Durante el siglo V
a.C., el mundo helénico se encuentra en su apogeo económico, político y
cultural (momento de esplendor al que se llamará luego época “clásica”). Y el
epicentro de este apogeo es Atenas, una próspera y poderosa polis que,
bajo el gobierno democrático de Pericles, se convierte en la capital cultural
de Grecia. En esta época
Atenas se puebla de artistas e intelectuales de la talla del escultor Fidias,
los dramaturgos Aristófanes, Esquilo, Sófocles o Eurípides, de poetas como
Simónides, de historiadores como Heródoto o Tucídides, y de filósofos como el
pluralista Anaxágoras, Zenón de Elea o los que la gente va a llamar
"sofistas", entre los que, los más famosos fueron Protágoras y
Gorgias. A finales de siglo, cuando Atenas entra en decadencia tras la guerra
con Esparta, brillará la figura del filósofo Sócrates, personaje fascinante y
polémico que morirá ajusticiado por los propios ciudadanos en el 399
a.C. Tras él aparecerán las dos grandes figuras del pensamiento antiguo,
Platón y, más tarde, Aristóteles.
Durante este siglo la
preocupación por la “physis” o naturaleza parece desplazarse parcial y
momentáneamente por la preocupación por la “polis” (la ciudad o sociedad
humana) y por el “nomos” (la ley), es decir, por los asuntos antropológicos,
éticos y políticos. Los
filósofos se van a preguntar ahora por la esencia del ser humano y por su
naturaleza cívica o social, por el fundamento de las leyes y por lo que
signifiquen la bondad o la justicia.
Que las preocupaciones antropológicas, éticas y políticas surjan en la Atenas del siglo V a. C., parece indudablemente relacionado con su régimen político. La democracia antigua griega es diferente, y más imperfecta que la nuestra en muchos aspectos (por ejemplo, no dejaba participar a las mujeres, y permitía la existencia de esclavos), pero se rige esencialmente por los mismos principios: las principales decisiones políticas son tomadas por el conjunto de la ciudadanía; se respetan las libertades individuales; y se promueve la igualdad de oportunidades, estimándose a cada persona por sus méritos antes que por su nacimiento o reputación. El régimen democrático ateniense va a propiciar el pluralismo moral (Platón compara a la democracia con un “mercadillo” de formas de vida, en el que cada uno puede encontrar y adoptar el que más desee) y, a veces, una concepción relativista de los valores (no hay un bien absoluto, sino que cada uno tiene su propia opinión al respecto). Y va a promover también el desarrollo de la retórica, es decir, del arte de hablar y argumentar para persuadir a los demás. La discusión pública en la Asamblea, el Foro, los tribunales, las calles o en cualquier otro lugar público, fue, seguramente, el hábito democrático que más directamente podamos relacionar con la eclosión de la filosofía en Atenas, especialmente, como vamos a ver, de la filosofía política, la ética o la antropología.
A todo este movimiento de eclosión cultural en torno a los problemas humanos, se le ha denominado a veces la “Ilustración griega”, por su similitud con la Ilustración europea del siglo XVIII.
Hay que aclarar que para
los griegos antiguos, las personas que disfrutaban de la condición de
ciudadanos eran, en general, y salvo excepciones, los varones griegos libres y
adultos, con lo que las mujeres, los extranjeros, los esclavos y los menores no
participan de la misma.
La subordinación de las
mujeres no era, sin embargo total. En algunas partes de Grecia, como Esparta,
tenían algunos derechos, como el acceso a la propiedad. Y en Atenas, se hacía
alguna excepción, como la que representa Aspasia de Mileto (470-400
a. C.). Aspasia fue una de las pocas mujeres griegas a las que le
estuvo permitido cultivarse, y escribir y pronunciar discursos
públicamente. Algunas fuentes antiguas dicen que fue hetera, es decir,
“cortesana”, y regenta de un burdel, lo que le habría otorgado una libertad de
la que no gozaban las demás mujeres (siendo extranjera y cortesana, Aspasia
estaría libre de las limitaciones legales que confinaban a las mujeres casadas
al ámbito del hogar). Aspasia alcanzó su más alta posición al
convertirse en compañera o esposa de Pericles, de quien tuvo un hijo.
Tras la muerte de aquel, se unió a un tal Lisicles. Intervino
activamente en la política y en la vida intelectual de la ciudad (seguramente
organizaba y dirigía reuniones sociales en las que se encontraban personajes
como Anaxágoras, Aristófanes o Sócrates), y fue famosa por su gran
habilidad retórica (y por sus conocimientos de ginecología). Pero, por
su condición de mujer libre, recibió también burlas y ataques, y fue llevada a
juicio acusada de corromper a otras mujeres.
Sobra repetir que en la
cultura griega, profundamente patriarcal, la consideración habitual de las
mujeres era la de personas destinadas únicamente a la procreación y al cuidado
del hogar, dependientes de sus maridos o familiares varones, y sin acceso a la
vida pública, profesional o cultural; de ahí que conozcamos tan pocas mujeres
filósofas, científicas o artistas, durante esta época (aunque, pese a todo,
algunas, como la propia Aspasia, o la ya nombrada Hipatia, lograron
sobresalir).

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