domingo, 2 de noviembre de 2025

24. Sócrates y el intelectualismo moral


A pesar de ser viejo, pobre y muy feo, Sócrates despertaba pasiones entre los jóvenes más bellos de Atenas. Uno de sus amantes, el poderoso y hermosísimo Alcibíades, decía de Sócrates que era como un monstruoso Sileno por fuera, pero como un dios por dentro... 
Si no como un dios, Sócrates ha pasado a la historia como una especie de "santón" filosófico, gracias, sobre todo, al retrato que nos dejó de él Platón, su discípulo más famoso.

Nacido en Atenas sobre el 470 a.C., Sócrates sufrió las penurias de la guerra contra Esparta y los vaivenes políticos que siguieron a la derrota. Fiel a sus principios hasta la muerte, fue ajusticiado por los atenienses en el 399 a.C., acusado de impiedad y de corromper a los jóvenes. Pese a que durante su juicio Socrátes demostró lo infundado de las acusaciones, fue condenado a muerte. Reacio a burlar las leyes, Sócrates acepto su condena, negándose a huir, y se despidió de sus discípulos con el más bello diálogo sobre la inmortalidad del alma que se haya escrito nunca, o, al menos, así lo describió Platón en el Fedón, una de sus obras más famosas... 


Si queréis conocer a Sócrates nada mejor que leer los diálogos de Platón, especialmente estos tres (en los que se narra el juicio y su muerte en la cárcel): Apología de Sócrates, Critón y Fedón.

Aunque para algunos de sus contemporáneos (como el cómico Aristófanes, que lo ridiculizó en su obra Las Nubes) Sócrates era un sofista más, lo que sabemos de su forma de vivir y sus ideas nos permite concebirlo como justo lo contrario...


Para empezar, Sócrates no era un sabio profesional como los sofistas. Su único conocimiento, decía (no sin ironía), era el de saber que no sabía nada, por lo que poco podía enseñar (como mucho, a que cada uno "diera a luz" el saber que tenía dentro, conociéndose bien a sí mismo).
Para él, el fin de la filosofía era, como en los sofistas, desarrollar la excelencia o virtud humana, pero, a diferencia de los sofistas, la virtud socrática no consistía en lograr el poder o la riqueza, sino en cuidar el alma, dotándola de sabiduría y obrando con justicia. El propio Sócrates era famoso por su pobreza y desinterés por los cargos públicos o el prestigio social, mientras que mostraba una gran preocupación por cultivar el conocimiento, actuar rectamente y controlar sus pasiones. 

Por otra parte, si para los sofistas la principal habilidad del sabio era la retórica, Sócrates se preciaba de hablar directamente, sin adornos. Para él, el lenguaje no era un fin, sino un medio. Lo que importaba no era componer bonitos discursos, sino dialogar con los demás para buscar juntos la verdad. 

Su método no era el monólogo persuasivo, como en los sofistas, sino el diálogo mayéutico La  técnica "mayéutica" (la palabra se refiere al arte de la comadrona, que Sócrates decía en broma haber heredado de su madre, y que le permitía ayudar a las almas de los jóvenes a "parir" sus propias ideas) era muy sencilla. Consistía en hacer preguntas y mostrar al interlocutor que no sabía lo que creía saber para, a continuación, invitarlo a buscar la verdad a través del diálogo ("diálogo" significa etimológicamente "avanzar mediante razonamientos"). 


En cuanto al pensamiento que atribuimos a Sócrates, era muy diferente al de los sofistas. Vamos a verlo. 

(1) El universalismo moral y político. En contraposición al relativismo sofista, Sócrates cree que lo bueno y lo justo se pueden definir de manera objetiva y universal. Su pensamiento arranca de las contradicciones lógicas del relativismo. Por ejemplo: si el relativista afirma que lo bueno es algo diferente para cada uno (o para cada época o cultura) está diciendo que lo mismo ("lo bueno") es diferente, lo cual parece contradictorio. Dicho de otro modo: si discutimos sobre qué es bueno, estamos admitiendo, de entrada, que compartimos una definición universal de tal cosa (aunque sea para modificarla, perfeccionarla o incluso negar que exista); por lo tanto, la definición universal debe existir. Además, conviene recordar que el relativismo moral y político se basa en el relativismo epistemológico (aquel que afirma que la verdad es según cada uno), y este es igualmente contradictorio, pues si no hay ninguna verdad universal, tampoco el relativismo es universalmente verdadero, por lo que la teoría relativista no sería más verdadera que su contraria. Sócrates cree, por tanto, que ha de haber definiciones universales de términos como "justicia", "moral" o "virtud". Otra cosa es que logremos descubrirlas a través del diálogo... 


(2) El esencialismo moral y político. Que lo bueno o lo justo puedan definirse de manera universal significa que les corresponde una "esencia" o naturaleza objetiva, es decir, que tienen una naturaleza propia, real, independiente de lo que los seres humanos decidan o convengan al respectoEn contraposición al convencionalismo de los sofistas, Sócrates defiende, así, una teoría esencialista de los valores y las leyes: estos no deben ser simples convenciones o acuerdos, sino una expresión de lo que sea esencial o realmente bueno o justo. Dicho de otro modo: las leyes no son justas porque las convengamos, sino que las convenimos (o deberíamos) porque son justas.


(3) El racionalismo o intelectualismo moral. Para muchos sofistas, el único criterio para determinar si algo era bueno o justo era su utilidad o conveniencia: lo bueno o justo es lo que conviene a cada uno (o a los más poderosos). Sócrates cree que lo bueno o justo es lo que realmente es bueno y justo, y que esto es, también, lo que más nos conviene. No hay nada más útil, dirá Sócrates, que conocer lo que de verdad es útil o valioso y actuar en función de ello. De nada sirve, pues, ser pragmático, si uno no sabe lo que realmente le interesa o conviene, y esto exige saber lo que es realmente bueno o justo. Lo bueno se puede, pues conocer, y según Sócrates, este conocimiento (que es, sobre todo, un autoconocimiento) se da a través de la razón y el intelecto. De ahí que a su teoría moral le llamemos "intelectualismo moral". ¿Y qué es lo que nos dice la razón al respecto? Pues que si hacemos el cálculo (el cálculo de placeres, lo llamaba Sócrates), lo más placentero, bueno y justo (lo que realmente nos conviene) a largo plazo no es la riqueza o la fama, sino cuidar aquello que es más valioso y perdurable en nosotros: el alma. Y cuidar el alma es darle aquello que la alimenta y la hace crecer: la sabiduría y el obrar bien (es mucho peor, según Sócrates, cometer una injusticia que sufrirla). Ambas cosas, la sabiduría y el obrar bien, no son separables, pues no puede obrar buena y justamente quien no sabe lo que es bueno y justo. De hecho, todo el mundo actúa en función de lo que cree (erróneamente o no) que es bueno y justo. Por lo que nadie hace el mal o comete injusticia a sabiendas, sino por ignorancia de lo mejor o de lo más conveniente para él. El mal es, pues, ignorancia, y no "mala voluntad". Por ello, lo que el "malvado" necesita es educación antes que castigo.  



(4) La concepción socrática de la educación. Si para los sofistas  la educación es una técnica para ser más convincente en la defensa de los intereses particulares, para Sócrates la educación es un medio (el del diálogo mayéutico) para hacernos más sabios y, por lo tanto, más buenos y felices. 

(5) RacionalismoSócrates no es un escéptico: cree que el conocimiento objetivo es posible, incluso en el ámbito de los valores. Por eso se empeña en dialogar con unos y con otros buscando las definiciones verdaderas de las cosas o de lo bueno y lo justo. Este conocimiento objetivo no se basa en la percepción (pues cada uno percibe las cosas desde su propia perspectiva) sino en la razón, donde no hay perspectivas individuales (un argumento racional o lógico es correcto o incorrecto para todo el mundo que lo comprende, no depende de “como lo vea cada uno”). Por ello es el diálogo racional (eliminando contradicciones y buscando los mejores argumentos) dónde cabe buscar ese conocimiento objetivo. 


(6) El "dios" interior. Sócrates decía tener un dios interior que le impedía realizar acciones que contrariaran su razón, si bien esto puede ser metafórico, y no referirse más que a la propia conciencia. También defendía la inmortalidad del alma (aunque no sabemos si esto es un añadido de Platón), pero empleando siempre argumentos racionales. Por ello, no podemos concluir que Sócrates fuera, ni agnóstico, como muchos sofistas, ni tampoco una persona religiosa, al menos en el sentido usual del término.


Aquí tenéis una imágenes de Sócrates en acción: 





Y aquí la presentación de clase:




No hay comentarios:

Publicar un comentario