viernes, 17 de octubre de 2025

20. Filosofía y ciencia en la época helenística; la figura de Hipatia de Alejandría.

 


La filosofía helenística es la que se desarrolla en el periodo que va del siglo IV, cuando mueren Alejandro Magno y Aristóteles, al siglo II a. C., cuando Roma conquista Grecia, aunque dada la influencia de esta filosofía en la cultura romana podríamos extender el periodo del pensamiento helenístico hasta el siglo I d. C. (en que empieza a extenderse el cristianismo por el mundo romano), e incluso mucho más allá, pues la cultura griega sigue brillando en Alejandría hasta la muerte de Hipatia (415 d. C.). Este periodo, ligado a la expansión del helenismo a través de las conquistas de Alejandro Magno, comprende cambios muy notables. Desde un punto de vista social y político, desaparece el mundo de las ciudades-Estado, en la que el individuo podía sentirse y actuar como un sujeto político decisivo, y se impone una estructura política imperial. Desde un punto de vista psicológico e ideológico, las personas van a experimentarse como individuos más o menos aislados y preocupados fundamentalmente por su felicidad personal (un poco igual que en nuestra propia época). A nivel cultural, van a florecer las inquietudes religiosas, la filosofía de orientación moral y una ciencia experimental despreocupada de las grandes sistematizaciones teóricas. 


En cuanto al problema de la realidad, y junto a la continuidad de las doctrinas platónica y aristotélica, destaca la teoría materialista de Epicuro, muy parecida a la de Demócrito y los atomistas (todo está compuesto de átomos que, moviéndose en el vacío, chocan entre si dando lugar a los cuerpos compuestos). A la vez, en el Museo y Biblioteca de Alejandría (fundada en el siglo III a. C.) investigaban y transmitían sus conocimiento un numero destacado de sabios que, por su objeto y método de conocimiento, podemos equiparar a los modernos científicos e ingenieros. Estos no van a investigar ya la "arkhé" o el principio originario de la realidad, sino que se van a preocupar por el funcionamiento de ciertos procesos naturales concretos, la investigación sobre problemas matemáticos o el diseño de ingenios mecánicos. Su método va a ser fundamentalmente empírico-matemático (tal como la ciencia actual), esto es, fundado en la experiencia y en el cálculo. 


Algunos de los sabios fueron Arquímedes, conocido por el “principio de Arquímedes” y el “método de exhaución” (lo que supuso, por vez primera, el uso matemático de los infinitesimales), y que teorizó y desarrollo tecnologías como las de la palanca o el uso del tornillo; el matemático Euclides, cuyos “Elementa” servían de libro de texto en matemáticas hasta no hace mucho; Eratóstenes, que calculó con gran precisión la circunferencia de la Tierra y la inclinación de su eje; Hiparco de Nicea y Aristarco de Samos, cada uno de los cuales defendía una hipótesis distinta sobre la constitución del universo – geocéntrica en Hiparco y heliocéntrica en Aristarco – ; el médico Herófilo, que afirmaba que la inteligencia estaba en el cerebro; etc. Más adelante, (en torno al siglo I d. C.) en la misma Biblioteca investigaron Herón de Alejandría (que desarrolló distintos ingenios hidráulicos y escribió el primer libro de robótica de la historia), el médico Galeno, el astrónomo Ptolomeo, e Hipatia de Alejandrina, la primera mujer filósofa reconocida popularmente como tal (no es que antes no hubiera, pero no fueron tan conocidas). 


Hipatia de Alejandría vivió y enseñó en Alejandría durante los siglos IV y V d. C., y fue coetánea de Agustín de Hipona. Hija de un célebre matemático y astrónomo, de ella no se han conservado escritos, aunque se le tiene por una filósofa neoplatónica, especialmente interesada en la parte más matemática del platonismo. Se le atribuyen obras matemáticas y astronómicas, además del diseño de algunos instrumentos científicos. Parece que ejerció también como consejera política, y tenía fama de ser una mujer de gran integridad moral. Murió lapidada por una turba cristiana acusada de conspirar contra el obispo Cirilo. Su figura, mitificada a lo largo de los siglos, representa el heroico papel de la mujer en una cultura fuertemente patriarcal en el que las mujeres apenas tenían acceso a la vida social, cultural y política, y, en cierto modo, la de una “mártir de la ciencia” víctima del fanatismo religioso en las postrimerías del pensamiento clásico.


En cuanto al problema del conocimiento, la filosofía helenística no representa un desarrollo significativo. La teoría más original quizás sea la del escepticismo, aunque tampoco del todo, pues podemos encontrar precedentes en la sofística. Según los escépticos, no podemos saber objetivamente nada, ni sobre la existencia o ser de las cosas, ni sobre la bondad o maldad de los actos. Por ello, la actitud más razonable es la de suspender el juicio: no afirmar ni juzgar nada sobre nada. Si adoptamos esta actitud de indiferencia hacia las cosas, alcanzaremos la imperturbabilidad del ánimo y la felicidad que esto proporciona. El escepticismo de la época alejandrina fue fundado, según la tradición, por Pirrón de Elis (hacia 360-270 a. C.), de quien se dice que viajó a la India, donde tal vez aprendió la doctrina del desasimiento ("akatalepsia"), y de la suspensión del juicio ("epokhé"). En el siglo I a. C. Enesidemo fundará la escuela pirrónica inspirada en Pirrón. Y en el siglo II d. C. Sexto Empírico será el gran representante del escepticismo tardío. Cabe advertir que no todos los filósofos helenísticos son escépticos. Epicuro, por ejemplo, defendía la posibilidad del conocimiento, que para él (como para otros filósofos materialistas) consistía fundamentalmente en experimentar de forma sensible el mundo.



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