¿Qué somos los seres humanos?
Como cualquier otro ser, los humanos tenemos una naturaleza doble: somos, de un lado, seres sensibles; pero, de otro lado, somos lo que somos por participar de lo inteligible (es decir: por participar de todas las ideas que nos definen como humanos y como individuos).
Como les ocurre a otro seres, nuestra naturaleza sensible se divide a su vez en dos: el cuerpo y el alma (lo físico y lo psíquico). El cuerpo es siempre lo movido, y el alma lo que mueve o anima. Este movimiento que nos imprime el alma es nuestra forma de ser, pues el alma es la parte que está en contacto con la forma ideal que somos y, conociéndola, "tira" de nosotros hacia ella (como si quisiera volver allí de donde, según Platón, cayó para "encarnarse" en un cuerpo)...
El alma humana es especialmente consciente de lo inteligible, por ello, se divide a su vez en dos tipos de "movimiento anímico": el querer (que comparte con los animales), y el pensar, la razón, que en el hombre se convierte en la guía del querer... Aunque no siempre. En el ser humano, el querer se divide también en dos: un querer pasivo, pasional, que no obedece al pensamiento (son los deseos o apetitos animales), y un querer activo, voluntarioso, que obedece al pensamiento.
Como veis, en el ser humano, todo se duplica una y otra vez, como en un juego de espejos. Somos una realidad inteligible pero también aparentemente sensible. Como seres sensibles somos cuerpo y alma. Y en el alma: pensar y querer. Y en el querer: acción (voluntad) y pasión (deseo). Platón llamó a estas tres partes del alma con términos que han pasado a la historia: el alma racional (el pensar), el alma irascible (el querer activo, la voluntad) y alma concuspiscible (el querer pasivo, los deseos animales, la pasión).
Siendo dobles como parece que somos, tal vez tengamos que hablar en mitos (que son un doble de la verdad) de eso que somos y parecemos. Así que escuchad estos dos pares de mitos, que son cuatro, cuatro cuentos sobre el alma, que os deberían recordar, si están bien compuestos, a un único cuento verdadero...
Como cualquier otro ser, los humanos tenemos una naturaleza doble: somos, de un lado, seres sensibles; pero, de otro lado, somos lo que somos por participar de lo inteligible (es decir: por participar de todas las ideas que nos definen como humanos y como individuos).
Como les ocurre a otro seres, nuestra naturaleza sensible se divide a su vez en dos: el cuerpo y el alma (lo físico y lo psíquico). El cuerpo es siempre lo movido, y el alma lo que mueve o anima. Este movimiento que nos imprime el alma es nuestra forma de ser, pues el alma es la parte que está en contacto con la forma ideal que somos y, conociéndola, "tira" de nosotros hacia ella (como si quisiera volver allí de donde, según Platón, cayó para "encarnarse" en un cuerpo)...
El alma humana es especialmente consciente de lo inteligible, por ello, se divide a su vez en dos tipos de "movimiento anímico": el querer (que comparte con los animales), y el pensar, la razón, que en el hombre se convierte en la guía del querer... Aunque no siempre. En el ser humano, el querer se divide también en dos: un querer pasivo, pasional, que no obedece al pensamiento (son los deseos o apetitos animales), y un querer activo, voluntarioso, que obedece al pensamiento.
Como veis, en el ser humano, todo se duplica una y otra vez, como en un juego de espejos. Somos una realidad inteligible pero también aparentemente sensible. Como seres sensibles somos cuerpo y alma. Y en el alma: pensar y querer. Y en el querer: acción (voluntad) y pasión (deseo). Platón llamó a estas tres partes del alma con términos que han pasado a la historia: el alma racional (el pensar), el alma irascible (el querer activo, la voluntad) y alma concuspiscible (el querer pasivo, los deseos animales, la pasión).
Siendo dobles como parece que somos, tal vez tengamos que hablar en mitos (que son un doble de la verdad) de eso que somos y parecemos. Así que escuchad estos dos pares de mitos, que son cuatro, cuatro cuentos sobre el alma, que os deberían recordar, si están bien compuestos, a un único cuento verdadero...
El carro alado o la reencarnación.
Cuenta un viejo cuento que el alma cuenta con dos cosas: la
alada carrocería (el cuerpo) y lo que la mueve y levanta, y a esto último
llaman más bien alma, o ánima, porque anima a moverse al cuerpo. Dicen que este
alma también es doble, tiene motor y guía, es decir, querer y pensamiento. Y
dicen también que el querer es como un motor de dos caballos. Uno es la
pasión (es un caballo negro y salvaje, al que llaman Apetito) y el otro es la
acción voluntaria y esforzada (es un caballo blanco y sensato, al que llaman
Coraje). El conductor o Auriga de este carro de dos caballos es la Razón, y
desde que el mundo se hizo, dando alma (que es la forma de la Forma en la
materia) a cada cosa, todo Auriga conduce su carro según quedó establecido por
las leyes de circulación del cosmos. En esa armonía de movimientos, las almas
humanas vuelan lo más alto posible, pues es allí, sobre las propias espaldas
del cielo y a los pies de los dioses inmortales (las ideas), donde crece su alimento
favorito (el conocimiento o contemplación de las ideas). No hay felicidad más grande que revolotear allí. Pero, ay, el vuelo
de las almas humanas es inestable. Apetito, el caballo negro, se desboca a
veces, atraído por los olores de la tierra, y entonces hace descarrilar el
carro y el alma descarriada y con las alas rotas cae sobre el mundo, en donde
cambia su carrocería brillante y alada (hecha del material de las estrellas)
por la de la triste carne que padecemos. Pero el alma humana, caída como un
ángel caído, no se conforma nunca, y tras recuperarse de la inconsciencia tras el
golpe, recuerda vagamente el lugar aquel donde vagaba feliz. Y si logra en este
mundo enderezar al caballo negro y, con ayuda de Coraje, alzar de nuevo el
carro, poco a poco, hacia alimentos cada vez más celestiales y propios al alma,
tal como la belleza más pura, la virtud y la sabiduría, se irá reencarnando en la forma de seres cada vez más
alados, desde el animal o el labriego hasta el noble guerrero o el sabio, hasta que
encarnándose, como los buenos pensamientos se encarnan, de sabio en sabio,
generación tras generación, logrará de nuevo merecerse alas y cielo y, así, volver
a la casa de las Ideas, que es la suya propia.
Eros o el amor.
Cuentan los amantes de los cuentos que el alma es el Amor
que mueve todo cuerpo y mundo. Y dicen
que este Amor (al que algunos llaman Eros) fue en tiempos un dios, nacido de dioses. Dicen que se celebraba el nacimiento de Afrodita, diosa de la Belleza, y que tras el banquete divino, Poros, el dios de los
Recursos,
que estaba borracho, fue asaltado por Penia, diosa de la
Pobreza,
que quedó embarazada de aquel. El hijo de este accidentado encuentro
fue precisamente Eros, quien desde entonces va buscando la belleza de
Afrodita con todas sus fuerzas y recursos (como hijo de Poros), pero
sin llegar a tenerla nunca del todo (por ser hijo de Penia). Pues
bien, el alma humana es como ese dios caído o venido
a menos
que es Eros.
Como él, somos hábiles e inteligentes (Poros), pero también
débiles y menesterosos (Penia). Y también, como él, recordamos siempre la
divina belleza del cielo del que provenimos. Y la buscamos, primero, en el deseo por los cuerpos jóvenes y bien parecidos, pues es en ellos donde antes se refleja o recuerda la belleza. Y así, el alma amante va de un cuerpo a otro, descubriendo que lo bello es uno en muchos. Pero descontenta el alma de la belleza física, pues siendo efímera no es posible permanecer ni sembrar en ella nada --ni hijos siquiera-- que no sea también pasajero y olvidadizo, busca entonces la belleza que hay en las buenas acciones. Y así el alma se enamora de otras almas buenas y ambas emprenden, con coraje y valor, hermosos proyectos en común. Y si bien es cierto que esta belleza es más perdurable y alta, tanto en sí misma como en sus hijos (las proezas y la fama), no basta tampoco al alma, que recuerda y busca una belleza aún más pura y eterna. Por eso el alma se enamora al fin de otras almas, más sabias, con las que poder razonar y dialogar. Y junto a ellas logra recordar la mayor y más imperecedera belleza, la Belleza en sí, la idea o forma de lo bello, por la que todo lo bello lo es. Contemplando esta Idea eterna, el alma recuerda ya del todo quién es y de donde viene, y así vuelve al cielo donde nació y donde nada falta ni acaba.
La Caverna o el conocimiento.
Cuenta el mito que las almas humanas estamos prisioneras de
un cuerpo o caverna, oscura como la noche y en la que, a falta de luz, vivimos en sombra soñando que vivimos en un mundo que es todo de sombras y de sueños. Lo peor es
que las almas no parecen apetecer más que esa vida ignorante e infrahumana.
Pero si alguna de ellas, por la fuerza de otro o la propia de su coraje, se
liberara, vería las cosas origen de aquellas sombras, y el fuego que las
alumbra, y comprendería que lo que sabía y quería antes no era más que copia de
lo que ahora descubre digno de querer y ver. Pero si, una vez despertada de las
sombras por su asombro, sigue esforzadamente camino arriba y sale fuera de la
gruta, sus ojos se le quedarán inútiles de tanta luz, y solo podrá guiarse ya por
la razón. Y descubrirá allí que aquellas cosas que asombraron sus ojos no son
más que copias de estas otras que ahora iluminan su inteligencia. Y sabrá
entonces, al pasar de la noche de los sentidos al día de la razón, que este
nuevo mundo es más celeste, amable, bueno y verdadero, pues en él habitan la
luz, la belleza, la bondad y la verdad puras, sin cuerpo ni tiempo, perfectas
en sí mismas, hijas todas de la Perfección que, como un Sol, a todo ilumina y
hace ser y vivir. Cuando esto comprende el alma se comprende a sí misma y
queda comprendida y unida allí en lo más alto, como una más entre las Ideas,
justo allí donde está su soleado hogar.
El Reino o la educación.
Una perfección falta al alma allá en su cielo de marfil, en
el que feliz y plena contempla las Ideas y se descubre cada vez más sabia.
Aunque nada le apetece más que su vida de retiro y filosofía, el alma del
antiguo cavernícola, hoy alma libre, recuerda y razona que no es justo
abandonar a esas partes olvidadas de sí que son los otros, las otras almas, las
de la multitud de prisioneros que permanecen allá abajo en la caverna.
Entonces, domando con coraje su más natural y verdadero apetito, el alma del filósofo baja a la
caverna a educar y gobernar al resto, para que todos puedan gozar de su misma
libertad y conocimiento. Así, y aún a riesgo de que lo tomen por loco, el alma
del filósofo se empeña valientemente en educarlos. Primero como a niños, con cuentos, mitos,
canciones y juegos, hechos de imágenes o sombras, como aquellas que están
acostumbrados a ver, les enseña a fortalecer el carácter y a vencer el apetito
viciado en la costumbre. Una vez libres de esas primeras cadenas, el alma del
filósofo les muestra el saber que hace útil a los objetos, y así, moderados
en sus apetitos y expertos del saber práctico, los nombra artesanos y productores
de un nuevo Reino. Luego, a los más capaces, el alma maestra los saca de la
caverna y les muestra el difícil arte de la ciencia, por el que, mirando con
inteligencia las Ideas descubren su forma tanto en las cosas como en las
acciones de allá abajo, en la caverna. A estos, el filósofo los nombrará
gobernantes o guardianes del Reino. Pero de entre estas almas, ya libres, hará
de nuevo dos grupos. Las almas con más coraje que razón, no aprenderán mucho
más y quedarán destinados a guardar, como soldados, y a gobernar, como
auxiliares. Y a las almas con más capacidad racional les enseñará mucho más, pues
aprenderán algo más que ciencia: a saber de las Ideas en sí mismas, de las
relaciones entre ellas y de su unión bajo la Idea suprema, la Idea de Bien. Solo
este conocimiento supremo, que da la filosofía, podrá hacerles saber qué es la
Perfecta Justicia, y solo en posesión de ese conocimiento podrán gobernar
perfecta y justamente el Reino, descubriendo el Cielo acá en la Tierra.
Podría existir un término medio entre lo inteligible y el mundo físico como tal?
ResponderEliminarEsque yo creo que existe la posibilidad de pensar en lo fisico y a la vez en la idea de lo fisico o incluso en otras ideas de algo
Buena pregunta, Alejandro. ¿Qué podría proponerse como término medio?... Tu segunda frase me sugiere esta pregunta: ¿qué diferencia encuentras entre "pensar en lo físico" y "pensar en la idea de lo físico"? ¿No son lo mismo?...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarLa idea de lo fisico sería lo que nosostros imaginamos respecto al mundo que no conocemos,bien otros planetas o bien los países en los que no hemos estado aunque tenga muy clara la idea de país,si yo pienso en lo físico pienso en lo que puedo oir,ver,tocar,oler y saborear,porque si no pudiera hacer este tipo de cosas,entonces sería una idea de lo fisico y no el físico como tal no? Todo esto desde un punto de vista "físico" por supuesto
EliminarPiensas que "pensar en lo físico" es pensar en las cosas que se ven y se tocan. Y que "pensar en una idea de lo físico" es imaginar algo físico. Pero esto es un poco extraño. Se suele admitir que imaginar no es pensar, sino crear y ver imágenes en tu mente. Y que pensar es siempre pensar ideas. Incluso cuando piensas en objetos físicos estás pensando en la idea que te haces de ellos, en lo que tú crees que son, en sus características (por ejemplo: que son visibles, tocables, etc.), en lo que valen, en lo útiles que son, etc... No los estás tocando, ni viendo, sino pensando en ellos (a través de ideas). No necesitas ni tenerlos delante...
EliminarCada cuento platónico nos muestra la cuestión de las ideas sobre lo físico.
ResponderEliminarDestacando también en alguno de ellos, que las ideas a su vez están divididas en más cosas. En cuento a las ideas y a lo físico, creo que lo físico es lo trascendente, es decir que ocupa un espacio en el tiempo, y las ideas son imanentes, es decir que no están ni en el tiempo ni en el espacio. Como conclusión decir, que las ideas es como lo superior, sin las cuales nosotros no seríamos lo que somos, porque son las que nos definen nuestra personalidad, así como nuestros ideales y lo físico no es mas que el resultado de un proceso evolutivo
Bien Sara. Pero cuidado no confundas lo trascendente con lo inmanente (lo confundes en tu comentario). Los cuentos tratan del alma (es decir, de nosotros), como un ser intermedio entre el mundo inteligible y el sensible. El alma "viene" del mundo inteligible, "cae" en el mundo sensible (uniéndose a un cuerpo) y trata de volver al mundo de las ideas. Así es como explica Platón que el alma sea la energía o "eros" que tira del cuerpo hacia lo más perfecto, siempre que esté guiada por la razón (y la parte irascible domine a la concupiscible).
EliminarVictor, quizás sea así y en este caso tendríamos que dejarlo todo no? Dejar este mundo, las manipulaciones de los políticos o de los medios de comunicación para pasar a un mundo mas lógico donde impere la razón, pero no es esto complicado? ¿Como vamos a dejar de lado esto, todo lo que nos rodea si vayamos donde vayamos estamos influenciados? ¿Como lo hacemos? Esta es la pregunta que a mi me sugieren estos cuentos, porque yo realmente pienso que no somos mas que un alma que busca crecer y liberarse de todas las cargas que tenemos en este mundo, pero como pasamos de tener cuerpo a tener solo mente? Porque aunque aquí hable solo del alma, somos cuerpo aunque sea un reflejo pero ya hay algo que se diferencia del alma.
ResponderEliminarTambién creo que el amor es bueno cuando va guiado de la razón, pero, ¿como podemos estar seguros de que el amor que sentimos es verdadero, que esta realmente guiado por la razón?
Son muchas preguntas, aunque creo que es así.