pobre y muy feo, Sócrates despertaba pasiones entre los jóvenes más bellos de Atenas. Uno de sus amantes, el poderoso y hermosísimo Alcibíades, decía de Sócrates que era como un monstruoso Sileno por fuera, pero como un dios por dentro... 
Si no como un dios, Sócrates ha pasado a la historia como una especie de "santón" filosófico, gracias, sobre todo, al retrato que nos dejó de él Platón, su discípulo más famoso.

Nacido en Atenas sobre el 470 a.C., Sócrates sufrió las penurias de la guerra contra Esparta y los vaivenes políticos que siguieron a la derrota. Fiel a sus principios hasta la muerte, fue ajusticiado por los atenienses en el 399 a.C., acusado de impiedad y de corromper a los jóvenes. Pese a que durante su juicio (y según narra Platón) Socrátes demostró lo infundado de las acusaciones, fue condenado a muerte. Reacio a burlar las leyes, Sócrates acepto su condena, negándose a huir, y se despidió de sus discípulos con el más bello diálogo sobre la inmortalidad del alma que se haya escrito nunca, o, al menos, así lo describió o imaginó Platón en el Fedón, una de sus obras más famosas... 


Si queréis conocer a Sócrates nada mejor que leer los diálogos de Platón, especialmente estos tres (en los que se narra el juicio y su muerte en la cárcel): Apología de Sócrates, Critón y Fedón.

Aunque para algunos de sus contemporáneos (como el cómico Aristófanes, que lo ridiculizó en su obra Las Nubes) Sócrates era un sofista más, lo que sabemos de su forma de vivir y sus ideas nos permite concebirlo como justo lo contrario...


Para empezar, Sócrates no era un sabio profesional como los sofistas. Su único conocimiento, decía (no sin ironía), era el de saber que no sabía nada, por lo que poco podía enseñar (como mucho, a que cada uno "diera a luz" el saber que tenía dentro, conociéndose bien a sí mismo).
Para él, el fin de la filosofía era, como en los sofistas, desarrollar la excelencia o virtud humana, pero, a diferencia de los sofistas, la virtud socrática no consistía en lograr el poder o la riqueza, sino en cuidar el alma, dotándola de sabiduría y obrando con justicia. El propio Sócrates era famoso por su pobreza y desinterés por los cargos públicos o el prestigio social, mientras que mostraba una gran preocupación por cultivar el conocimiento, actuar rectamente y controlar sus pasiones. 

Por otra parte, si para los sofistas la principal habilidad del sabio era la retórica, Sócrates se preciaba de hablar directamente, sin adornos. Para él, el lenguaje no era un fin, sino un medio. Lo que importaba no era componer bonitos discursos, sino dialogar con los demás para buscar juntos la verdad. 

Su método no era el monólogo persuasivo, como en los sofistas, sino el diálogo mayéutico La  técnica "mayéutica" (la palabra se refiere al arte de la comadrona, que Sócrates decía en broma haber heredado de su madre, y que le permitía ayudar a las almas de los jóvenes a "parir" sus propias ideas) era muy sencilla. Consistía en hacer preguntas y mostrar al interlocutor que no sabía lo que creía saber para, a continuación, invitarlo a buscar la verdad a través del diálogo ("diálogo" significa etimológicamente "avanzar mediante razonamientos"). 


En cuanto al pensamiento que atribuimos a Sócrates, era muy diferente al de los sofistas. Vamos a verlo. 

(1) El universalismo moral y político. En contraposición al relativismo sofista, Sócrates cree que lo bueno y lo justo se pueden definir de manera objetiva y universal. Su pensamiento arranca de las contradicciones lógicas del relativismo. Por ejemplo: si el relativista afirma que lo bueno es algo diferente para cada uno (o para cada época o cultura) está diciendo que lo mismo ("lo bueno") es diferente, lo cual parece contradictorio. Dicho de otro modo: si discutimos sobre qué es bueno, estamos admitiendo, de entrada, que compartimos una definición universal de tal cosa (aunque sea para modificarla, perfeccionarla o incluso negar que exista); por lo tanto, la definición universal debe existir. Además, conviene recordar que el relativismo moral y político se basa en el relativismo epistemológico (aquel que afirma que la verdad es según cada uno), y este es igualmente contradictorio, pues si no hay ninguna verdad universal, tampoco el relativismo es universalmente verdadero, por lo que la teoría relativista no sería más verdadera que su contraria. Sócrates cree, por tanto, que ha de haber definiciones universales de términos como "justicia", "moral" o "virtud". Otra cosa es que logremos descubrirlas a través del diálogo... 


(2) El esencialismo moral y político. Que lo bueno o lo justo puedan definirse de manera universal significa que les corresponde una "esencia" o naturaleza objetiva, es decir, que tienen una naturaleza propia, real, independiente de lo que los seres humanos decidan o convengan al respectoEn contraposición al convencionalismo de los sofistas, Sócrates defiende, así, una teoría esencialista de los valores y las leyes: estos no deben ser simples convenciones o acuerdos, sino una expresión de lo que sea esencial o realmente bueno o justo. Dicho de otro modo: las leyes no son justas porque las convengamos, sino que las convenimos (o deberíamos) porque son justas.


(3) El racionalismo o intelectualismo moral. Para muchos sofistas, el único criterio para determinar si algo era bueno o justo era su utilidad o conveniencia: lo bueno o justo es lo que conviene a cada uno (o a los más poderosos). ¿Pero sabemos lo que realmente es útil o conveniente para nosotros? Sócrates cree que lo bueno o justo no es lo que creemos que nos conviene, sino lo que realmente es bueno y justo, y que esto es, además, lo que realmente más nos conviene. No hay nada más útil, dirá Sócrates, que conocer lo que de verdad es útil o valioso y actuar en función de ello. Lo bueno se puede, pues conocer, y según Sócrates, este conocimiento (que es, sobre todo, un autoconocimiento) se da a través de la razón y el intelecto. De ahí que a su teoría moral le llamemos "intelectualismo moral". ¿Y qué es lo que nos dice la razón al respecto? Que lo bueno para algo es, siempre, aquello que desarrolla su naturaleza o ser. Así, lo que más nos conviene como seres humanos no es la riqueza o la fama, sino conocernos a nosotros mismos y cuidar de nuestra alma. Y cuidar el alma es darle aquello que la alimenta y la hace crecer: la sabiduría, el autocontrol de las pasiones, el cálculo de placeres (para elegir los mejores a largo plazo) y el obrar justa o rectamente. Todas estas cosas no son separables: ser sabio es la condición para dominar las pasiones, calcular los placeres y actuar bien. No se puede actuar bien si no se sabe lo que es bueno. De hecho, todo el mundo actúa en función de lo que cree (erróneamente o no) que es bueno y justo. Por lo que nadie hace el mal o comete injusticia a sabiendas, sino por ignorancia de lo mejor o de lo más conveniente para él. El mal es, pues, ignorancia, y no "mala voluntad". Así, el castigo o la culpa tal vez no tengan mucho sentido, y lo que el "malvado" necesita es, sobre todo, educación.

(4) La concepción socrática de la educación. Si para los sofistas  la educación es una técnica para ser más convincente en la defensa de los intereses particulares, para Sócrates la educación es un medio (el del diálogo mayéutico) para hacernos más sabios y, por lo tanto, más buenos y felices. 

(5) Confianza en la razónSócrates no es un escéptico: cree que el conocimiento es posible, incluso en el ámbito de los valores. De hecho, el escepticismo parece una teoría autocontradictoria: si nada se puede conocer, tampoco podría conocerse que nada se puede conocer... Sócrates confía en la posibilidad del conocer, por eso se empeña en dialogar con unos y con otros buscando las definiciones verdaderas de las cosas o de lo bueno y lo justo. Este conocimiento objetivo no se basa en la percepción o las opiniones (pues cada uno percibe las cosas u opina desde su propia perspectiva) sino en la razón, donde no hay perspectivas individuales (un argumento racional o lógico es correcto o incorrecto para todo el mundo que lo comprende, no depende de “como lo vea cada uno”). Por ello es el diálogo racional (eliminando contradicciones y buscando los mejores argumentos) dónde cabe buscar ese conocimiento objetivo de las definiciones (solo cuando definimos adecuadamente lo que es bueno podemos percibir buenas acciones) ...

(6) ¿El "dios" interior? Sócrates decía tener un dios interior que le impedía realizar acciones que contrariaran su razón, si bien esto puede ser metafórico, y no referirse más que a la propia conciencia. También defendía la inmortalidad del alma (aunque no sabemos si esto es un añadido de Platón), pero empleando siempre argumentos racionales. Por ello, no podemos concluir que Sócrates fuera, ni agnóstico, como muchos sofistas, ni tampoco una persona religiosa, al menos en el sentido usual del término.


Aquí tenéis una imágenes de Sócrates en acción: 





Y aquí la presentación de clase:




miércoles, 29 de octubre de 2025

24. El pensamiento de los sofistas


Durante el siglo V a. C. aparecen en Atenas y otras ciudades los llamados "sofistas" ("sabios").
Los más conocidos son Protágoras y Gorgias, aunque también tenemos noticia de otros como Pródico, Hipias, Trasímaco, Antifonte o Critias. Sobre si los sofistas eran o no verdaderos filósofos hay una vieja discusión que comenzó en el propio siglo V. Sócrates y Platón pensaban que solo lo eran en apariencia; pero muchos de ellos pasarían hoy día por unos grandes pensadores. Juzgad vosotros mismos. 

Aunque los sofistas eran muy diferentes entre sí, compartían algunas características. La principal es que la mayoría de ellos se presentaban como consejeros y maestros profesionales, especialmente en relación al arte de componer discursos, manejar argumentos y hablar en público. Esto tenía su razón de ser: las habilidades retóricas empezaban a ser muy apreciadas en ciudades en las que (como la democrática Atenas) el éxito social y el poder político dependían, en gran medida, de la capacidad para expresarse de modo elocuente sobre lo que es bueno o justo en los asuntos públicos. En general, los sofistas representan un nuevo modelo educativo orientado por un nuevo tipo de moral: aquella que vincula la virtud o excelencia ciudadana con el éxito social, y este con el logro de poder; un poder que se obtiene a través del dominio de la palabra, "ese poderoso soberano -- dirá Gorgias -- que con cuerpo pequeño y totalmente invisible realiza acciones sobrehumanas".

En cuanto a su pensamiento, los sofistas destacan por haber anticipado ideas o planteamientos políticos, éticos o antropológicos (y, en menor medida, también epistemológicos y ontológicos) que nos recuerdan a los que van a tratarse en la filosofía moderna y contemporánea. Veamos sus ideas o teorías más importantes.

(1) El relativismo. Muchos de los sofistas defendieron una concepción relativista, tanto en sentido ético y político, como en sentido epistemológico. El relativismo epistemológico afirma que todo conocimiento depende en última instancia de la perspectiva de cada cual, de su entorno cultural o del tiempo en el que vive. "El hombre [cada hombre] es la medida de todas las cosas", dice Protágoras, y, por tanto, también de la verdad. No hay, pues, una verdad absoluta, sino tantas como discursos e intereses particulares (es algo similar a lo que refiere hoy la noción de "posverdad", según la cual la "verdad" es siempre un producto del discurso o el relato que interese transmitir a los demás)El relativismo epistemológico conduce al relativismo ético y político. Si no podemos conocer nada objetivamente, tampoco podemos saber qué es lo bueno o justo para todos. Según el relativista, para cada persona, en función de sus deseos, ideas o circunstancias, lo bueno podría ser algo distinto, sin que exista criterio objetivo alguno para desmentirlo. Del mismo modo, para cada cultura, ciudad o época variará el concepto de justicia (tal como, de hecho, varían las costumbres y las leyes políticas, que ya no son concebidas como algo natural, inmutable y sagrado, sino como una simple convención humana). Pese a todo, el relativismo de los sofistas no suele ser absoluto; algunos de ellos piensan que hay una serie de acciones y de leyes (la hospitalidad, el respeto a los padres, el rechazo del incesto...) que son reconocidas como buenas o justas por la inmensa mayoría de los seres humanos. 


(2) El convencionalismo y la "ley natural". Gran parte del respeto tradicional a las leyes de la polis viene motivado en su supuesto origen natural o divino. Pero en el siglo V a. C., se extiende la idea de que las leyes políticas no sean más que simples convenciones o disposiciones humanas fruto de un acuerdo o imposición y, por ello mismo, variables en relación a cada época y cultura (nótense la anticipación de la idea moderna de "pacto social" o la relación entre convencionalismo y relativismo). Según algunos sofistas (Protágoras...), esto no tiene por qué hacer menos dignas o valiosas a las leyes, en tanto que, gracias a ellas hacemos posible la convivencia. Pero según otros (Trasímaco...), toda convención legal que no coincida con la única ley política que entendían natural y universal (la ley del más fuerte o capaz) era, por principio, ilegítima e inútil, pues somos egoístas e "injustos" por naturaleza, y siempre que podemos imponemos nuestra voluntad e intereses a los demás (recordad, sobre esto, el mito platónico del anillo de Giges).  

(3) El pragmatismo. Si sobre lo bueno y lo justo no es posible ningún conocimiento objetivo, ¿qué es lo que enseña entonces el sofista? Según alguno de ellos, no lo bueno o lo justo en sí (tal cosa, según ellos, no existe), sino solo el modo de que parezca bueno o justo aquello que nos resulta más conveniente o útil (ya sea en la Asamblea, el Foro o los tribunales). El pragmatismo es la idea de que la verdad es aquello que nos resulta conveniente asumir o transmitir como verdad. Aplicado a la ética, significa que lo bueno o justo será, en cada caso, aquello que nos resulte más útil para lograr nuestros fines (la felicidad, el placer, la riqueza, el éxito social, el poder o cualquier otro). Y, aplicado a la filosofía política, que las leyes justas serán aquellas que resulten útiles para garantizar la convivencia o/y para satisfacer los intereses de aquellos que las estipulan. El pragmatismo está relacionado con el "realismo" o "maquiavelismo" político, según el cual las acciones de un gobernante o un Estado no tienen que ser "justas", sino útiles para los intereses que representa. 

(4) La concepción sofística de la educación. Con los sofistas se extiende la idea de que todos los ciudadanos, sea cual sea su estrato social, pueden llegar a ser virtuosos gracias a la educación (aunque el elevado precio de sus lecciones y la limitación de la condición de ciudadano a los varones libres y griegos, no nos permite suponer que la educación fuera, entonces, un medio de garantizar la igualdad de oportunidades). Hay que añadir que la "virtud" que enseñaban los sofistas consistía, como dijimos, en dominar las técnicas retóricas que aseguraban el éxito social y el acceso al poder. Diríamos, así, que los sofistas tenían una idea mayormente pragmática de la educación, consistente en hacer al alumno competente para persuadir a los demás de la "verdad" que más conviniera a cada momento, ganar el apoyo de sus oyentes, o negociar asuntos de los que se pudieran obtener beneficios (si queréis un ejemplo divertido y sorprendente, mirad el caso del alumno llamado Evatlo y su extraño conflicto con su maestro Protágoras).

(5) El escepticismo y el nihilismo. Decíamos que, según el relativismo, el conocimiento de las cosas depende completamente de lo que le parece a cada uno (de la opinión, usando el término en sentido platónico) por lo que no habría, objetivamente hablando, nada verdadero. El relativismo conduce al escepticismo, teoría filosófica según la cual, dado que no es posible conocer objetivamente nada, lo mejor es suspender el juicio, es decir, no opinar sobre nada. El sofista Gorgias llevará esta posición al extremo afirmando que, no solo es imposible conocer nada (pues, según él, la conexión entre la mente y el supuesto mundo real no está probada -- ¿cómo sabemos que todo lo que vemos o pensamos no es un sueño? --), sino tampoco comunicar nada (dado que la conexión entre las palabras y las supuestas cosas reales es puramente convencional), ni creer que exista realmente nada (si hubiera realidad sería eterna o no eterna; en el primer caso sería infinita, y no habría lugar fuera de ella donde existir; en el segundo caso, tendría que haber nacido de algo distinto de ella, pero algo distinto de la realidad solo es lo irreal, la nada). La afirmación de que la realidad o el mundo no existen (o son "nada" para nosotros) es la idea principal de la teoría denominada "nihilismo"El escepticismo que empezaron a cultivar algunos sofistas fue luego desarrollado, en la época helenística, por Pirrón de Elis y otros; y el nihilismo volverá a resurgir más adelante, en relación con filósofos que estudiaremos, como Hume o Nietzsche.

(6) El agnosticismoDurante el siglo V a. C. parece que la población culta se vuelve más descreída con respecto a los mitos y la religión tradicional. Algunos filósofos antiguos, como Jenófanes (uno de los eleatas), ya había insinuado que los dioses son invenciones de los hombres y que cada cultura los creaba a su manera (los etíopes chatos y negros, los tracios rubios y de ojos claros, etc.). En esta época, la crítica a la religión se acompaña a veces de explicaciones racionales acerca de su origen o significado. Por ejemplo, se atribuye al sofista Critias la explicación de la religión como “el invento de un hombre sagaz para que los humanos respetaran las leyes incluso aunque no hubiera nadie delante (al pensar que los dioses sí que los observaban)”. Por esa misma época Demócrito daba otra explicación racional al comportamiento religioso: él afirmaba que la creencia en los dioses se debía al miedo, sobre todo al que sienten los hombres ante los fenómenos naturales. Por otra parte, el sofista Pródico mantenía la teoría de que los dioses eran el fruto de la veneración que el hombre sentía por cosas que le resultaban especialmente útiles, como el sol, los ríos, etc. En cualquier caso, la opinión más generalizada entre los sofistas parece ser la de Protágoras: “Con respecto a los dioses no puedo conocer ni si existen ni si no existen, ni cual sea su naturaleza, porque se oponen a este conocimiento muchas cosas: la oscuridad del problema y la brevedad de la vida humana”. Además, si toda creencia humana es relativa, según Protágoras, y no hay verdades absolutas, tampoco podemos saber nada de esos presuntos seres absolutos que son los dioses. A esta tesis, según la cual sobre los dioses no podemos pronunciarnos, se le llama “agnosticismo”.


En conclusión: aunque los sofistas han sido valorados con frecuencia de forma negativa (sobre todo por Platón) como falsos sabios o meros charlatanes, son los primeros que teorizan sobre el origen de la sociedad (adelantando teorías como la del "pacto social), la naturaleza de las leyes (distinguiendo entre "derecho natural" y "derecho positivo"), la importancia de la educación (frente a las teorías aristocráticas de que la virtud es innata) y otras muchas ideas modernas (relativismo, convencionalismo, pragmatismo, escepticismo, nihilismo, agnosticismo...). 


Aquí tenéis la presentación de clase: 

martes, 28 de octubre de 2025

23. La "Ilustración griega" y el giro antropológico durante el s. V a. C. Aspasia de Mileto

 


Durante el siglo V a.C., el mundo helénico se encuentra en su apogeo económico, político y cultural (momento de esplendor al que se llamará luego época “clásica”). Y el epicentro de este apogeo es Atenas, una próspera y poderosa polis que, bajo el gobierno democrático de Pericles, se convierte en la capital cultural de Grecia. En esta época Atenas se puebla de artistas e intelectuales de la talla del escultor Fidias, los dramaturgos Aristófanes, Esquilo, Sófocles o Eurípides, de poetas como Simónides, de historiadores como Heródoto o Tucídides, y de filósofos como el pluralista Anaxágoras, Zenón de Elea o los que la gente va a llamar "sofistas", entre los que, los más famosos fueron Protágoras y Gorgias. A finales de siglo, cuando Atenas entra en decadencia tras la guerra con Esparta, brillará la figura del filósofo Sócrates, personaje fascinante y polémico que morirá ajusticiado por los propios ciudadanos en el 399 a.C. Tras él aparecerán las dos grandes figuras del pensamiento antiguo, Platón y, más tarde, Aristóteles. 

Durante este siglo la preocupación por la “physis” o naturaleza parece desplazarse parcial y momentáneamente por la preocupación por la “polis” (la ciudad o sociedad humana) y por el “nomos” (la ley), es decir, por los asuntos antropológicos, éticos y políticos. Los filósofos se van a preguntar ahora por la esencia del ser humano y por su naturaleza cívica o social, por el fundamento del poder y de las leyes, y por lo que signifiquen la bondad o la justicia. 


Que las preocupaciones antropológicas, éticas y políticas surjan en la Atenas del siglo V a. C., parece indudablemente relacionado con su régimen político. La democracia antigua griega es diferente, y más imperfecta que la nuestra en muchos aspectos (por ejemplo, no dejaba participar a las mujeres, y permitía la existencia de esclavos), pero se rige esencialmente por los mismos principios: las principales decisiones políticas son tomadas por el conjunto de la ciudadanía; se respetan las libertades individuales; y se promueve la igualdad de oportunidades, estimándose a cada persona por sus méritos antes que por su nacimiento o reputación. El régimen democrático ateniense va a propiciar el pluralismo moral (Platón compara a la democracia con un “mercadillo” de formas de vida, en el que cada uno puede encontrar y adoptar el que más desee) y, a veces, una concepción relativista de los valores (no hay un bien absoluto, sino que cada uno tiene su propia opinión al respecto), lo que va a obligar a una profunda reflexión acerca de lo que sea o no justo o bueno. Y va a promover también el desarrollo de la retórica, es decir, del arte de hablar y argumentar para persuadir a los demás. La discusión pública en la Asamblea, el Foro, los tribunales, las calles o en cualquier otro lugar público, fue, seguramente, el hábito democrático que más directamente podamos relacionar con la eclosión de la filosofía en Atenas, especialmente, como vamos a ver, de la filosofía política, la ética o la antropología.


A todo este movimiento de eclosión cultural en torno a los problemas humanos, se le ha denominado a veces la “Ilustración griega”, por su similitud con la Ilustración europea del siglo XVIII. 

Hay que aclarar que para los griegos antiguos, las personas que disfrutaban de la condición de ciudadanos eran, en general, y salvo excepciones, los varones griegos libres y adultos, con lo que las mujeres, los extranjeros, los esclavos y los menores no participan de la misma.


La subordinación de las mujeres no era, sin embargo total. En algunas partes de Grecia, como Esparta, tenían algunos derechos, como el acceso a la propiedad. Y en Atenas, se hacía alguna excepción, como la que representa Aspasia de Mileto (470-400 a. C.). Aspasia fue una de las pocas mujeres griegas a las que le estuvo permitido cultivarse, y escribir y pronunciar discursos públicamente. Algunas fuentes antiguas dicen que fue "hetera", es decir, “cortesana”, lo que le habría otorgado una libertad de la que no gozaban las demás mujeres (siendo extranjera y cortesana, Aspasia estaría libre de las limitaciones legales que confinaban a las mujeres casadas al ámbito del hogar). Aspasia alcanzó su más alta posición al convertirse en compañera o esposa de Pericles, de quien tuvo un hijo. Intervino activamente en la política y en la vida intelectual de la ciudad (seguramente organizaba y dirigía reuniones sociales en las que se encontraban personajes como Anaxágoras, Aristófanes o Sócrates), y fue famosa por su gran habilidad retórica (y por sus conocimientos de ginecología). Pero, por su condición de mujer libre, recibió también burlas y ataques, y fue llevada a juicio acusada de corromper a otras mujeres. 

Sobra repetir que en la cultura griega, profundamente patriarcal, la consideración habitual de las mujeres era la de personas destinadas únicamente a la procreación y al cuidado del hogar, dependientes de sus maridos o familiares varones, y sin acceso a la vida pública, profesional o cultural; de ahí que conozcamos tan pocas mujeres filósofas, científicas o artistas, durante esta época (aunque, pese a todo, algunas, como la propia Aspasia, o la ya nombrada Hipatia, lograron sobresalir).



Y aquí la presentación de clase: 

domingo, 19 de octubre de 2025

22. EJERCICIO CON TEXTO FILOSÓFICO 1

 

EJERCICIOS CON TEXTO FILOSÓFICO 1



FRAGMENTO 1

“-Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y

de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en

una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda

su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello

encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos,

porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza.”

Platón: República. Libro VII, Madrid: Editorial Gredos, 1986.

 

FRAGMENTO 2

“-Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su

ignorancia, ¿qué pasaría si naturalmente les ocurriese que uno de ellos fuera

liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la

luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de

percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes? ¿Qué piensas que

respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora,

en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira

correctamente?”

Platón: República. Libro VII, Madrid: Editorial Gredos, 1986.

 

Elige uno de los dos fragmentos propuestos y escribe un comentario o composición que incluya lo siguiente:

1.      1.  Identifica la problemática del fragmento elegido, explicando sus ideas o conceptos clave. (15-20 líneas mínimo).

2.    2.    Relaciona o compara el contenido del fragmento elegido con cualquier otro autor o autora (uno o más de uno) o corriente o perspectiva filosófica que se ocupe del mismo ámbito o rama de la filosofía. (15-20 líneas mínimo).   


 Modelos con preguntas resueltas


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sábado, 18 de octubre de 2025

21. Diálogo entre Hipatia de Alejandría y dos de sus alumnos.



Os dejo aquí un diálogo imaginario entre Hipatia de Alejandría y dos de sus alumnos, un neoplatónico (N) y un cristiano (C), a la salida de clase. Es obra del filósofo Juan Antonio Negrete y está publicado (en una versión más extensa) en el libro Historietas de la Filosofía Griega. También podéis escucharlo aquí. 

Hipatia.- ¿Os ha quedado alguna oscuridad en lo que hemos hablado hoy?

N.- Muchas oscuridades me quedan a mí, maestra Hipatia, y estoy seguro de que también a mi compañero, aunque la incomparable luz de tus palabras hace cuanto puede por disiparlas… Pero no nos hemos quedado a quitarte algo más de tu valioso tiempo. Es por otra cosa…

Hipatia.- Decidme.

N.- Hipatia, tus amigos tememos cada vez más por tu vida. No nos gustaría que siguieses el camino que alguna vez siguió Sócrates...

Hipatia.- ¿A qué viene tanto temor? Tengo buenos amigos, tanto en el poder como entre los cristianos. Todo este jaleo es cosa de ese estúpido Cirilo, que alienta a sus monjes y a la masa fanática e ignorante.

N.- Las religiones, sobre todo esta que se ha hecho con el poder, presumen de nacer del corazón de esa masa ignorante y, por ello, manipulable e inflamable… Y crece como un mar de fuego subterráneo que resquebraja los templos de Grecia. ¡Recuerda que ya ardió la biblioteca del Serapeo!

C.- ¡Pero eso fue cosa de la chusma, no de auténticos cristianos! Los cristianos nos avergonzamos de que se nos identifique con algo así. Ahora bien, Hipatia, ¿por qué no haces caso a nuestras recomendaciones y… te conviertes? ¿Qué puedes defender en el paganismo? Cuando nombras a los dioses, a Hera, Deméter, Cronos… todos sabemos que lo haces figuradamente, porque no puedes, nadie puede creer en eso.

N.- ¿Y sí puede creer en los mitos de tu Iglesia, en un hombre al que se toma por hijo del Dios, que cura endemoniados y camina por las aguas…? ¡Por Zeus, chusma ignorante!

C.- Todo esto lo prueba la fe. He ahí el milagro. Pero ya ninguna fe alienta bajo los dioses paganos, ni en realidad lo hizo nunca.

N.- ¡Ciertamente, parece un milagro que personas inteligentes como tú hayan pasado a hablar como hablas! No hubiera dado crédito, de no verlo. Aunque existen otras explicaciones: el miedo y el sometimiento: eso es lo que atenaza vuestras mentes. 

Hipatia.- (tras un largo silencio) Os diré lo que pienso. En efecto, el mundo griego está muerto: subsiste moribundo, mientras otro mundo comienza a nacer. Como toda criatura de corta edad, la nueva civilización carece de la capacidad adulta de razonar, solo sabe imaginar y solo ansía crecer, como si no existiese en el mundo más centro que ella. Devora ciegamente cuanto alcanza y destruye cuanto ignora. Estoy de acuerdo contigo, Marcos, en que nosotros, los que pertenecemos a Grecia, estamos muertos. Pero vosotros os engañáis si creéis que vuestras razones, todas ellas tomadas… no diré robadas… a los griegos, dominarán ese río que crece. Caerán las bibliotecas, una tras otra, porque cuando un grupo de personas es capaz de creer que un único libro es dictado directo de Dios, lo natural es que vea en todos los demás libros o bien enemigos o bien libros innecesarios, y que en ambos casos deben arder. Pero la filosofía griega fue precisamente la cura contra eso. El Logos no dicta un solo libro, los dicta todos y ninguno, porque tampoco ninguno está exento del error humano y ninguno, por tanto, puede ser enarbolado fanáticamente.

C.- Sí, los cristianos estamos creando un mundo nuevo. Pero ¿tiene un mundo nuevo que matar a aquel que, según mi opinión, es su madre? Querida maestra, permíteme que sea franco: veo latir en tus palabras la soberbia humana de creer que no necesita nada superior a su entendimiento.

N.- En tus labios lo que late es la humillación del hombre… ante otros hombres que se consideran iluminados.

C.- Pero no quiero tu mal. Por favor, retírate cuanto puedas de la vida pública. Entrégate a tus libros y seguramente vivas en paz.

Hipatia.- ¿Me aconsejas lo que aconsejaba Critón a Sócrates? ¿De tan poco nos ha servido el cultivo de la filosofía, y tan poco ha logrado hacer la fe en ti!? ¿Y tú, dices lo mismo?

N.- Ciertamente, iba a decir lo mismo, y ahora me avergüenzo, sin que me abandone el temor por ti.

Hipatia.- Si hemos de morir, moriremos. Lo peor no será nuestra muerte. ¿Valdrá la pena vivir cuando los textos de Platón, Aristóteles y de tantos otros filósofos y filósofas desaparezcan?